A José Cortés e Irene Suárez,
con mi esperanza.
Salió a comprar algún dulce al quiosco de la esquina,
con mi esperanza.
Salió a comprar algún dulce al quiosco de la esquina,
aquí, en Huelva, en la ciudad, en la barriada del Torrejón.
No volvió, ni nadie la ha visto desde entonces.
Hoy se cumplen veintidós días, recuerda la radio del coche,
de búsqueda de
Mari Luz Cortés Suárez
de cinco añitos de edad,
cinco añitos como cinco creyones recién afilados.
En el momento de su desaparición llevaba
falda vaquera,
jersey fucsia con estrellas y
leotardos del mismo color,
dictan los carteles que continuamente encuentro
en las farolas, en las cabinas, y en todas partes.
La locutora explica que las autoridades investigan,
que se están llevando a cabo continuas batidas
por toda la provincia, y que la población, la gente,
se está volcando en colaborar en esas búsquedas.
Pese a todo nadie sabe nada, nadie descubre nada.
Sólo hay una pista confusa sobre una
furgoneta blanca
sospechosa.
El padre, Juan José, pide que por favor
todo el que pueda el fin de semana, o cuando sea,
salga por los campos, rías, montes, playas o marismas
que tengan cerca, que aprovechen siempre que salgan
con el quad, a caballo, en moto, todoterreno, o barca.
Añade: Por favor, si alguien escucha
cualquier ruido, cualquier grito, cualquier llanto...
Dice: Nadie debería verse así.
Pido ayuda, que me presten sus ojos para estar más tranquilo.
Mariluz tiene que volver,
lo necesita más que yo.
Noto escalofríos, subo el volumen y el viento
devuelve la ceniza del cigarro contra mi pecho.
Admiro todo cuanto está hablando ese hombre, y admiro
Admiro todo cuanto está hablando ese hombre, y admiro
el semblante que demuestra ante la situación y la entrevista.
Cuenta que han vendido todos sus bienes para ofrecer
una recompensa a cambio de información,
150.000 euros,
150.000 euros,
y que reciben pistas falsas y bromas por teléfono,
pero tan siquiera dice nada de desearles la muerte.
Ese humo onubense siempre ahí al fondo.
África expendiendo Cleanex en los semáforos,
y las palabras de un padre vacío
yéndose por el retrovisor.
Que puta pena sentí.
Pensé en los mil males y en mil maníacos maliciosos.
Pensé en mil barbaridades que no diré por respeto.
Los niños se extinguen, y el mundo calla como una perra,
las patrullas persiguen el cannabis, golpean a los jóvenes,
y desde las vayas publicitarias
todos me piden sus votos.
Lamento profundamente no poder ofrecerle
medio alguno para ayudar a su familia.
Sepa que mis ojos son suyos, y que por unos instantes
me hizo soñar que tuve un hija preciosa como la suya.
Nada me gustaría más que saber que
Mariluz vuelve pronto y que estaba perdida
en el bosque de un cuento.
Puedo jurárselo. Nada me gustaría más.
Si sirviera de algo incluso yo podría intentar escribirlo.
Reciba un abrazo.
Lluís Pons Mora, inédito.
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