En la portada de esta edición (en la antigua, de Star Books, hay un dibujo de un tío metiéndose un pico en vena), en letra pequeña, está escrito lo más importante: el nombre del autor, Jim Carroll. Cosas del marketing. Y lo que nos ofrece Carroll es un diario de su adolescencia entre 1963 y 1966. Años en los que era una estrella del baloncesto, como el título original indica: The Basketball Diaries.
Pero durante esos años Carroll también se dedicó a pasearse por el lado salvaje de la calle: se acostaba con chicas de 13 años y con mujeres de 45, bebía cerveza, fumaba marihuana, tomaba tripis, se inyectaba heroína, robaba a los paseantes y a las empresas, ejercía de chapero para sacarse unos dólares para el caballo... Un auténtico angelito que empieza relatando su vida desde los 13 años. Viene a ser como la historia previa a En mil pedazos, de James Frey. Los comienzos de un joven yonqui.
El estilo recuerda un poco a El guardián entre el centeno, pero en destroyer. Lo que más llama la atención es que el protagonista y narrador carece de moral y jamás siente culpa. No me refiero sólo a sentir culpa por meterse heroína y empezar a decaer en su vida y en el baloncesto, sino a los atracos que comete, la gente a la que asusta con una navaja y los líos en que se ve envuelto. Jamás se arrepiente o duda. Hacia el final, uno de los personajes le muestra la realidad. Le dice: "Se te ha puesto el careto de los yonquis. Se acabó la inocencia, tío. Francamente, estás hecho polvo". Se acabó la inocencia. Es un diario muy duro, pero merece la pena leerlo.
Pero durante esos años Carroll también se dedicó a pasearse por el lado salvaje de la calle: se acostaba con chicas de 13 años y con mujeres de 45, bebía cerveza, fumaba marihuana, tomaba tripis, se inyectaba heroína, robaba a los paseantes y a las empresas, ejercía de chapero para sacarse unos dólares para el caballo... Un auténtico angelito que empieza relatando su vida desde los 13 años. Viene a ser como la historia previa a En mil pedazos, de James Frey. Los comienzos de un joven yonqui.
El estilo recuerda un poco a El guardián entre el centeno, pero en destroyer. Lo que más llama la atención es que el protagonista y narrador carece de moral y jamás siente culpa. No me refiero sólo a sentir culpa por meterse heroína y empezar a decaer en su vida y en el baloncesto, sino a los atracos que comete, la gente a la que asusta con una navaja y los líos en que se ve envuelto. Jamás se arrepiente o duda. Hacia el final, uno de los personajes le muestra la realidad. Le dice: "Se te ha puesto el careto de los yonquis. Se acabó la inocencia, tío. Francamente, estás hecho polvo". Se acabó la inocencia. Es un diario muy duro, pero merece la pena leerlo.
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José Ángel Barrueco, del blog Escrito en el viento.
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