viernes, 31 de diciembre de 2021

CONTRA LAS CUERDAS por JULIA NAVAS MORENO



Estoy contra las cuerdas:
un cuadrilátero en medio de la nada. 
Acosada, aturdida, 
me tapo con los brazos: dos columnas frágiles 
que se hacen añicos en el último y certero golpe. 

No puedo escapar, aunque lo intento: 
hay sogas de dolor y nudos en mis tobillos 
mientras el contrincante celebra su victoria 
dando pequeños saltos en el centro del ring. 
Deshago las ataduras a tientas: 
no es invisible la urdimbre tejida
en el cuarto de mis fantasmas 
junto a las escobas y la tabla de planchar,
junto a los berrinches y otras soledades 
y una barra de labios que ahora me parece 
demasiado roja y he dejado de usar. 
Creo me hace más vieja de lo que ya soy. 

Lo cuento por enésima vez: 
apenas me miro en los espejos, 
sino a través de lo que queda de mí 
en la belleza de mis hijos 
mientras desaparezco en su dolor 
que fue el mío 
en miméticos tiempos de adolescencia.

Julia Navas Moreno, de Zapatos sin cordones (Chamán Ediciones, 2021)


jueves, 30 de diciembre de 2021

MENSAJE por ALLEN GINSBERG



          Desde que empezamos a cambiar
          comprendernos rodar trabajar
          llorar y orinar juntos
          me despierto en la mañana
          con un sueño en mis ojos
          pero tú estás en Nueva York
          recordándome. Bueno
          Te amo Te amo
          y tus hermanos están locos
          acepto sus borracheras
Hace mucho tiempo que estoy solo
desde hace mucho tiempo me siento en la cama
sin nadie que acaricie mi rodilla, hombre
o mujer nada me importa ahora,
quiero amor nací para ello quiero que estés conmigo
hay barcos transoceánicos hirviendo en el Atlántico
Delicadas estructuras de rascacielos,
Seis mujeres desnudas bailan sobre una plataforma roja
Las hojas son verdes en todos los árboles de París
Estaré en casa dentro de dos meses y te miraré a los ojos.

Allen Gingsberg, de Antología de la Beat Generation. Marcos-Ricardo Barnatán (Chamán ediciones, 2021)


miércoles, 29 de diciembre de 2021

TODO EL ODIO QUE TENÍA DENTRO: Servando Rocha.



La historia jamás contada de la España brutalista y de Madrid a través de la figura de Dum Dum Pacheco, delincuente, legionario y boxeador, y los Ojos Negros, la banda suburbial más temida y peligrosa de la época

A comienzos de los sesenta, tras el estreno de West Side Story, una generación de chavales de la periferia madrileña llenos de ira y con estiletes en los botines, toma las calles e imita a las pandillas de la película. Bailan en los pasillos del cine, agreden a transeúntes, roban coches, huyen de la policía y protagonizan verdaderas batallas campales con otras bandas. «La misteriosa banda suburbial de los Ojos Negros, de la que todos hablaban —cuenta Moncho Alpuente—, ocupaba el primer puesto de la lista de chicos malos». Ángel Luis —una especie de cheyene castizo que hace de extra en películas de indios y vaqueros—, líder absoluto de los Ojos Negros, es una figura colosal temida por todos. Dum Dum Pacheco, delincuente juvenil, legionario y miembro de la banda, se convierte en uno de los boxeadores más famosos, y también peligrosos, que sale de prisión y combate vigilado por agentes. A partir de su vida («Entonces solo tenía tres ídolos: Hernán Cortés, Franco y Elvis Presley», afirma) descubrimos una historia mayor: la historia jamás contada de la España brutalista, desde la posguerra y el franquismo hasta la llegada de la democracia.

Durante seis años de intenso trabajo, consultando prensa, informes policiales y entrevistando a los últimos supervivientes, Servando Rocha marcha en busca de Famoso Dongil, nuestro Muhammad Ali, que salía a pelear con un poncho de los Tupamaros y se creía invencible, o del primer rocker, a quien encuentra cantando para turistas en un piano bar. Conoce a toda una generación con un pie en la tumba y que jamás ha contado su historia, como el escurridizo Mariano Revilla, número 2 de los Ojos Negros, con dos metros de cicatrices cubriendo su cuerpo. Sigue las andanzas por Rusia del divisionario Dionisio Ridruejo o de refugiados nazis que fundan revistas izquierdistas, falangistas amantes del pop y mercenarios de las OAS francesas abriendo templos de La Movida. Traza un mapa de todas las bandas callejeras que se disputaban a sangre y fuego la capital: Comilleros, El Triángulo, Látigos, Ratón Blanco, Deans, Campanos, Nazis, Cascabeles, Vikingos y hasta pandillas de chicas armadas, todos ellos machacados una y otra vez por los Ojos Negros, reyes absolutos de la urbe y del disturbio, y mánagers no oficiales de Camilo Sesto. Mientras todo esto sucede, los sótanos de la siniestra Dirección General de Seguridad se llenan de yeyés de la periferia, Billy el Niño tortura a Dum Dum Pacheco y hasta la banda de el Lute se enfrenta a los Ojos Negros.

Estamos ante una magistral obra de no ficción narrativa que se lee como una novela río y donde acompañamos al autor en este descenso a los infiernos, compartiendo cada uno de sus descubrimientos: «Me disponía a entrar en un lugar inhóspito, peligroso —escribe—. Un fangal, una España brutal y desconocida. Hasta allí fui, con linterna y bajando peldaño a peldaño. Y temblé».


domingo, 26 de diciembre de 2021

A CIERTA EDAD por ANTONIO JAVIER FUENTES SORIA



Abrir un mapa y,
al azar,
señalar cualquier punto
del planeta,
y asomarte después
a la ventana,
y mirar,
mudo e impasible,
el horizonte,
como quien ha perdido ya
todos los trenes.

Antonio Javier Fuentes Soria, de El outsier (Versátiles, 2021)


viernes, 24 de diciembre de 2021

CINEXÍN 1974 por VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ



La secuencia podría ser, si cierro ahora mismo los ojos e intento reproducirla en mi mente, más o menos así: después de varios días de llamadas, compras y preparativos, saldríamos de la Calle del Carmen 12, en pleno centro de León, mi hermana, mis padres y yo (pongamos que, para esta regresión en concreto, con ocho años), sobre las nueve, ya noche cerrada y gélida en la tierra, abrigados hasta las cejas, iríamos en coche, un Simca 1000 de color granate, por La Condesa hasta el Hostal de San Marcos, iluminado especialmente para la ocasión, cruzaríamos el puente (ahora peatonal) sobre el Bernesga hacia El Crucero, y giraríamos en la rotonda del Bar Ferroviario a la derecha, dejando a un lado el Parque de Quevedo (por aquel entonces solo un destartalado vivero), hasta llegar a la Glorieta de Pinilla, donde vivían mis abuelos y, aquella noche en particular, Noche Buena de 1974, nos estaría ya esperando el resto de la familia: el tío Antonio, la tía Tere y el tío Miguel, tía Geli, tía Rosi y tía Casil, Marcos, Jorge, Óscar, Alma y Sonia, mis primos, todos más o menos de mi edad, mi padre, mi madre, mi hermana y yo, y mis abuelos, Manolo y Consuelo: diecisiete personas, nada más y nada menos, en aquel tercer piso de la Glorieta de Pinilla, de unos cien metros cuadrados, no sé, realmente, cómo lo podíamos hacer... Y justo al entrar, después de haber aparcado lo más cerca posible el coche y subir tiritando en el ascensor, lo primero de todo y como un gigantesco abrazo de bienvenida, aquel maravilloso olor: a consomé dorado y humeante y langostinos recién cocidos y cabrito y pimientos asados, un aroma delicioso y embriagador, diferente al de cualquier otro día del año, a familia y reencuentro, a total Navidad... Y a continuación, en tromba y caóticamente, los besos y abrazos (de los de antes del Covid, de los de verdad): diecisiete personas besándose y abrazándose y celebrando, con una sonrisa en los labios y el corazón al desnudo (que diría mi querido Baudelaire), el hecho de estar, un año más, juntos y vivos... Y el jaleo, acto seguido, de colocar los bolsos, paquetes y abrigos, las carreras de mis primos por el pasillo y las risas de mis tías en el comedor, las bengalas y serpentinas, las primeras copas de cava o de fino, los villancicos, los chistes y las confidencias, el ponerse todos apresuradamente al día de todo... Y justo antes de cenar, ya algo achispados los mayores, la hora de los regalos de los niños, que, con tanta gente en casa, eran muchos y muy sorprendentes: Monopoly, Madelmanes y Geypermanes, Quimicefa y Magia Borrás (mis favoritos), Scalextric, Juegos Reunidos Geyper, Exin Castillos, Cinexin... todo un mundo, en suma, de diversión y prodigios... Salvo, claro está, y como en cada Nochebuena, el regalo del tío Antonio, hermano soltero de mi abuela Consuelo, sin duda el más peculiar: nos reunía en fila india en el salón por orden de edad, nos preguntaba cuántos años teníamos, y nos daba un duro (con el omnipresente jerol de Franco estampado, aun estando ya casi en las últimas), cinco pesetas por cada año que cada uno tuviera, una pequeña fortuna para cualquier joven castor... Pura magia y ensoñación todo aquello, para mí al menos, evocado hoy, aquí y ahora, con cincuenta y cinco y en plena pandemia, aquellas gloriosas navidades de los años 70, al borde ya de la Transición y de una España nueva, todos felices en aquel pequeño piso de las afueras, embriagados por aquel olor a consomé y langostinos y cabrito y pimientos asados, y arrebatados, como diría el mago Iván Zulueta, por el espíritu de la Navidad... Cierro ahora los ojos para intentar reproducir en mi mente aquellas Nochebuenas, la de 1974 en particular, y es como saborear y oler y sentir y ver y escuchar otra vez todo aquello, mi magdalena de Proust personal, pura sinestesia y desorden de los sentidos, las risas de mis tías y primos, el sabor de aquel consomé y el olor de los langostinos en los dedos, los villancicos sonando de fondo, las conversaciones cruzadas, las serpentinas y las bengalas, las burbujas del cava y el crujir del turrón, la pierna chirriante de madera de mi abuelo (mutilado de guerra), el tacto gomoso de las cartas de la baraja tras la cena y los reflejos caleidoscópicos de las bolas navideñas y el espumillón...

No tenía ni la más remota idea, si he de ser sincero, de sobre qué iba a ir este cuento cuando me he sentado hace un rato frente a la pantalla del ordenador a escribir, pero al cerrar los ojos y pensar en la Navidad, en las que yo por aquellos años viví, fellinianas y entrañables, mágicas y memorables, mis dedos se han independizado de mi cabeza sobre el teclado y han sido mis cinco sentidos los que les han dictado automáticamente estas líneas, lo que yo recuerdo de aquella Nochebuena de 1974, mi familia al completo en casa de mis abuelos, aquella mixtura de olores y música y sabores y colores, aquel cinexin de emociones y sensaciones: el espíritu de mi Navidad.


Vicente Muñoz Álvarez,
de Contamos la Navidad: Fiesta
(Impresión Punto y Seguido, 2021)

Cover by Álvaro Collar Muñoz

jueves, 23 de diciembre de 2021

EL DAÑO por TOMÁS SOLER BORJA



Qué ojo de cristal más bonito tenía tía Freda. Era fascinante. De niños nos quedábamos mirándoselo completamente embobados. Entonces, cuando al fin giraba la cara la tía, y nos descubría con su otro ojo, el feo, el de color caca, se echaba a reír. Su risa de bruja nos daba un miedo tremendo. Temblábamos. Y la tía, quitándose esa piedra preciosa de la cuenca, nos lo ofrecía para que pudiéramos tocarlo. Tomad, he aquí mi daño, decía poniéndose muy seria de repente. El ojo de cristal estaba caliente, pesaba, parecía estar vivo entre nuestras manitas blandas y timoratas. Era como una esmeralda gigantesca; no perdía para nada su magia, su poder, conservaba intacto, también fuera de su cuenca, el poder de hipnotizarnos, de ver más allá de la piel, de leer el respeto temeroso que emanaba de aquellos rostros inocentes. Era muy capaz de llegarnos muy al fondo, de alcanzar hasta nuestros corazones o incluso más allá; y mirar, y vernos, desvelar de qué estábamos hechos y cuáles eran los sentimientos que nos embargaban en todo momento.

Tomás Soler Borja


miércoles, 22 de diciembre de 2021

UN POEMA de LOIDA RUIZ RODRÍGUEZ



Entrelazar las manos
es a veces un acto revolucionario
contra la propiedad privada.
Cuando lo hacemos
dejan de ser tuyas o mías
y el sentido del tacto confunde los límites
del singular.
Nuestros dedos son así engranajes de una escultura constructivista y viva
que se expande y se pierde
en un cielo de ladrillos.
Se desvanecen los contornos privativos.
Nos reinventamos como ingenieros
del desconcierto.
Surge entonces
una geometría sin dueños
un instante
que Rodchenko
sin duda
querría apresar.

Loida Ruiz Rodríguez


martes, 21 de diciembre de 2021

EL SENTIDO DE LA LITERATURA por MAX BENÍTEZ



Tendría ocho o nueve años cuando presencié un atropello mortal. Iba camino al mercado de la mano de mi madre, pendiente de saltar correctamente de línea en línea en el paso de cebra, cuando oí un rumor, un golpe seco, el chirriar de los frenos del tren y algún grito estridente y seco. Luego recuerdo la palma de la mano de mi madre tapándome los ojos para evitarme el terrible espectáculo del jubilado desparramado en el paso a nivel al que, no obstante, a pesar de su rápida maniobra, pude ver perfectamente: el reguero de sangre que partía del cuerpo, en las vías, hasta la cabeza que había rodado por el arcén hacia la boca de tormenta donde quedó atascada mirándonos, como pidiendo auxilio con un grito silencioso y congelado para siempre. Tras el incidente del que, sinceramente, no tuve plena consciencia (testigo presencial de un hecho que no era capaz de asimilar), regresamos a casa casi a la carrera. Durante un tiempo mi madre estuvo muy afectada por lo que había visto. Yo lo había echado confusamente en el olvido, pero la huella de lo que presenciamos fue para ella tan fuerte, lo recordaba siempre de tal manera, que muy pronto comencé a poblar la imaginación de todo lo que no había visto y entendido, todo lo que enumeré antes y que mi madre contaba con todo tipo de detalles a las vecinas, a mi abuela por teléfono, a mi padre cuando cenábamos, al portero de enfrente día sí y día no, a la frutera y al carnicero, hasta que acabé por soñar con el pobre hombre decapitado en el paso a nivel. Pasó así un tiempo. Un buen día dejó de hablar de ello y creo que hizo un pacto con su memoria. A mí, curiosamente, me costó un poco más. Cada vez que pasaba por el paso a nivel veía la escena, el brillo de la sangre negra que dibujaba una recta desde las vías hasta la alcantarilla, los gritos de la gente, la presión de la mano de mi madre, el insufrible y agudo sonido del freno de la locomotora, los chispazos quemando los hierbajos del arcén. Únicamente recordaba los detalles que no había alcanzado a ver pero que tanto se revivían en casa. Olvidé todo al llegar a la adolescencia. Luego nos mudamos y eso puso punto final a la historia.

Ahora bien, imaginen que lo que acabo de referirles es falso. Que me lo inventé movido por la vanidad, el aburrimiento, o el íntimo deseo de manipular durante un par de minutos las emociones de alguien, de quien sea, como si fuera un dios infinitesimal en busca de revancha. Suena a crueldad o a tomadura de pelo? Nada más lejos de la verdad, se lo aseguro. Pero en la aceptación de este juego tan serio y por momentos perverso, reposa la clave o el sentido de la literatura.


Max Benítez


lunes, 20 de diciembre de 2021

PUEDE SER CUALQUIERA por ALBERT SIHOD



existen maneras
eficientes en las que las
personas insisten
en destrozar sus vidas.
no hablo de las drogas
o amores fallidos,
no, nada de eso, hablo
de trabajos que les eliminan
del mapa,
deudas que les desgastan
y no les permiten
dormir por las noches.
rentas, facturas, impuestos.
cosas incontrolables como
una llanta pinchada
en un atasco por la
mañana cuando se tiene
prisa, el retraso
del autobús, un cajero
que no suelta el dinero.
cosas nimias, insignificantes
pueden ser la causa de que
las personas se vuelvan
amargadas, odiosas
y se vayan poco a poco
convirtiendo en ese vecino
al que los niños del barrio
odian y temen.
mañana temprano al salir
de casa, antes de subir
al coche o caminar hacia
la parada del autobús
que te lleva al matadero,
observa cuidadoso al derredor,
mira cómo te miran
a ti los niños del barrio.

Albert Sihod


viernes, 17 de diciembre de 2021

UNA MONTAÑA por HAROLD ALVA



Pienso en una montaña, en la lluvia cayendo sobre las hojas de los cedros, en el olor a tierra mojada; pienso en la fuga de los pájaros, en el crujido de las ramas, en la música de un colibrí tocando la textura de exóticas cucardas y me pregunto si acaso esa visión tiene algo que ver con la imposibilidad de un hombre que sabe que en la urbe lo han sitiado las comas y los puntos aparte, el lugar común de precipitarse en lo inentendible o en la enérgica certeza de reducir su ansiedad a un manojo de palabras. Pienso en una montaña, en un río cruzándola con la pericia de un reptil, de una mano que pretende capturar una emoción inacabable, y de pronto diciembre con su complejo de finales, el número 21 levantándonos los brazos como quien nos dice que no lo dejemos ir, que lo sigamos escribiendo: la tarde frente al sol, despintándolo, y la serenidad de un puente al acecho de las últimas metáforas. Pienso en una montaña, en los kilómetros que debo derrotar para tocar su río, las pircas de sus laderas, la urdimbre de su fauna, el suelo que alfombran los helechos, el rugido de un puma quebrándole las alas. Yo aprendí a escribir al centro de una montaña, por eso ahora que los años pretenden desnaturalizar mi ansiedad y Lima se impone con su estética de vacío que ha ido desapareciendo en las tabernas, retorno el corazón a su vieja entraña, me aferro a la forma de un poema, a su estructura de reto, de navío; y vuelvo los ojos al silencio de sus hiatos, a la ternura de sus sinalefas, a su virtud de caza que salvaje se clava como el hacha al tallo infame de un árbol que ha perdido la cabeza. Pienso en la realidad de una montaña, en su posibilidad también.

Harold Alva


martes, 14 de diciembre de 2021

EL MERODEADOR: Ya a la venta en LcLibros.



El merodeador
describe una visión: la de un narrador enfrentado en soledad a sus propios fantasmas.

Durante casi una década, huyendo del esplín de la ciudad, viví en viejas casas de pueblo aisladas y me dediqué, entre otras cosas, a escribir una ficción relacionada con mis percepciones y experiencias de ese cambio de entorno y lapso de vida, cuando menos, alienante y confuso. Lo que en principio iba a ser un retiro creativo y una expansión sensorial, se convirtió paulatinamente en una especie de laberinto de tinieblas y cárcel de sombras que, finalmente, me forzó a regresar de nuevo a la ciudad…

Novela fragmentada y en construcción, diario existencial, monólogo interior, libro de ensueños… El merodeador narra el desasosiego bernhardiano de aquellos días y la sensación de vaciamiento y deriva, de extrañamiento, que a partir de entonces se hizo habitual en mí.

Vicente Muñoz Álvarez,
de El merodeador
(LcLibros, 2021)

Ya a la venta (en papel y en ebook) en la web de la Editorial:




Portada y booktrailer por Marlus Leon

sábado, 11 de diciembre de 2021

ZAPATOS SIN CORDONES: Epílogo por Vicente Muñoz Álvarez.



CONTRA LAS CUERDAS

Así, me imagino, querido y magullado lector, habrás llegado hasta aquí, punto final de este tremendo poemario: contra las cuerdas: conmocionado, noqueado, estremecido, sin aliento y maltrecho... Más aún si, como es mi caso, conoces personalmente a la autora, su vida, obra y circunstancias, sufriendo doblemente el impacto de cada golpe y el vértigo de la caída... Pero al mismo tiempo, supongo, igual que yo también, maravillado por lo contundente y preciso de cada verso y el torrente de sensaciones y emociones que provocan: pasión y belleza en estado puro, y valor y coraje frente a la adversidad en tiempos de herrumbre y coronavirus: un salmo al desastre y el caos, al dolor y la esperanza, cuando todo se desmorona a nuestro alrededor, y un exorcismo y catarsis mediante el sortilegio sanador de las palabras: un viaje sin paracaídas al fin de la noche, en suma, y un amanecer, agotado y exhausto, como Lázaro resucitado, a la luz... Eso ha sido para mí, pese a sus tormentas y sombras, precipicios y abismos, este poemario cristalino y feroz, el más indisciplinado y transparente de Julia: luz de vida, luz de lucha, luz de entrega, luz de arrojo, de Madre, de Amor: tuyo será el Reino de los Cielos.

Vicente Muñoz Álvarez,
epílogo a Zapatos sin cordones,
de Julia Navas Moreno
(Chamán Ediciones, 2021)



viernes, 10 de diciembre de 2021

HERMANA X: Ricard Millàs.



Suena techno en las tripas del Dark Horse. La Hermana X pincha esta noche y el personal entra y sale de la sala como lo hacen las ambulancias en el Hospital del Mar. No le queda mucho para regresar a casa. Mientras saca de su funda «Time in Space» de Heavenchord, le viene a la cabeza el momento justo en el que la hermana Pereira la encerró en el cuarto bajo las escaleras y la sumió en una oscuridad opaca y agobiante por primera vez. Todo por besar a un hombre cuando, en realidad, solo podía besar a Dios.


jueves, 9 de diciembre de 2021

ZONA DE CONFORT por IÑAKI HERNÁN




La zona de confort
no es un lugar, ni siquiera
una casa
ni un salón
ni una ciudad
ni un sofá
ni una alcoba
ni ninguna otra estancia
donde mores.
La zona de confort
está hecha de músculos,
huesos, piel y pecho.
Te mira a los ojos,
te piensa en la distancia
o junto a ti.
Siempre busca
dormir al calor de tu cuerpo,
darte paz y cariño
La zona de confort
está en quien te ama,
en quien te sueña.
Aquí o allí
entre abrazos y palabras
está... e intenta ser,
la (tu) zona de confort.

Iñaki Hernán


miércoles, 8 de diciembre de 2021

ZAPATOS SIN CORDONES: Prólogo por Ana Vega.



En la vulnerabilidad radica la fuerza, como si en la extrañeza de esta contradicción la lucha interminable entre un lado y otro se devorase a sí misma. Los términos obedecen no solo al cumplimiento de su acción, sino también a quien los ejecuta y cómo. El mundo aparece dividido aparentemente en dos: quien permanece aún intacto de cuerpo, piel y alma de dolor, sufrimiento y hambre, vacío o desesperación, y quien ha conocido una o todas estas vicisitudes que tan solo forman parte de la otra cara de la misma moneda. Y en ese quebrarse se va formando el mundo y la humanidad; la sociedad que, lejos de intentar romper esta grieta fundamental, ancla su poder en la definición equivocada de un lado u otro, arriba, abajo, derecha o izquierda, cordura o locura. Lejos de ampararse en el único camino o lugar común contrario a cualquier vacío o separación: el amor, el amor que llena, el amor que cura, el amor que se opone con todas sus fuerzas a toda separación, dolor, humillación de carne, aliento o injusticia. Y de ese amor universal, infinito, más allá de lo terrenal, bien sabe una madre, un padre, hermanos y hermanas.

Existe en toda separación del mundo o división ciertos intereses de muy diversa índole, política, social o de simple obediencia. La esclavitud nunca se ha marchado, sigue justo en el margen exacto del lado que se procura ocultar para que nadie se dé cuenta que esa clave de injusticia es uno de los pilares que sustenta el mundo, la diferencia del otro. Ese otro puede ser cualquiera que infringe la norma, dentro de lo establecido y admitido (quien escribe, piensa, pero dentro de unas coordenadas sociales establecidas) y dentro de la más absoluta libertad (quien escribe, piensa, actúa, se mueve, ama, dentro de unas coordenadas sociales que se condenan).

He aquí el terrible territorio de la salud mental y también la enfermedad física, aquello que se teme y por eso se rechaza, aleja, pues de verlo muy cerca, podríamos vislumbrar nuestro reflejo mismo en este espejo que es nuestro propio rostro. He aquí el testimonio de una verdad y una lucha, y también de un amor más allá del amor no como algo pequeño o cotidiano, sino como ese amor que trasciende, pues comprende que tan solo desde él y esa unión puede vencer todo sistema capital, político, institucional o mental incluso cuando nuestra cabeza ya no aguanta más y se rompe en pedazos de pura herida, de pura luz, de pura sensibilidad extrema. Es entonces cuando del dolor y frío de este agujero que rompe lo cotidiano surge el fulgor de la llama que nos empuja a seguir viviendo pese a todo; presionando con todas nuestras fuerzas porque por vez primera sentimos que en el otro está nuestra alma misma y que su cordura o locura no son más que márgenes más o menos desconocidos de un mundo que tan solo podemos atisbar por la acción del hombre, sus condiciones, sus delimitaciones que nunca, nunca, son más humanas que el propio ser humano: son hostiles y de escasa inteligencia pues van contra el propio avance de la humanidad: la libertad, el cuidado, la comprensión, la empatía, la compasión bien entendida, la justicia y el valor. Principios todos estos que se describen en esta obra, alzando la voz contra una ruptura de lo que nunca debe ser amparado ni silenciado: el sufrimiento humano.

Donde hay amor, siempre hay camino. Y esta es la voluntad de quien esto escribe, y de quien, a su vez, ahora, lee esto que otra persona escribe y piensa, anudándose en amor este texto y tejiendo una red segura que afirma que otro futuro es posible desde el mismo momento en que usted ha llegado hasta aquí y avanza en esta lectura, y vida.

Ana Vega


martes, 7 de diciembre de 2021

HISTORIAS MÍNIMAS: Natacha G. Mendoza.



En las historias de Natacha no se te permite un descanso. En ellas hay un frote duradero con la realidad que nos circunda: lo malo y lo que parece bueno, el cataclismo y la deflagración, los apegos y el despeñadero hacia el abismo. Esa cosa de vida literaturizada preferible a la que nos narra a cada uno la cotidianidad. Y se la debe leer en trance, dejando que te alcancen las balas de sus pistolas, sin resistencias, para comprobar la red de entusiasmos que es cada línea de este libro. Y para evidenciar, no lo duden, que la belleza a veces también nos hace una visita.

Pim,
pam,
pum…
¡fuego!

Salva Robles


viernes, 3 de diciembre de 2021

ZAPATOS SIN CORDONES: Julia Navas Moreno.



«He aquí el testimonio de una verdad y una lucha, y también de un amor más allá del amor no como algo pequeño o cotidiano, sino como ese amor que trasciende, pues comprende que tan solo desde él y esa unión puede vencer todo sistema capital, político, institucional o mental incluso cuando nuestra cabeza ya no aguanta más y se rompe en pedazos de pura herida, de pura luz, de pura sensibilidad extrema. Es entonces cuando del dolor y frío de este agujero que rompe lo cotidiano surge el fulgor de la llama que nos empuja a seguir viviendo pese a todo».

Ana Vega

«Un salmo al desastre y al caos, al dolor y a la esperanza, cuando todo se desmorona a nuestro alrededor, y un exorcismo y catarsis mediante el sortilegio sanador de las palabras: un viaje sin paracaídas al fin de la noche, en suma, y un amanecer, agotado y exhausto, como Lázaro resucitado, a la luz…»

Vicente Muñoz Álvarez


jueves, 2 de diciembre de 2021

LLEGARÁS AYER... por ALFREDO P. PÉREZ



Llegarás ayer, como hiciste siempre.
Antes que yo a mí mismo.
Y esperarás tranquila
con la quietud que da saberse cobijo
al final de una tarde cualquiera.
Bien sabes que te quedarás a desdormir conmigo el sueño y a 
salvarnos del frío.
Que te observaré de nuevo en mi balcón
a través del humo de tus cigarros
como quien observa una realidad frágil
que apenas aprende a sostenerse.
Y que me acercaré a ti,
que escucharemos a Cohen
y los coches que suenan a madrugada,
y me dirás lo mismo de siempre:
- Todo el mundo se marcha una vez,
al menos una.
Sé que algún día nosotros
seremos desalojados del otro,
tal vez por el olvido último,
el cansancio o la desgana.
Algún día lo seremos, lo sé.
Pero mientras tanto, hagamos
como si acabáramos de conocernos,
como si el tiempo y la derrota
aún no contaran para nosotros.

Alfredo P. Pérez


miércoles, 1 de diciembre de 2021

LIBRO DE LAS NEGACIONES: Javier del Prado Biezma.



Hay mucha AFIRMACIÓN en este Libro de las negaciones.

Para empezar, la afirmación de un ser que viene buscándose en desasosiego por los caminos más torcidos y, en ocasiones, más rectos y generosos de la existencia. Y en este libro se puede oír, por un lado, la voz impetuosa y agresiva del joven que se busca y se afirma en la rotundidad de la NEGACIÓN, pues parece que todo lo mucho que la vida le ha dado le sabe a poco para su voluntad de ser y por otro nos encontramos con la voz sabiamente amaestrada en su sintaxis enredada, pero exacta, y en su visión a la par realista y simbólica del mundo; pues su realismo, en ocasiones minucioso, suele cristalizar en metáforas sorprendentes.

NEGACIÓN de aquello que nos ofrecen la temporalidad y la historia, bien enlazadas con la cultura y la política.

AFIRMACIÓN de todo aquello que se asienta en lo espacial: naturaleza campestre, lugares nombrados, mundo agrícola, el mar, la montaña frente a las nubes, un campo de maíz, el musgo por un tronco de pino…en la celebración de “el espacio y de las cosas”, en la emergencia del tacto y del abrazo.