martes, 5 de diciembre de 2023

ENCUENTROS EN LA ÚLTIMA FASE por RAFAEL LÓPEZ VILAS



La reconocí
nada más entrar
a echar una carta
en la estafeta
Había llovido mucho
desde la última vez que nos vimos
Lo único que recuerdo
de aquella noche
es meternos la lengua
hasta tres cuartos de garganta
y magrearnos en pleno bar
contra la barra

Fueron años cojonudos
en los que nada
importaba demasiado
Follar y divertirse
y divertirse
follando a todo trapo
antes de trincar el petate
y pirarse
cada uno por su lado

Luego
me di a la bohemia
a los pinceles
y a chupar del frasco
a troche y moche
en un rosario de afterhours
y de noches eternas

También estuve loco
y me revolqué como un cerdo
en los sótanos del infierno
hasta que convertí la mierda
en una camisa de fuerza

Me preguntó si trabajaba
y si había sentado la cabeza

Estás igual, mintió
Con el pelo blanco
                      pero igual

Recordamos los viejos tiempos
un minuto

Después
vino el silencio
y se me quedó viendo
con el titilar en los ojos
de recuerdos tiernos

Durante un segundo
acariciamos la idea
de intercambiar
nuestros números de teléfono

Hacía
27 años desde entonces
27 años de distancia
27 años de silencio
en los que ha pasado
casi una vida
en la que
nos ha dado tiempo
a olvidarnos que existimos
y en la que
aquel para siempre
resultó ser
sólo un quizá
o un
alguna vez

Luego
el hilo se rompió
y cada mochuelo
voló a su olivo
con el sabor agridulce
de la nostalgia
de una vida
que amarillea sus retazos
en un rincón
de esta memoria mía
que agoniza
en un cajón
lleno de fotos
que conservo
en formol

Rafael López Vilas


lunes, 4 de diciembre de 2023

MIENTE EL ARTE por SERGIO MAYOR



Madre, no se angustie. Estoy bien. No es más que un alcoholismo imaginario. Yo miento cuando escribo. A decir verdad, miento todo el tiempo. Siempre fue así. Usted me llevaba a misa los domingos en el Corazón de María y yo mentía en el confesionario como un delincuente infantil. Madre, la espiritualidad es mentira. Miente el clérigo, el místico y el santo, se jacta el ateo como un necio, pero nosotros amamos la mentira.

Miento como padre con su gran mueble tocadiscos. Escucho a Duruflè y pienso que soy la clase de hombre que escucha a Duruflè, pero soy un tipo disonante y fracturado. Leo a los metafísicos, pero no me interesa el pensamiento. Spinoza es un animal de la mentira y yo admiro a los idiotas.

Escribo dondes y cuandos ilegales, escribo mi bucólica, mi geórgica, mi frondosa plantación de marihuana. ¿Vendrá la policía? Digo que maté a un hombre en una estación de Inglaterra por razones naturales. ¿Vendrá la policía? Me llamo Walter Mitty, compatriota de Larbaud, el apátrida, nacido en Arequipa, residente en Nueva York.
Humankind cannot bear very much reality.

Miente el arte. Soporté Stalker lo que pude. Miente cada plano de Tarkowski. Miente ese lodazal de trascendencia. ¿Qué necesidad tiene el hombre común de lo profundo? Una máquina pinball iluminada proclama la vida trascendente, pero nosotros amamos los iconos, los starets, los éxtasis de Rusia.

Mienten los poetas, salvo los golfos y los suicidas. Mr. Keats dice Truth is beauty. Un polígrafo para Mr. Keats. La belleza es mentira. La verdad, según conocemos por el delirium tremens, se parece a una pintura negra, a un horror de Lovecraft, a los peces espinosos de las rocas con los ojos desmedidos. Pero mire, si el cuántico está en lo cierto, si lo contrario a una verdad profunda es otra verdad profunda, usted tiene razón, Mr. Keats, y no hay más que hablar, pero recuerde la coincidentia oppositorum.

No se angustie, madre, por el bar imaginario de Servando. Yo miento cualquier cosa. Disparos, burdeles, mujeres falsificadas. He imaginado mujeres. He venerado a la bestia de la madona. Aún venero a la ninfómana santa, aún difamo a la ninfómana mía.

Madre, descuide, yo siempre miento. Epiménides, el cretense, dijo: “Todos los cretenses mienten”.

Sergio Mayor


domingo, 3 de diciembre de 2023

INTRÉPIDOS VIAJEROS DEL TIEMPO por PE TER




Labrarás
Con cizallas de acero
Todas tus destrucciones
Al final serás un túmulo
Negro
Engullendo galaxias
La épica de los dioses
Es la destrucción total
De lo creado
La inmanente verdad
Todo lo anula
Como una gran bofetada
Al corazón caprichoso
Del hombre
Ese anciano ciego
Que se cuenta historias
Al final de los tiempos.

*

Estan entre nosotros
Vestidos de perros
Famélicos
Los he visto
Abandonar sus cuerpos
Como si nada
En mitad de la avenida
Abren portales
Dizfrazados de problemas
La CIA lo sabe
Buscan la tenue aparición
De arquetipos
Para engullir
El sinsabor
Que les ha dejado
Franquear
Los límites de todo.

*

Vivir por siempre
En el desierto de Sonora
Hecho una higuera
Una zarza ardiente
Que predice el futuro
Con cara de ovni
Vivir puesto hasta
El copete
De mezcalito
Tener una bolsa
Con las tres cabezas
Reducidas
De las tres niñas
Indias con las
Que siempre fumo
En sueños.

*

Escapa de ti
En un submarino
Implórate venganzas estelares
Nada mejor que humillar
Tu galaxia
Con trabajos mal pagados
Es tu sino de bodas
Mientras la palmas
Sólo así
Viven los zombis
Aquellos que desprecian
Lo que les queda de vida
La luz es un monigote
Que ilumina huesos
Vestidos de negro.

*

A los intrépidos viajeros
Del tiempo
Dejo esta carta inconclusa
Llamarán a tu puerta
Un dia de niebla
Cuando los perros
Radiactivos de Chernobyl
Tomen el mando
Brillarán en las noches
Como bengalas famélicas


Pe Ter


sábado, 2 de diciembre de 2023

TU FORMA DE LLEVAR EL PARAGUAS TE DELATA por ALEXANDER DRAKE



Tú también te habrás dado cuenta, ¿verdad? Se puede saber mucho de la forma de ser de la gente por cómo lleva el paraguas en un día de lluvia. La mayoría de las personas, una vez que despliegan su escudo anti chubascos, dejan el brazo y la muñeca completamente estáticos y ya no los vuelven a mover ni un solo milímetro durante todo el camino. Da la impresión de que estuviesen pensando para sí mismos: “De aquí ya no me mueve ni Cristo. Yo ya he abierto mi paraguas y a los demás que les den por el culo”. Estoy seguro de que prefieren sacarte un ojo con alguna de sus varillas antes que mover ligeramente el paraguas y arriesgarse a que una mísera gota de agua pueda caer sobre sus hombros. Es así, tú lo sabes bien... Lo raro, lo excepcional, lo inaudito, es ver que alguien vaya moviendo su paraguas de un lado a otro, o subiéndolo, para evitar el choque con otros paraguas y, sobre todo, con otras personas cuando éstas no llevan ningún tipo de protección. Yo lo hago, por supuesto; pero debo ser de ese escaso 5% de la población que no es un completo gilipollas ni un cabrón egoísta.

En San Sebastián, esta imagen de días de lluvia intensa y cientos de paraguas circulando por las calles es algo de lo más habitual; y siempre que salgo a la calle y abro el mío, me doy cuenta de que esta circunstancia en la que nadie mueve NUNCA su puto paraguas cuando pasas tú, es algo que no ha cambiado desde que tengo memoria; y que, seguramente, nunca vaya a cambiar. Esto dice mucho de nuestra forma de convivencia. Y es que la gente y sus paraguas, en mitad de la lluvia, son una metáfora perfecta del ser humano como sociedad.

Alexander Drake


viernes, 1 de diciembre de 2023

SPLEEN NECESARIO por PEDRO GONZÁLEZ POLLEDO



No llueve tras los velados cristales,
sólo está el Sol marroquí en lontananza
y una brumosa tristeza que avanza
llena de presagios y de señales.

Oscuros pájaros elementales
ensayan en el alféizar su danza
y uno de mis dos gatos se abalanza
chocando su rabia en los ventanales.

Es la vida enviando sus mensajes,
y tal vez en mi locura yo ignoro
que en cada instante se oculta un tesoro.

Ando husmeando en el aire pasajes
que me devuelvan el tiempo perdido
y lo sigo perdiendo sin sentido.

Pedro González Polledo


miércoles, 29 de noviembre de 2023

TRES POEMAS DE ARBORETUM por GSÚS BONILLA




CERCIS SILIQUASTRUM

Queridos y estimados amigos:
por fin seco doy comienzo a la amargura
mereciendo la alegría del canto de los pájaros

Deseé mi muerte, conté uno por uno
los días que restaban hasta ella
sin embargo, no lloréis ahora mi ausencia:

sentidme cerca, de nuevo habladme

Os amaré desde la tierra sin rencor
como sin rencor en la tierra os he amado

Me llamasteis árbol del amor
comúnmente ciclamor y también árbol de Judas

Árbol de Judas, también


GINKGO BILOBA

Más allá de amarnos he de saber
si la Segunda Guerra Mundial
alcanzó su fin

Por qué aún hay semillas mías
repartidas por el mundo
como símbolos de paz
esperanza y resistencia

A estas alturas de la Tierra
deseo de un poema la misma luz
que la de aquel amanecer 
en Hiroshima

Qué otra cosa imaginar
que no sea el vientre atómico
de una aeronave

Qué otra cosa, inequívoca
desde el cimiento
que no sea una ciudad arrasada

Qué otra cosa, diferente
al sufrimiento humano
Qué otra cosa, dime

distinta al calor abrasador
de un bombardeo


QUERCUS ILEX

Hubo amaneceres poco razonables en sus delirios
románticos de cartucho de escopeta
rindiendo culto al cuello de los galgos

Su amor al extremo de las cuerdas
se anudaba a una de mis ramas
como una desgraciada ceremonia
que anclada queda a la memoria

Recuerdo de los ojos animales
que agonizaban en la dehesa
la mesiánica esperanza del ladrido
y una brisa que ensanchaba el abandono

Cigüeñas, moscas, yo misma como encina
suplicamos la llegada prematura de aquel día
en el que tanto indeseable fuese devorado
por la boca constrictora
de su propia mala sombra, pero

ese día no llegaba
y la impunidad en los romances
seguían matando perros


Gsús Bonilla, de Arboretum. Breve antología de árboles caídos (Ediciones Liliputienses, 2023)


martes, 28 de noviembre de 2023

QUIÉN SABE POR QUÉ por PABLO OTERO



Díctame un verso, dime

ve a por la compra, estoy cansada
dime
no hagas ruido, dime
hoy no,
dime.

Cariño, sabes?
el amor es una gran farsa.
El amor
las mariposas y el estómago, una
gran farsa, porque si el estómago está vacío
-me dijo-
no hay mariposas que vuelen, y
¿para qué
una mariposa que no puede volar?

Sabes, cariño?
-me dijo-
no quiero ese amor, quiero
que me respetes siempre
que aguantes mis malos días
-que los buenos se respetan solos-, quiero
que compartas, quiero
que seas tierno y que seas duro;
tú, pregunta.
 
Quiero tu voz, en mi oído, en la paz de la noche, tanto
como tu miembro en mis entrañas, tanto
como tu risa acompasada a la mía, tanto
como cientos de proyectos
o uno solo que dure siempre.

Deja al amor almidonado en el último cajón de la cómoda
por si acaso algún día necesitas alguna escusa.

Pero mientras
no sé te olvide:

No somos uno
nunca fuimos uno
nunca seremos uno;
Somos, fuimos y seremos
dos seres perdidos que intentan
caminar a trompicones
juntos

Pablo Otero


viernes, 24 de noviembre de 2023

ARBORETUM: Prólogo.



ARBORETUM:
LA VERTICAL DE LOS CONTRARIOS

Todo árbol es un anillo de aire. Un río de savia que las ramas detienen y luego escapa. De esa savia en la que el viento aletea contra el invierno, que tanto sabe y tanto se conduele ante el presente ecocida, surge este libro que es réquiem y llamada porque no entramos en un bosque sino en un arboreto de lo caído.

El término latino arborētum corresponde al campo de la botánica y designa una arboleda plantada con fines científicos que permite conocer las condiciones de desarrollo de algunos árboles. Aquí se dicen a sí mismos y nos dicen. Hacen presente la morgue del trabajo (la extrema tensión que imprime sobre los cuerpos hasta su rotura), la ciudad hostil y arboricida y, en conjunto, las contradicciones de un sistema de vida que no apela a la vida y ha de enfrentarse a un desastre ecológico sin precedentes. El devastador cambio climático, con sus efectos ya palpables en cada uno de los árboles del libro, se escribe también sin paliativos sobre el resto de cuerpos. Porque podemos hablar de cuerpos arbóreos, cada uno de los que en esta breve antología de la muerte se contraponen de modo agresivo al mundo hormigonado y domesticado, ante el que son gravísima petición de vida desde su violencia foliar. Aúllan. Dicen en primera persona el conocido aullido de Ginsberg y son estruendo de queja en la “última llamada de auxilio”.

Porque en cada uno de los poemas un árbol, presentado con su nombre científico, grita la destrucción, el dolor ajeno y propio pero también su vocación de vigencia: árboles ovillados o retorcidos, como el poeta, pero no doblados. Aguardando entonces la posibilidad (la necesidad) de ser y que con ellos retornen los paraísos (en esa letra cursiva que los vuelve pura materialidad). Se establece ahí el diálogo con un libro anterior del poeta titulado Un paraíso de orines (2019), donde leíamos “La verdad de todo árbol”: “la verdad de todo árbol/ es moldear una placenta/ con paciencia de reloj de sol”.

Árbol madre, árbol padre. En Arboretum toman la palabra. Lo hace el ciclamor, o árbol de Judas, que desde su muerte escribe una carta cuyos destinatarios somos también quienes leemos el libro. Lo hace la encina, horrorizada porque en sus ramas se ahorquen perros. Lo hace la ceiba, convertida contra su voluntad en arma y búnker. Se produce en el libro una amarga sucesión de metamorfosis: el yo enunciativo se desplaza interespecie entre lo humano y lo vegetal, así como nosotros ocuparemos el lugar de la lectura para escuchar la oración de los árboles en su apelación violenta y vegetal hacia la vida, como si los términos violento y vegetal no fuesen antónimos, como si en su oposición no brotase el lenguaje de lo inevitable.

En el movimiento tallo abajo (desangrándose) y la altura de pájaros y hojas se traza la vertical de los contrarios: la tensión atómica de la (auto)destrucción y la convicción vegetal de que no pueden olvidarse ni Hiroshima ni Chernobyl.

Ganador del I Premio Internacional de Ecopoesía “Valle del Jerte”, Arboretum es una doliente necrópolis vegetal, un obituario de resina donde cada árbol nombrado recuerda sus dones, la feliz florescencia, el agua y la sombra como dádivas. La ofrenda de lo pleno en lo vacío.

Por ello el floema –tejido vivo de algunas plantas vasculares que transporta los nutrientes elaborados durante la fotosíntesis– trae, en eco de rima consonante, al poema. Se producen traslaciones metafóricas para que eucalipto y libro se digan aunadamente aunque los arrase el fuego: en su ceremonia, el árbol enciende el poema y dice “adiós al aire de la boca”. Conversan en rima asonante Machado y los álamos para que en los tantos nombres de la floración pueda exclamarse la negación del hacha, la negación de aquellos aspectos más terribles de lo humano (si es que esta palabra resultase la adecuada, cuando no lo es).

Ante la percepción de los árboles como realidad sin tiempo, o fuera del tiempo, ya que su cronología y la humana resultan disímiles, en este arboreto se inscriben aquellos nombres y fechas que permiten visualizar todos los vínculos: la lucha contra la esclavitud en Estados Unidos, la guerra del Chaco, el ya nombrado desastre de Chernobyl y sucesos vinculados al Papa Juan Pablo II, un deshielo en los Alpes o acciones ecologistas en Canadá. De ese modo se cruzan la historia humana y la arbórea, así como también se hace visible la comunidad de lo vivo, aquello a lo que apunta la ecocrítica desde hace décadas, en especial a partir de The Ecocriticism Reader: Landmarks in Literary Ecology (1996) de Cheryll Glotfelty, donde se sientan las bases de la ecocrítica como el estudio de las relaciones entre la literatura y el medio ambiente. Ello ha permitido el desarrollo, entre otros aspectos, de la apertura hacia las comunidades interespecie.

Arboretum escucha las grietas de la madera: en cada fenda se nombra con enorme potencia el clamor mudo del árbol, porque cuando no escuchamos la naturaleza se suceden tragedias de nombre muy próximo. Pero incluso cuando las ciudades solo entregan, mezquinamente, diminutas macetas de cemento, o cuando nos asfixian la contaminación o la sed, sigue el lenguaje del árbol diciéndose:

sabrás que florecí, acabé fructificando
y completo desde aquí el hito de la luz

En palabras de Juan Carlos Mestre, la de Gsús Bonilla es poesía “de la reconstrucción crítica del porvenir”. El autor, que se ha nombrado a sí mismo ecosicario en El mundo florece para ser escrito (2023), hace aquí aún más audible la garganta herida de la ecobotánica, el daño en el pecho que se muestra ya desde los epígrafes iniciales. Con ellos nos situábamos en el espacio de la muerte, del árbol caído que aún alcanza a nombrar a los todavía vivos.

Escritura del colapso, ante el colapso, contra el colapso. Varias preposiciones más serían necesarias. Queda Arboretum como la pregunta sobre el sentido de cualquier poema ante el árbol que arde. Queda, rompiéndose, el aullido. ¿Cómo puede darse esta caída? ¿No era el árbol la respiración que eleva hojas y talle? Presencia totémica, cuerpo vegetal imprescindible al que Gsús Bonilla entrega tanto amor que brota este libro de lucidez trágica, adolorido y necesario.


María Ángeles Pérez López,
prólogo de Arboretum. Breve antología de árboles caídos,
de Gsús Bonilla

(Ediciones Liliputienses, 2023)


lunes, 20 de noviembre de 2023

CRUCIFIXIÓN por CELESTE PÉREZ FERNÁNDEZ



arrancas los clavos de mi piel
y edificas estancias
donde no cabe la lobreguez
ni la prez árida del invierno.
dices que resbalar de la cruz
es reconstruir el temporal de ternura
para la que te fui dada,
y digo que es lluvia bendita este milagro cuando te abrazo
y conviertes el óxido y las escamas en borrascas de deseo.
invades, laborioso,
lo propio de un mar deshabitado.
lo sé, porque, al jadear el pez, la madera flota en las aguas

Celeste Pérez Fernández

domingo, 19 de noviembre de 2023

EL AMOR EN LOS HUESOS por GEMA MARTÍNEZ




Embellécete, mundo,
que no nos queda tiempo.

Embellécete ya
para poder decirte
que a pesar de la mierda
de los poderes fácticos,
las mentiras, las guerras,
de los Kalashnikov
bajo el felpudo,

del amor en los huesos,
endeble como un bote
salvavidas,
de los embajadores
de la hipocresía,
de toda la basura
que naufraga en el cesped
de los parques
urbanos,
de los árboles secos
que ya no me dirigen
la palabra,
los futuros desiertos
amazónicos,
la alegría tremante
como ropa tendida
en la azotea,
de los cielos sin luna
como éste,
 
hoy hace(s) una noche
fabulosa
y brillan en tu espalda
un par de amaneceres
resilientes.

La eternidad tiene los días
contados
y es culpa nuestra.


Gema Fernández Martínez


sábado, 18 de noviembre de 2023

LA DENSIDAD DE LOS NÚMEROS: Luis Ramos de la Torre.



En estos tiempos en los que la prisa, el ruido y lo multitudinario se alían para hacer de la vida y del instante algo cada vez más superficial y efímero, que acaba definiéndose por una necesidad constante de medirlo todo y una urgencia por numerar y cuantificar la propia existencia y los modos de vida a través de un factum tecnológico que se infiltra cada vez más preciso y alienador; desde la palabra poética es necesario contrarrestar el enorme peso de lo numérico abogando por una conceptualización de lo cualitativo urgente y salvadora.

En La densidad de los números, Luis Ramos de la Torre sigue con su inquietud y su interés por complementar, desde lo intermedio necesario, lo ético con la fuerza del poema que ya apareciese en sus anteriores libros Lo lento, El dilema del aire, Urgencia de lo minucioso, Mientras pueda decir o La serena estrategia de la luz.


viernes, 17 de noviembre de 2023

DIGNIDAD por JOHNNY RAY



La dignidad del hombre
hace equilibrios
sobre un delicado filo
bajo el que dormita
un abismo,
cuanto más estima
su dignidad
más delicado es el filo,
más profundo el abismo,
cualquier leve corriente
puede hacerla quebrar
y caer.

El mundo no admite del hombre
dignidad,
no necesita
del hombre dignidad,
el mundo solo admite
cuanto necesita,
no necesita que el hombre
sea hombre
sino mundo,
dignidad tutelada,
limitada,
prevista,
estrictamente necesaria
para que el hombre
ocupe su lugar.

No hay dignidad
en una vida de trabajo
para lograr
permanecer con vida,
no la hay
por más que sea necesario
que la haya,
no hay dignidad
si el hombre no se ocupa
en ocuparse del hombre,
respetar,
formar,
invitar
al hombre a pensar,
sentir,
a su espíritu
manifestarse,
cada paso
propio,
no hay dignidad
si el mundo no es
lugar para el hombre,
si el hombre no es
lugar para el mundo.

De la suma de hombres
preocupados por el mundo
no resulta
un mundo digno,
de la suma de hombres
preocupados por el hombre
resultará
aun sin pretensión
un mundo digno,
producto
de una suma de dignidades,
quien trata de alzar
la voz de la dignidad
no es escuchado,
el mundo necesita
no escuchar
a pesar de que no es capaz
de erradicar la miseria
pero sí de crearla,
erradicar la injusticia
pero sí de crearla,
la enfermedad y la muerte
innecesarias
pero sí de crearlas,
no es capaz de ver
a un semejante
en su semejante,
de cuidar de sí mismo,
amarse,
confiar.

La sociedad incapaz
de respetar,
formar
a los individuos que la componen
no está legitimada
para juzgarlos,
la sociedad carente de valores
no está legitimada para juzgar
los actos carentes de valores,
la sociedad sin compasión
no está legitimada para juzgar
los actos sin compasión,
la sociedad que no vela
por la vida humana
no está legitimada para juzgar
los actos contra la vida humana,
lo mismo es asesinar
que dejar morir,
la sociedad injusta
no está legitimada para juzgar.

No hay deidad que juzgue a quien juzga,
solo el hombre se juzga a sí mismo,
no hay palabra
por encima de la suya,
no hay conciencia,
duda,
proceso,
conclusión,
no hay responsabilidad
superior,
no es posible la tarea de juzgar
sin haber asumido antes la de formar
una sociedad justa,
individuos que no necesiten
juzgar
ni ser juzgados.


Johnny Ray


jueves, 16 de noviembre de 2023

UNA LECTURA DE "VOLVER A LA TIERRA" , DE JOSÉ PASTOR, POR PEDRO VILLALÓN




NO CERRAR LOS OJOS

“vale vale de acuerdo
no les mires a los ojos
verías el infierno
pero no cierres los ojos
si no estarán vencidos
y nosotros ciegos y vencidos”

La mirada es selectiva, discrimina; el deseo es selectivo; la escritura también. Hay calles, gentes, vidas, a las que dirigimos miradas esquivas. El distanciamiento hacía lo no querido.

Relatos, poemas, reportajes, guiados más por lo atrayente que por una mirada neutra y limpia, suelen esquivar estas calles o reducirlas a un tópico de malditismo, un espacio de sombra que hace brillar con más fuerza otras calles bañadas por el sol; etiquetarlas como no deseables, indeseables. No por ello esas calles, esas gentes, esas vidas, dejan de existir. Tal vez vivamos en ellas, tal vez seamos ellos, o sea nosotros, y no por ello peores que los demás.

Veamos, que para eso sirve la mirada.

“acércate
ven
¿ves a ese viejo durmiendo en los bancos de afuera de la estación de autobuses?..
…nunca imaginó una vida así
ahora no puede imaginar una vida diferente”

En este nuevo libro de José Pastor, en especial en su primera parte “malas calles”, hay una voluntad clara de ver, de dar protagonismo a vidas que caminan por sendas alejadas de las autopistas del éxito social. La música de estos poemas es la cara b de esa canción que el imaginario social se empeña en que bailemos.

“en este poema no hay fiestas
hay resacas
en este poema no hay portadas ni fotografías para enmarcar
hay polvo sudor mugre barro moscas sangre”

Hay mugre, hay sudor, y hay, sobre todo, respeto. La mirada de estos poemas no está contaminada de superioridad, no es la del hombre blanco que visita la reserva, no se trata de documentar curiosos tipos pintorescos. Quien escribe no habla desde arriba, habla, hombro con hombro, a la altura de los ojos.

Es una mirada manchada de dignidad.

“gente que sale
de los patios traseros de casas que creíamos abandonadas
de los bares donde nunca entramos
de los pisos pateras que creíamos leyenda urbana
de los asilos públicos y de las pensiones
de los albergues y de los comedores sociales
que nunca
hasta ahora
habíamos visto
salen de las chabolas
salen de los callejones sin salida
de las cunetas y de los descampados
de debajo de los puentes
de debajo de piedras
ahora son cientos
tal vez miles
han salido de los agujeros donde se escondían
o donde les habíamos escondido o encerrado
ahora están en la calle en los parques en las plazas
y no podemos ignorarlos
o mirar para otro lado
¡están en todos los lados!
están aquí
y no podemos hacer como que no los vemos
aunque cerremos las ventanas y las puertas
y los ojos y los libros de historia
están aquí
¿los ves?”


NO ACEPTAR EL JUEGO

“no tenemos miedo
porque no tenemos nada que ganar”

Frente a nosotros una mesa y unas sillas. Sobre la mesa los naipes del orden social. Ya sabes, hacerte valer, jugar bien las cartas… Una partida, ganadores, perdedores; un paisaje de éxito y fracaso.

Alguien podría pensar que la voz que se escucha es estos poemas es la de quienes se sentaron a la partida y recibieron malas cartas o no supieron jugarlas. Otro lamento de perdedores, otra letanía de fracasados.

Pero la voz de estos poemas viene de otro sitio y va más allá. Es la voz de los que no aceptan sentarse en esa mesa, ni el reparto de cartas, ni la ganancia, ni la pérdida.

Porque su juego es otro.

“¿qué hacer con los que no participan en el juego?
¿qué hacer con los que no tienen
ni quieren
ni voz ni voto?
¿qué hacer con los que no respetan
ni creen
en nada
ni en nadie?
ni en jerarquías ni en mandamientos
ni en hombres ni en dioses
¿qué hacer con esos cuya palabra
no es ley ni verdad?
¿qué hacer con los que no se pueden clasificar?
ni etiquetar ni normalizar
¿qué hacer?
con esos que luchan
solos
cuando todos los demás
han huido?”


NO RENDIRSE

Pero, se acepte o no se acepte la partida, el peso del mundo carga contra la gente, el peso de la gran mesa de juego busca aplastarla. En esas “malas calles” que protagonizan la primera parte del libro, o más allá, en esos “malos campos” por los que discurren los poemas de la segunda se mueve gente que intenta aguantar, cada uno a su manera.

A veces abandonar el juego es abandonarse uno mismo.

“la autodestrucción como una forma de resistencia
suicida
como el fuego
contra todas las ruinas contra todas las riquezas”

A veces huir, cambiar de aires, cambiar de vida, parece la salida.

“dice que esta ciudad está maldita o enferma
que quiere irse a las montañas donde nadie le encuentre
tener una huerta
y ser libre y feliz
o estar muerta”

O tal vez buscar refugio, volver atrás, acogerse a otros mundos que aún perduran.

“a los que se quedaron
por encender el fuego
y mantenerlo encendido
por dar tiempo al tiempo
y ser la resistencia
por habernos dado la oportunidad de marcharnos
y cuidarnos ese lugar al que siempre podremos volver
por ser el azogue de los espejos
donde mirarnos cuando ya no quede nada
por guardarnos un pedazo de tierra
de infancia y de esperanza
donde encontrarnos
con la vida”

De una u otra forma, gente que intenta aguantar y lo consigue. Gente que se mueve de aquí para allá por los poemas. Gente que existe. Gente que resiste, como quien respira.

Esa gente que veremos si abrimos bien los ojos.

“ hemos caído tantas veces
una tras otra
con insistencia
poniéndole todo el empeño
y sin aprender de los errores
que hemos adquirido
una capacidad
de caer y levantarnos
que nos hace
inmunes
a cualquier derrota
y a cualquier victoria”


Pedro Villalón

Volver a la tierra: José Pastor González:


miércoles, 15 de noviembre de 2023

MANIPULAR EL MERCADO DE LA PALABRA por LUIS COLDER



manipular el mercado
de la palabra; asesores
de contenido, de intimidad
con las manos sucias
de tinta de calamar

un pope con los pies de barro
que le tiene miedo al espejo;
anciano y académico
esconde los restos de las palabras
bajo la alfombra en el salón del ego

adquirir el diez por ciento
de la palabra libertad,
exhibirla en la pared de la taifa;
nadar y guardar la ropa
de los ahogados

Luis Colder


sábado, 11 de noviembre de 2023

TENGO MIEDO por FRANCISCO SOTO



Tengo miedo, dicen los valientes,
los santos les cierran los párpados
con hilo fino y costuras de ángeles
en la promesa de que otros cuidarán de sus hijos,
de que serán otros los que amen a sus mujeres.

Los dioses conocen a cada muerto por su nombre,
saben del coste de sus actos,
contabilizan cada medalla al valor,
cada hazaña realizada en suelo hostil.
Los dioses, ellos que están en guerra contra sí mismos,
no morirán nunca,
no hasta que siga en pie el último soldado.

Tengo miedo, dicen los valientes,
antes de que silbe una bala
dirigida a la cabeza de quien les puso allí
y les perfore el casco con un último pensamiento.

Arrastrar los cadáveres por los pies, hacer
de los patios de escuela salas de autopsias,
de los hospitales cráteres donde dar de comer a los lobos
las placentas del paritorio.

Los iluminados tienen palabras para cada baja,
tienen
un millón de frases ingeniosas para cada daño colateral,
tienen
una promesa inútil con cada llanto
y el precioso coste calculado
de la metralla antes de estallar.
Los iluminados, están en guerra contra nosotros,
no morirán nunca,
hacen del sufragio universal un mar de sangre,
una red de mentiras contadas al viento del olvido;
no morirán nunca,
no hasta que no quede ningún inocente
sobre el solar arrasado de este planeta tomado
de forma ilegal.

Tengo miedo, dicen los valientes,
apenas se les escucha envueltos en banderas patrias,
llenas sus bocas de gusanos condecorados.

Regresan los héroes mudos a un hogar en ruinas
donde todo está en pie, pero bajo escombros,
todo parece igual, pero distinto,
salvo la pala que cava en la tierra
agujeros sin fondo,
salvo los estandartes orgullosos
que cuelgan de los balcones de ignorantes
y las sogas de canallas.

Tengo miedo, dicen los valientes
y asienten con los ojos cerrados,
los cobardes,
ante un ramo por hacer
de flores condenadas a morir.

Francisco Soto


viernes, 10 de noviembre de 2023

SENTIDO DE PERTENENCIA por MAICA BERMEJO MIRANDA



El sentido de pertenencia, según Andrea entiende, es lo que da seguridad, lo que convierte a los humanos en alguien distinto de los otros seres que pueblan este mundo. Es la razón la que hace al hombre plantearse y ser consciente de tales cuestiones.

En su corto o largo, pequeño o grande, simple o complejo raciocinio, sabe que le gusta vincularse. Le gusta pertenecer a alguien, a algún lugar, a algún rincón, a algún país, a algún círculo. Se siente bien cuando los demás piensan que forma parte de ellos, que les pertenece de alguna manera.

La libertad, según ella entiende, consiste en ser uno mismo junto con los otros. La libertad es complicidad, armonía, sustancia, raíz. Por eso a Andrea le gusta, quiere y necesita pertenecer, saber que es necesaria, que para alguien es esencial su presencia. Eso no la lastra ni le provoca sensación de agobio. Todo lo contrario, tener esa certeza le da una base desde donde proyectarse y alcanzar cotas que de otro modo serían impensables.

Lo demás le suena a apártate que me estorbas. A preconizo tu libertad porque necesito la mía. A quiero estar contigo cuando me interese, no cuando nos interese a los dos.

Le suena a quiero hacer lo que a mí me dé la gana cuando yo quiera. Tú me sirves para lo que me sirves y el resto, lo que tu necesites, quieras o apetezcas, no me importa.

“Libre te quiero, ni mía, ni de nadie, ni tuya siquiera” le canta susurrando en el oído Claudio como argumento para defender su punto de vista en una de esas interminables charlas de madrugada, donde contrastan ideas y pareceres.

Es una buena manera de intentar camuflar el egoísmo-egocentrismo. A Andrea eso no le vale. Simplemente esa no pertenencia la haría infeliz.

Como ella lo entiende, no ser suya, ni de nadie, es una condena a la más absoluta de las soledades. ¿Qué seríamos si ni siquiera, al menos, fuéramos de nosotros?

La libertad, al menos para ella, no está reñida con el sentido de pertenencia. A Andrea le gusta pertenecer. Pertenecer a alguien, a algún rincón, a algún círculo, a algún país, a algún lugar. Sin ese sentido de pertenencia su vida no tiene sentido.

La libertad, querido mío – le murmura al oído- es otra cosa. Al menos, para mí. Mañana seguimos, hoy se ha hecho muy tarde.

Después de un adiós estremecido por el inicio de un bostezo, desliza el dedo sobre el icono del teléfono en rojo y el silencio invade la estancia.

Maica Bermejo Miranda,
del blog Al Sur de los tambores.


jueves, 2 de noviembre de 2023

EL HIJO DE UNA ESTRELLA por TOMÁS SOLER BORJA



La Garbo, Rita Hayworth, el glorioso Hollywood de los cincuenta. A miles de kilómetros y decenas de años, sentado en familia, frente a la vieja televisión Anglo en blanco y negro, veía a aquellas mujeres: su belleza, su presencia, ese aire cosmopolita y mirando a mi alrededor, a lo largo y ancho de mi pequeño mundo, únicamente mamá parecía a la altura. El glamour de mi madre no tenía nada que envidiar a las divas del celuloide, al menos para mí, su hijo pequeño.
Pero ellas fumaban y mamá no.
Por no oírme más, por pesado, por amor a ese hijo malico que no se le despegaba ni a sol ni a sombra. Sí, por todo esto tuvo que ser (no lo dudes, yo lo sé, te lo estoy contando como lo siento), mamá, al fin, se compró un paquete de Fortuna; y junto a este, un mechero bien bonito. Y allí solos los dos, en aquella habitación deprimente y gris de pensión, en el mismo corazón del castizo barrio madrileño de Chamberí, con la ventana ligerísimamente abierta, mamá comenzó a fumar para mí, para que yo la viese encenderse los cigarrillos, darles caladas, echar el humo hacia arriba con un leve gesto de su cabeza...
Dios mío, qué clase tenía, me hacía sentir como el hijo de una estrella.
Pero no le gustaba fumar. Nada, que no había manera de que aquello le agradase. Hasta se le olvidaba que ahora era una mujer fumadora, y yo se lo tenía que recordar: <<Mamá, venga, fúmate un cigarrillo.>> No, evidentemente ese vicio (y en verdad ninguno, exceptuando, quizá, el café bien cargado, torrefacto, molido por ella misma para que conservara toda su esencia) iba con ella, y así me lo hizo saber tras un par de días y cuatro o cinco pitillos. Y yo, que tanto la quería y tantísimo la admiraba, tuve que resignarme: <<Está bien, mamá, también estás guapa, aunque no fumes.>>
Y de regreso a Águilas, ya en casa, mamá, abriendo su bolso, le dio el paquete de tabaco y el mechero a papá: <<Toma, Santy, no preguntes, un capricho de tu hijo, que nos ha salido así de peliculero.>>
Porque él sí fumaba. Y mucho. Y todo lo que fuera tabaco, prendiese y se le pusiera por delante: rubio, negro, puritos, con boquilla, hasta en pipa le he visto yo fumar. Una chimenea. Aunque sin tonterías. Sin postureo alguno. Mi Santos fumaba como un carretero. Capaz era de juntarse con dos o tres cigarros prendidos al unísono. En el comedor de su casa y en el puente de su barco. Porque lo dejaba un momento en el cenicero atestado de colillas, no se daba cuenta y se encendía otro. Papá se fumaba su tabaco, lo quemaba como auténtica paja. Un paquete. Dos al día. Tres no compraba, en la ilusión de que así fumaría menos. Y no conforme, luego, pasados los años, con la luz de mi Sexton brillando lejos, en el firmamento y en nuestra memoria, también se fumaba nuestros cigarrillos, los de sus tres hijos, igualmente fumadores desde la adolescencia.
Hasta que cerca de los sesenta se dejó de fumar. Y años después (treintañero entonces), yo también, como buen hijo.

Tomás Soler Borja


lunes, 30 de octubre de 2023

EL VENDEDOR DE LIBROS: Maximiliano J. Benítez.



Aquiles Bayón llevaba diez años al frente de la librería que heredó de su padre. Diez años de rutina infalible, de íntimo desencanto. Los mismos años que ha dedicado a leer parte del catálogo en busca de respuestas, de estímulos que lo invitaran a abrazar el oficio, huir de la desidia que dominaba su vida. Hoy acabó el último de la lista que se había impuesto. Hoy, los silencios de su padre y el recuerdo de las tribulaciones de su abuelo en la guerra, le impiden abrir el cerrojo, levantar la persiana metálica de la vieja librería, y lo empujan a iniciar un viaje que acaso no tendrá retorno.


domingo, 29 de octubre de 2023

5 POEMAS de ALBERT SIHOD




ESTO ES ALGO ASÍ

cuando la escritura llama, debes atender,
olvida eso de tener opción.
es como si llamase el gobernador de una
cárcel para levantar de la silla
a un condenado, a punto de ser frito.
ser poeta, escribir, poco tiene que ver con
decisiones, son necesidades;
como respirar, reír de vez en cuando.
cuando la escritura llama, puedes ignorar
el llamado, pero no dormirás,
no te concentrarás, no serás funcional y
te sentirás como en una cárcel,
sentado en una silla, a la espera, la espera.


EL DUELO

seguir hasta el final
es la pauta, esa es la norma.
ver en el espejo, las arrugas,
las cicatrices y recordar
los golpes, las madrugadas.
mira de frente a la vida
con la satisfacción de que aún
no ha podido vencerte, aunque
lo hará en su momento.
espera, resiste, hasta el final.


UN POCO QUIZÁ

la vida es
sólo un proceso
de aliteración.
constante.

eso que a ti
te sucede, la
vida lo conoce
de sobra.

ni tu ni yo
somos —aunque
duela—seres tan
especiales.


SIEMPRE A VECES

todo el mundo contempla
su porción de dolor, como ineludible
castigo, natural o divino y de ser así,
todo mundo aquí debe
expiarse y confiar ciegamente
en su individual resiliencia.
avanzo tranquilo haciendo fotografías
entre la gente que parece muerta.
como siempre intento no convertirme
en uno de ellos—quizá ya lo sea—.
son millones y cada día aparecen más.
el engranaje no para, sigue girando.
mi sola presencia en esta céntrica avenida
es una hueste, una provocación.
deseo te unas a la batalla, aunque esta
guerra hace tiempo está perdida.


NO ESTÁ DE MÁS SIEMPRE
TENERLO EN CUENTA

claro que el dolor es
de gran utilidad a la escritura.
la creatividad se presenta
en estado puro,
se desborda.
tienes algo sobre
lo que escribir.
pero no mientras lo sientes.
cuando el dolor
se posa sobre ti es baldío,
inaprovechable.
te congela.
se debe esperar lo suficiente
para mirar la herida
desde diferentes ópticas.
abrirla un poco, tan sólo un
poco para no olvidar
la sangre.

Albert Sihod


sábado, 21 de octubre de 2023

DESPUÉS DE LA SAL por MARLUS LEON



Después de la sal
no hay nada...

Una cometa
se retuerce y vuela...
contempla tu boca
balbucea figuras...

Un universo late
con un único compás

salvarte
o
aprender
a vivir en paz...

Marlus Leon


viernes, 20 de octubre de 2023

BOCA DE LUZ por BEATRIZ BERNABÉ




Apenas se desploma la luz,
detrás del frío
y sus agujas,
vuelve tu nombre aprendido.

Nunca sé qué remedio dar
a tanto desconsuelo,
a tanta nada, que soy yo,
a manos llenas.

Pienso en el desastre de vivir en este cuerpo yerto,
en esta soledad aprendida de memoria.

Ordeno las miserias,
una a una.

Les pongo límites,
las encuadro,
las encierro verso adentro.

Solamente la música
me soporta,
me niega la pena.

Te trae a mi ventana.

Me abre por dentro
como una boca de luz.

Me susurra que alguna vez no fui triste.

Recuerdo mi sonrisa con los ojos cerrados.

Y te recuerdo a ti, abrazado a mi cuerpo,
deshaciendo el mundo y su humedad
con las yemas de los dedos.

Abandonado a lo terrible.
Tremendamente bello.

Yo sé que fui feliz.

Es lo único que recuerdo.


Beatriz Bernabé


jueves, 12 de octubre de 2023

EL CORAZÓN DEL MUNDO: Juan Antonio Mora.



Vengo de la muerte
como un intruso
extranjero
para besarte
en los ojos
y ver la revolución.

*

El frío ha cerrado la noche.
El frío ha entrado en mi cuerpo
                              (sin ternura).
La luz se apaga
                  y  cae,
el silencio me duerme.

*

Yo hablo de amor
y el Mundo
es una guerra.

*

A través de la escritura
llego a ti,
con manos de ciego.

*

Perdido
en el delirio
de las palabras.
Escucho atento
mi voz
         en el vacío.

Juan Antonio Mora, de El corazón del mundo (Corona del Sur, 2023).


miércoles, 11 de octubre de 2023

ESE SOL QUE ES OTRO por ANTONIO JAVIER FUENTES SORIA



Tardan en llegar a esta ciudad
la lluvia de la tarde
y esos cristales rotos
que dibuja la escarcha
en las mañanas de invierno.
Me gusta estar en casa,
con los míos.
Antes, era distinto,
cuando andaba sobrado
de tiempo y de ignorancia,
pero ahora,
cuido cada segundo
con el mimo del hombre
que acaricia a su perro.
Leo, escucho jazz, hago ejercicio.
Compro el pan en la esquina
lo cual me aleja de ser un ermitaño.
Es por eso que me sobran
las ascuas aún encendidas del verano,
y que aguardo paciente
a ese sol que es otro,
al anémico y ausente,
detrás de las cortinas.

Antonio Javier Fuentes Soria


martes, 26 de septiembre de 2023

LA QUÍMICA DEL COLOR SEGÚN PABLO CEREZAL



Hay a quien le espanta y a quien le fascina. Por mi parte, he de declararme, sin titubeo, entre los segundos. Me fascina la carne cruda: su sabor y, sobre todo, su textura. Porque el sabor es retenido en la cárcel brava en que también languidece el olvido. Pero la textura es cosa que nunca se olvida.

Así los relatos de Pepe Pereza. Tal cual, como carne cruda. Del lector depende si decide hacer de ellos banquete o apartar el plato por miedo, desconfianza o asco.

Decía Julio Cortázar que el cuento, el relato, es una esfera cerrada y sólo es perfecto cuando se aproxima a esa forma en que no puede sobrar nada y en la que cada uno de los puntos exteriores está a idéntica distancia del centro. Pues así los cuentos para no dormir de Pepe Pereza. Así sus relatos y así esa manera que tiene de envolverlos en otra esfera más grande que es un todo. Porque sus relatos no sólo son esféricos, a lo Cortázar, sino que se agrupan en volúmenes que tienen sentido por sí solos. Como debería ser un poemario, ahora que tanto se lleva eso de juntar «poemas» u ocurrencias segmentadas en un volumen y llamarlo poemario.

No proliferan los volúmenes de relatos acariciados por una misma idea que les dé forma pero no los deforme. No existe la palabra «relatario», todo queda en «cuentos de», «relatos de» o, ya puestos a ensuciar el fango, «los mejores relatos de» o «cuentos completos». No así en el caso de Pepe Pereza. Él escribe al dictado de una idea que agrupa y sincroniza un tropel de barbaries vividas o simplemente advertidas. Porque Pepe observa la realidad circundante, esa que otros llaman sucia sin advertir que simplemente es sucio lo que la rodea. Pepe observa, bebe, degusta, traga y macera en el aparato digestivo de sus dedos como teclas toda la realidad que a otros nos anega. Y después la escupe. Y no por revestida de esputo es sucia. Sucia, a la realidad, la hacen los que ni siquiera la circundan. Los que viven apoltronados en su diván de almohadillados sueños de grandeza. Los que de la literatura no tienen noticia ni de la vida certeza.

Realismo sucio. Bukowski y el resto de icónicos iconos que pueblan las redes y los noticiarios a lo Che Guevara after ZARA. Más sesudos los hay: hablan de Carver y sus renglones como puñaladas. Aun, más robustos en su sapiencia, otros: mentan a Cortázar sin haber pisado una línea de sus rayuelas oxidadas de saliva y espina.

Pepe Pereza habita el anonimato, y sólo desperdicia referencias compartiendo vandalismos o pasiones en su muro de Facebook, muy de tanto en tanto, sin molestar ni referir ni agradecer ni aplaudir. Pero luego, en su día a día, contempla la vida con ojos de gato descreído, regresa al hogar, se asoma al teclado y permite que sus dedos comiencen a ametrallar a un sinfín de personajes que ya venían heridos de fábrica. De sus dedos brota la vida real, con todo su catálogo de desdichas y toda su vulgaridad. Detiene, por un instante, el ritmo, y fuma, profundo y certero, inhala THC o nicotina, comprende que sus personajes pueden aparentar sucios, ruines, hoscos o desagradables al lector, y les devuelve la hondura que les pertenece, la ternura de que no adolecen, esa que les han usurpado los mandamases del día a día.

La química del color, el último, hasta la fecha, «relatario» de Pepe Pereza, es otro catálogo de esferas perfectas, en lo literario, y vidas maltrechas de horror y ternura, en lo humano. Los colores como leit motiv que ordena el ritmo de su prosa exacta, el de los pasos hacia el vacío que dan todos los personajes que lo pueblan, incluido él mismo, de quien hace personaje para acercarnos como merecemos al sufrimiento y el pánico que puebla la vida de este ser que llamamos humano. Incluido él mismo de tal manera que, sin aún haberlo hecho, deseo mucho más que años atrás el abrazo que nos debemos. Su prosa afilada y rítmica nos regala personajes que nada tienen de inventados. Durante la lectura, tras hacer del riesgo sutura, podemos abrazarles el daño saboreando la textura de esa cicatriz que todos anidamos pero ellos dejan a la vista por obra y gracia de una sabiduría literaria que ya quisieran tantos adalides del realismo sucio sin vida y los poemarios sin poesía.

Finalizo la lectura de tan delicioso volumen y, una vez más, sueño con atragantarme de carne cruda. Sueño en mi garganta su textura.

Pablo Cerezal,
en Vislumbres de El Dorado



jueves, 21 de septiembre de 2023

VISIÓN RADICAL por SUSANA BARRAGUÉS



Hay un salto de lo real a lo transcrito, como un hálito contenido,
una décima de segundo en suspense entre lo entendido y lo formulado,
que participa de la misma materia
que la sustancia que hay detrás de las puertas, debajo de las camas,
en los ojos a punto de ser desprendidos de su venda,
en las zonas oscuras tras las ventanas rotas de casas viejas,
donde nadie pone pie ni mira en su interior
pero que al amanecer tiemblan con el resplandor del día
que todo lo ciega, porque todo
participa del éxtasis de ser tocado por la luz.
Esa misma suspensión de vacío, en el que las cosas que penden
se deciden a caer o aguantan un último equilibrio.
Ese instante por el que el viento titubea y duda
si arrancar de cuajo las hierbas espesas o solo peinarlas,
y finalmente se lleva el sombrero de mi cabeza.
Así me asomo a la pura realidad sin pensamiento,
llevo el cuerpo por delante del entendimiento
y veo todo a la luz.

Y solo encuentro una cosa: evidencia de amor.

Susana Barragués Sainz


martes, 12 de septiembre de 2023

LA LUNA SE AGRANDA por NATACHA G. MENDOZA



Vestirse de la historia y avanzar texto abajo sin miedo al fracaso. Pero en el tercer renglón todo se precipita hacia el derrumbe. Regresar al inicio como si nada hubiera pasado, volver al intento sin reconocer que es otra oportunidad. Escribir desde el vacío. Rodar por las letras como un cuerpo sin huesos. Ser tan vulnerable, tan carne viva. Llorar ante la imposibilidad, sin aceptar ese verbo, porque no queremos mojar el papel, porque todo volvería a ser borroso y decrépito. Escribir una niña, un perro, tal vez un pantano. Deletrear la luna de anoche, porque hay que utilizar el tiempo. Describir la belleza de la luna, de la niña y el pantano. Hacer rodar al perro tres renglones, buscar adjetivos para sus ladridos. La angustia, escribirla, respirar porque la luna se agranda. Llegar a la siguiente página con el agua del pantano salpicando gritos… y escribir más ladridos que no podrán salvarla.

Natacha G. Mendoza