viernes, 26 de agosto de 2022

MALOS RECUERDOS por JESÚS PALACIOS



Ahora que está otra vez tan de moda reivindicar el cine y, en general, el pasado quinqui en nuestra cultura popular, nos ha parecido oportuno rescatar este breve pero intenso texto, publicado originalmente en el estupendo fanzine leonés Vinalia Trippers, en su especial Spanish Quinqui, editado en 2013 con portada del siempre grande Miguel Ángel Martín, en el que tuve la fortuna de colaborar, como en otras ocasiones gracias a la amable invitación de Vicente Muñoz Álvarez, uno de sus principales responsables, escritor, poeta y figura fundamental de la contracultura en la capital leonesa. Espero que aporte una visión distinta del fenómeno, algo menos sentimental y nostálgica que la habitual en muchos de entre quienes no vivieron los “viejos buenos tiempos” de El Torete, El Vaquilla y los demás:

La mitología quinqui me produce profundos sentimientos de amor/odio. O solo de odio, no sé. Es cierto que las películas de José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia, aparte de algunas otras que se apuntaron al carro, como Deprisa, deprisa de Saura, constituyen un fenómeno popular fascinante. Un genuino cine de género hispano, con profundas raíces en una coyuntura sociocultural, cuyos ecos siguen resonando en nosotros a día de hoy. Un cine comercial, del pueblo y para el pueblo, con algo de serie negra, algo de denuncia social y mucho de exploitation, que dicen los anglos. Un encuentro singular entre realidad y cine, como demuestran El Torete o El Vaquilla, antihéroes del género tan auténticos como la vida misma. El problema, de hecho, es que son demasiado auténticos para alguien como yo, que vivió su infancia y adolescencia en los 70, en el madrileño y satánico Carabanchel Bajo, junto a la Calle de la Vía, en un lugar llamado Colonias Experimentales… El problema es que yo conocí a los héroes del cine quinqui en mis propias carnes. Y no era nada divertido.

Recuerdo cuando cruzar la Calle de la Vía, hoy saneada y urbanizada como una absurda distopía residencial, era arriesgarte a perderlo todo: la bici, la paga, los chicles, el balón, la cartera (del colegio, claro), los cromos, los libros de texto. Y hasta la vergüenza (o sea, los pantalones). Recuerdo cuando pagabas un impuesto revolucionario por salir de clase, en el Colegio Nacional República del Ecuador, en mitad de un descampado, para volver a casa entero, con todos tus bienes y sin un ojo morado. Recuerdo cuando, una vez, apenas pudimos escapar ―éramos cinco o seis chavales―, de “las ruinas”, como llamábamos a otro descampado próximo coronado por un bloque de edificios sin terminar, ominosos esqueletos prehistóricos de hierro y cemento, acosados por una pandilla de quinquis que se divertía arreándonos pedradas y amenazándonos con palos y navajas. Me acuerdo de compañeros quinquis, ya en octavo de E. G. B. y en los primeros años de B. U. P., de los que me hice “amigo”, para que me protegieran de sus colegas ―esos “colegas” de Eloy de la Iglesia―, y de ellos mismos. Les compraba por veinte duros libros y cómics robados en grandes almacenes, y así les ayudaba a pagarse el caballo suyo de cada día. A veces, les sacaba anfetas de la farmacia sin receta, porque yo era payo y tenía cara de bueno.

Pero lo peor es que me acuerdo de cómo me alegré cuando empezaron a caer. Me alegré cuando uno se mató en el metro, saltando de vagón en vagón, perseguido por la poli. Me alegré cuando comenzaron a quedarse en los callejones, en las chabolas abandonadas, con la jeringuilla colgando del brazo, pálido y lleno de agujeritos. Me alegraba, cada vez que sabía de alguno que se estrellaba con la moto. Me alegré cuando supe que La Banda del Cobeta ya no tenía Cobeta, porque lo habían enchironado (y la palmó allí)… No, no me gusta demasiado el cine quinqui. Salvo los finales de las pelis, claro. Esos sí. Esos los sigo disfrutando hoy.

Jesús Palacios


miércoles, 24 de agosto de 2022

DAVID MARDARAS: dedo d.




LA SEDUCCIÓN DE LA OBLIGACIÓN

La seducción del dinero, de la
cultura, de la línea, del poder. La
seducción que te susurra tu propia
materia. La seducción de los
símbolos, de los mitos, de las formas.
La hostia puta. La seducción de los
objetivos y de la acción. La seducción
del sentido. Ya no sé de qué hablaba.
La seducción de la inteligencia. No
era eso. Lo estoy mezclando todo. Es
confuso, cultural e intelécticamente
incorrecto. Puede llegar a importarte
un huevo conocer algo de la verdad.
Pero es demasiado tarde, no puedes
dejar de pensar, pensar, rumiar,
rabiar. Tartamudeando, mascullando
monótonos divagares. Sólo un
código, un tornillo timbrado vibrando
en un tren interminable. Dormirás
eternamente en un torrente que se
queda, se hace nube y se disipa. Pero
ahora, sólo tiembla y háblate a ti
mismo: el viaje es largo. Algo tienes
que hacer.


COMANDO UN JÉRCITO DE FURCIAS…

Comando un jército de furcias
Comando un jército de perros
Limando dientes, en protesta
La parada enardece la ciudad
Flujo ardiente
Elocuente
Carnaval de máscaras masocas
Hedonismo, el aire araña
Los tinglados rezuman erección
De cuerpos macho y hembra
Danza
Rabia
Éxtasis rabioso
Más real que cien años
Más vivo, más muerto
Intense overdoseist parade
Over life, over death
Over time, space and learning


FILTRO DE AMOR…

Filtro de amor sardónico en onomatopeyas
Evolucionado desde ayer, ayer, ayer
Cardiovasculares se extienden sobre la tierra
Las pálidas alas de una mariposa femenina
En las cabezas puntiagudas de los puentes
Hay ojos viendo fluir
Espantapájaros bermellón inundados de pócimas secretas
Candelabro dormido
Danza del vientre hace el humo de sus velas apagadas
Es así. Así es de noche
No sé dónde ni por qué

David Mardaras, de dedo d (1998)


martes, 23 de agosto de 2022

PAUL BOWLES; THE SHELTERING SKY, BEATNIKS, Y VERANOS EN TÁNGER por JON ALONSO



Paul Bowles siempre fue una rara avis dentro de la literatura contemporánea norteamericana. Al igual que Frederick Buechner; mostraron un control estricto, sin ninguna de esas cualidades de efervescencia juvenil y sentimentalismo que tan a menudo impregnan el trabajo de los primeros novelistas. Pertenecen a ese grupo de jóvenes escritores que tiene la extraña cualidad para disfrazar una falta básica de energía creativa, especialmente, cuando se yuxtaponen a una imaginación tan rica y abrumadora, en el caso del exquisito John Hawkes. Ambas novelas tienen el mismo tema básico: la angustia del intelectual moderno, quien, incapaz de comunicar su necesidad de amor, el cual, está condenado al aislamiento en un mundo que solo puede analizar y soportar. Pero el significado trágico de este tema nunca se capta, ya que los seres humanos que se mueven a través de estas novelas son simplemente el sombrío telón de fondo contra el cual se ilumina el verdadero héroe, titulado quizás “El dilema moderno”. Sin embargo, desde una perspectiva literaria tan oscura y vacía como la actual, el crítico debe otorgarles los honores que correspondan a los fracasos del más alto nivel. Ciertamente, ninguna novela reciente se ha acercado tanto a la perfección técnica como A Long Day's Dying, y es asombroso presenciar tal habilidad en un joven escritor. Empero, será Paul Bowles quien se llevará la gloria del superventas, caprichos del destino o recompensa de un todoterrero de la vida. Evidentemente, Bowles le debe mucho a E. M. Forster al intentar dejar una relativa sospecha, con un alto grado de conciencia, usar el norte de África de la misma manera que Forster usó la India: un espejo curvo que distorsiona aun cuando refleja el dilema del hombre occidental. Cuando el autor Paul Bowles termina con esos personajes de The Sheltering Sky, su primera novela, sus personajes se han deslizado desde cero hacia la muerte por la fiebre tifoidea, y el punto cero se ha convertido en una soga trenzada con hebras de ninfomanía y locura. Pero a pesar de su habilidad seductora que captura los contornos brillantes de los mercados árabes, las tiendas de vinos y las prostitutas malhumoradas, la novela nunca puede elevarse por encima de un cierto nivel turístico. Los protagonistas parecen moverse en estado comatoso de una escena elíptica barroca a la siguiente, sin volver nunca a la vida ni generar tensión dramática. Bowles ha tomado a la Mujer Módem Perdida y ha abierto las llagas de su enfermedad hasta la Muerte. Hay que reconocer que Bowles no fue un joven de su generación —digámosle— estándar. Tuvo que salir —por piernas— de casa, ante la paranoia de su viejo de origen alemán y profesional de la odontología. Así como una madre muy aficionada al lanzamiento de cuchillos, cuando tus compañeros de colegio tan solo esquivaban las zapatillas de sus mamás. Un billete en barco y termina en París con la generación perdida, al lado de Ezra Pound y Djuna Barnes. Le dio por la vena poeta, y la caprichosa Gertudre Stein, no vio nada prodigioso en sus rimas. Salió a la carrera, directo a NY, y allí terminó de alumno del enorme Aarond Copland, Como lo de los viajes le tiraba mucho, terminó en Marruecos y después hizo muchas composiciones para todo tipo de obras teatrales, cinematográficas. En México conoció a Silvestre Revuelta antes de que le pegase un zamacuco de tanto beber tequila y whisky. Conoce a Jane Auer y se patearon toda Centroamérica. Le dijo que volviera a la máquina de escribir y acabó escribiendo columnas en el Herald Tribune. Ya en la década de los 40 conoció a un Wells muy zumbado, a un alcohólico Huston, a Joseph Losey y a un vanidoso genio llamado Dalí. Finalmente, se establece en Tánger, y posiblemente, se encontrará con algunas de las grandes leyendas del movimiento Beat: Allen Ginsberg, William S. Burrough, Jack Kerouac. Muchos de estos autores americanos participaron en el mito de la ciudad portuaria. La leyenda de Tánger es el adobe de muchos de esos años gloriosos, donde se juntaron escritores de una contundencia intelectual (de 1925 a 1956).

Desde los divertidos amanuenses beatniks que deambulaban por sus calles, fumando hashish en sus cafés o pasando interminables horas a la contemplación de la entrada del Atlántico en el Mediterráneo. En las pocas librerías de la ciudad se exhiben de manera destacada las gloriosas novelas de este período escritas en las pensiones de la “ciudad soñada”. Obras de Truman Capote, Alexandre Dumas, Jean Genet, Joseph Kessel, Mohamed Choukri, Antoni Gaudi, Mick Jagger: Farid Othman conoce todas las famosas sombras que acechan en Tánger y "no puedo imaginar vivir en otro lugar”. “Tánger siempre ha atraído e inspirado a artistas y escritores de todo el mundo”. Dejando a Tánger a un lado y volviendo al matrimonio Bowles. No podemos pasar por alto los detalles más significativos de The Sheltering Sky. Hay una gran parte de la crítica literaria que insiste en la proyección de la vida, del matrimonio auténtico, con la pareja de ficción que escribe PB. Observamos la decadencia de un matrimonio: la charla sin sentido y la cortesía fatigada, la dolorosa separación en el sexo, la pérdida de la capacidad de amar. El tortuoso viaje que emprende con su marido no hace más que acentuar la profunda esterilidad de sus vidas mutuas. Los alrededores son misteriosos y amenazantes, incluso cuando ofrecen la promesa secreta de una naturaleza redentora, en la que, como escribió Sir Thomas Browne: “los más grandes bálsamos yacen envueltos en los más poderosos corrosivos”. Para el esposo, el corrosivo es demasiado poderoso y la atmósfera exótica solo trae muerte. En estado de shock, la heroína se embarca en una extraña aventura, vagando por las arenas del desierto, donde finalmente es recogida por una caravana de camellos. Algunas de las escenas que siguen son como las películas de Rodolfo Valentino. Es el mismo jeque, adornado con estiércol de camello y moscas, quien la lleva a su fortaleza del desierto. Un simple hijo de la naturaleza, es capaz de satisfacer no solo a la heroína, sino también a las otras tres mujeres de su harén. Su vida sexual se distingue por un sentido de la destreza y la eficiencia que difícilmente puede ser igualada por ningún personaje de ficción reciente, a menos que sea uno de los gallardos espadachines del romance histórico. “Violada” dos veces en su primer encuentro con el poderoso nómada, la heroína es capaz de abstraerse de la experiencia y este aspecto indirecto marca el tono de todo el episodio. Antes de que sus aventuras hayan seguido su curso, se purga por completo de su sensibilidad y logra encontrar la salvación a través de la violación. Al final, nos queda la imagen de un pequeño pájaro del desierto desfilando en las plumas de la serpiente emplumada de Edward Garnett. Todo esto puede tomarse directamente como una escabrosa y supersexy historia de aventuras en el Sahara completamente colmado de caravanas de camellos, árabes guapos, oficiales franceses y un harén. No obstante, coñas a un lado, The Sheltering Sky es un trabajo de escritura notable, con una destreza que la convierte en la primera novela más interesante de un escritor estadounidense este año. El autor Bowles, de 38 años, compositor y ex crítico musical, vive desde 1947 en la casbah de Tánger. Su verso de revista pequeña y un puñado de cuentos ya le habían ganado los aplausos de los literatos que miraban el horizonte de Manhattan. The Sheltering Sky, con su mezcla de náusea emocional, desesperación intelectual y primitivismo del desierto, estará cerca de justificar sus esperanzas. Sin embargo, para un escritor tan capaz, Bowles no le da mucha importancia a su historia. Tanto Port como Kit son niños intelectuales neuróticos tan escasos de carácter y atractivo que apenas parece que valga la pena salvarlos. La muerte de uno y la locura del otro parecen fines apropiados pero en modo alguno trágicos.

Por mucho que se preocupe de Port, Kit hace el amor con su mejor amigo y compañero de viaje, Tunner, en un compartimento de tren, nuevamente en una duna de arena mientras Port agoniza. Kit y Port, con sus antecedentes y motivos indistintos, son en gran medida marionetas de novelistas, y Tunner es un peso ligero de col que se utiliza para completar el triángulo clásico. Pero Bowles puntúa limpiamente con sus personajes secundarios: proxenetas y prostitutas árabes, oficiales franceses en ciudades de guarnición, un par de turistas estúpidamente aburridos: madre e hijo. Sobre todo, The Sheltering Sky está empapado de un fino sentido del lugar, y esboza ciudades árabes y el mismo Sahara con aguda seguridad. Bowles puede haber perdido el centro del objetivo con sus personajes centrales, pero les ha dado un elenco de apoyo y un escenario emocionante que muchos novelistas experimentados honestamente pueden envidiar. Después de varias temporadas literarias entregadas, en su mayoría, a las travesuras juguetonas de los niños, precozmente astutos y singularmente encantadores, pero que no se pueden contar para esos regalos que no llegan de otra manera que la experiencia y la contemplación de una mente verdaderamente adulta, ahora es obviamente un momento perfecto para que un escritor con una mente así capte nuestra atención. Ese es precisamente el acontecimiento que se celebra con la aparición de The Sheltering Sky, la primera novela de Paul Bowles. Echamos la vista atrás y ha pasado un buen tiempo desde que las primeras novelas en Estados Unidos provienen de hombres de treinta y tantos años (Paul Bowles tenía 38, por aquel entonces). Incluso en décadas pasadas, la primera novela generalmente se escribía durante los primeros años de la universidad, cuando uno creo que sirve para este oficio y cree notarlo. Además, debido a que el éxito y la atención del público funcionan como una especie de olla a presión o congelador, ha habido una tendencia desalentadora de que el talento se cocine o cuaje en un nivel prematuro de desarrollo interior. En Estados Unidos, la carrera casi invariablemente se convierte en una obsesión. El principio de "salir adelante", llevado a tal extremo, inspira a nuestros escritores a realizar enormes esfuerzos. Cada año debe salir un nuevo libro. De lo contrario, entran en pánico, y lo primero que sabes es que pertenecen a Alcohólicos Anónimos o han abrazado la religión o se han lanzado de cabeza a alguna actividad política con nada más que un emocionalismo incipiente para aportar o derivar de ello. Creo que esto se debe a una concepción errónea de lo que significa ser escritor o cualquier tipo de artista creativo. Sienten que es algo para adoptar en el lugar de la vida real, sin comprender que el arte es un subproducto de la existencia. Paul Bowles ha rechazado deliberadamente ese tipo de profesionalismo rabioso. Más conocido como compositor que como escritor, no ha permitido que su pasión por ninguna de las dos formas de expresión interfiera con el crecimiento de su personalidad. Ahora bien, este libro ha llegado al meridiano del hombre y del artista. Y, para mí, de manera muy emocionante, lleva al lector a una comunión repentina y sorprendente con un talento de verdadera madurez y sofisticación de un tipo que había comenzado a temer que se encontraría hoy en día solo entre los novelistas insurgentes de Francia, como Jean Genet, Albert Camus y el mismísimo Jean-Paul Sartre.

Con la vacilante excepción de uno o dos libros de guerra escritos por soldados que regresaron, The Sheltering Sky es el único de los libros que he leído recientemente de autores estadounidenses que parece llevar la huella espiritual de la historia reciente en el mundo occidental. Aquí la huella no es visible sobre la superficie de la novela. Existe mucho más significativamente en una cierta aura filosófica que lo envuelve. Hay un curioso doble nivel en esta novela. La superficie es apasionante como narrativa. Es impresionante como escritura. Sin embargo, sobre esa superficie está el aura de la que hablo, intangible y poderosa, que te recuerda a una de esas nubes que has visto en verano, cerca del horizonte y de color oscuro y que de vez en cuando pulsa silenciosamente con destellos interiores de fuego. Y esa es la superficie de la novela que me ha llenado de tanta emoción. The Sheltering Sky es la crónica de tal viaje. Si no fuera por el hecho de que el principal personaje masculino, Port Moresby, sucumbe a una fiebre epidémica durante el transcurso de la historia, no sería difícil identificarlo con el propio Sr. Bowles. Al igual que el Sr. Bowles, es un miembro de la intelectualidad de Nueva York que se cansó de ser tal miembro y se dispuso a escapar de ella en lugares remotos. Escapar, ciertamente lo hace. Escapa prácticamente a todos los accesorios de la vida moderna civilizada. Hasta cree haber escapado de su sexualidad, pero ese es otro cantar. Equilibrado entre la fascinación y el temor, se adentra cada vez más en esta “lejanía” de ensueño. La historia en sí es una crónica de una aventura sorprendente en el contexto del Sáhara y las regiones pobladas por árabes del continente africano, una parte del mundo rara vez abordada por escritores de primer nivel que realmente la conocen. Paul Bowles sí lo sabe, y mucho mejor, por ejemplo, de lo que lo sabía André Gide. Probablemente lo sabe incluso mejor que Albert Camus. Porque Paul Bowles ha estado yendo a África, de vez en cuando, desde la década de los 30. Le emociona, pero por alguna razón no trastorna su equilibrio nervioso. No se queda en las ciudades costeras. A intervalos frecuentes, realiza viajes a los rincones más misteriosos del desierto y el país montañoso del norte de África, lo que implica no solo dificultades sino también peligros. Hoy qué nos queda de todo aquello y qué podrán encontrar los lectores: piedras viejas y arena. Empero, algo de Bowles en mí, cuando estoy de vacaciones y alucino con la parte superior del enorme autobús rojo —que pasa rozando las fachadas históricas—, los turistas descubren el viejo Tánger, mientras una multitud de veraneantes se agolpan en la nueva cornisa, obra del sátrapa alauita. Ya lo dijo Patti Smith: hay dos tipos de obras maestras. Están las obras clásicas monstruosas y divinas como Moby Dick, Cumbres borrascosas o Frankenstein; un moderno Prometeo. Y luego está el tipo en el que el escritor parece infundir energía viva en las palabras mientras el lector es hilado, exprimido y colgado para que se seque. Después están los libros devastadores y éste, es uno de ellos. Además, otro gran lector se enamoró de esta joya, el gran Bertolucci, ¿ven cómo el cielo nos protege? Tenemos mucho que contar, pero eso será en la próxima ocasión.


Dedicado a Nicholas Evans julio 1950/agosto 2022 In Memoriam

Jon Alonso,
del blog El inquietante Bypass


lunes, 22 de agosto de 2022

ELVIS Y MARILYN por JAVIER VAYÁ ALBERT



Ambos sabían
que les acabarían cogiendo.
Lo que importaba realmente
era la trascendencia suicida
de un acto concreto.
Como una declaración
de intenciones
En mitad del mismo
y maldito infierno.
Elvis y Marilyn
cruzando en un Cadillac rosa el desierto.
Dejando atrás el letrero
de neón estridente
Wellcome to the fabulous Las Vegas.
Y varios coches patrulla azuzándolos
como coyotes con brillantes ojos rojos girando
en mitad de la maldita noche americana.
Tal vez Jimmy Dean y el resto de la pandilla aguarden
en alguna clase de cielo.
Elvis y Marilyn
conduciendo desafiantes
surfeando vigilia y sueño
como dos dementes
en mitad del maldito tiempo.
Tal vez deberíamos dejarlos
no llegarán muy lejos.
Elvis y Marilyn
sobre sillas de ruedas
viejos y desorientados
rodeados por batas blancas
encañonados por jeringuillas.
De existir un mañana
lo intentarán de nuevo.

Javier Vayá Albert

https://www.facebook.com/javier.vayaalbert

sábado, 20 de agosto de 2022

TRES POEMAS de TOMÁS RIVERO



SILENCIO

Son las 8'52 de una mañana transparente
cuando empiezo este poema
que tiene leña seca de recuerdos,
azul y jazz, blues y gatos en celo,
agosto y jazmín con sal.
Salgo al patio a fumar un pitillo
y el horizonte sólo es horizonte.
Se ha levantado la bruma
que como una sábana blanca
cubría la playa.
Y sin querer he pensado:
“Daniela cuando folla baila.”
Daniela, aquella polaca de origen albanés,
mitad gitana, mitad noruega.
Nos conocimos en Berlín
mientras arrancábamos trozos
de un muro lastimado y hormigón,
ignominia y vergüenza.
Una golondrina hace trinos
parada en un alambre,
hay gotas de mar en la buganvilla
y la mañana trepa lenta sobre
el enrejado de madera verde;
he canturreado entre dientes
una canción de amor y soledad,
y un poco más allá el resto del paisaje
guarda todo mi silencio.
¿Qué habrá sido de Berlín y de Daniela?


PUNTO DE FUGA

Cuando fui pasto de las llamas no fui otra cosa,
ni reloj ni cuchara ni tiempo ni hambre,
fuego atizado por el viento. Fui punto de fuga,
ese secreto que los pintores dejan en los cuadros
para escapar empapado en óleo en caso de pánico,
en caso de tener esa necesidad cobarde
de huir de la escena
donde se produjo la belleza de los hechos.
Esa necesidad cobarde a la hora de reconocer
que en cierta soledad se te aparecen voces,
es decir versos con cadenas
que vadean vade retro las alcobas.
Embozados poemas de la noche
que van escribiendo con pinceles sordos
por paredes y techos el miedo de la vida.
Cuando fui pasto de las llamas
veloz corrí por el bosque,
fui punto de fuga en la enramada,
no dejé atrás jirones
ni de tiempo ni de hambre,
huí por aquella deserción o derrota
también llamada puerta, otrora arcada
que me ofrecía el futuro,
jamás parecido al horizonte.
Tan solo grité en el último instante:
la boca la boca ignorante que yo beso,
las palabras que pronuncias
para que no sea un ciego de tus labios,
para que no esté sordo. Y te nombro.
Doy un nombre a las pronunciadas palabras.
Dichas así, con un asterisco
que con su aspa dentada muerde
los irrepetibles nombres
que me acompañan en la huida.


AMORES MALDITOS

No hay amores malditos,
sólo el ir y venir de los cuerpos
sometidos a finísimas hojas de afeitar.

No hay amores malditos,
sólo un murmullo agónico
falto de oxígeno,
sólo un asfixiante malestar
que provoca un paciente débito.

No hay amores malditos,
una caricia es remanso
y condiciona a la amargura
a ser un cuerpo transparente
de tímida belleza.


Tomás Rivero


jueves, 18 de agosto de 2022

SATORI, ASALTO Y RESIDENCIA por JULIA ROIG



¿Dónde puedo hallarlo? ¿dónde el pozo?

Satori húmedo que bendiga esa mezcolanza de hembra turbia y algo inanimada que me estoy siendo.

Es el calor, dirán los eruditos en materia. Este sí es un verano invencible en el peor de los sentidos sin imperio. Me quedan dos barras rojas de vida y tantas pantallas, tan poca piel, tan pocas capas... A un tris del trash. Me voy a Formentera y sé que no hay nadie más en toda la isla leyendo el Ponche, tal vez sí, como yo, releyendo, aunque es complicado, convendremos en que es una isla pequeña, sí. Cenaré en un restaurante que se llama Macondo y me llevará a una de esas novelas animal que me visten. Digo animal porque ahora está mal visto, pero me veo bien, siendo quien quiero. Mis pieles son lo que he leído. Mis pieles son lo que he vivido. Están mal vistas tantas cosas. Será la perspectiva. Todo pasado se analiza cruelmente. Qué mal reaccioné, qué mal contesté, qué mal conquisté, qué mal escribí, qué mal amé, me traté, me toqué, me escuché, me sentí.... Aquí estamos, en nuestro presente de perfección y futuro, con todas las respuestas... Antes la Influenza era algo horrible, ahora también, necesitaremos perspectiva para verlo.

Garabatearé por la noche, palabras sobre fantasía/refugio. En una habitación con el aire a 25 y el resto, cámara acorazada de infierno. The floor is lava. Sí.

Y en mitad de la noche, Penang, la isla que no es isla, en mi mente, y mi madre, allí, con siete años, intentando entender qué significa ese no mama, no papa, no rice que cantan sus nuevos amigos. Lo dijo Loriga, la memoria es un perro tonto, le tiras un palo y te trae cualquier cosa. Yo añadiría: o no. Quizá sabe lo que trae en ocasiones. Te trae un cristal que celebra un trago único. Un tramo de calle con abrazo. La desembocadura de una mirada. La liturgia de una terraza que iluminan los Led (Zeppelin!). Una clavícula esclava. Un cabello salado. Una Alhambra bien fría. O un golpe de realidad. No mama no papa no rice. El mundo se está haciendo un selfie pero aún no lo ha visto. A lo mejor se cae por atrapar las vistas que nadie verá, que nadie está viendo.

En mi mente hay un terciopelo. yo decido cuándo lo acaricio. Soy mi dueña. Un latido honesto y ardiente, propio y eléctrico. Una vibración genuina y ver el interior de las personas. Alguien dijo: La fantasía del momento. Sí. Está aquí, la siento moverse en mis manos y la hago posible.

Julia Roig,
del blog Miss Desastres Naturales


martes, 16 de agosto de 2022

TODO MENOS TÚ por NATACHA G. MENDOZA



Llegué a la casa de tu infancia. En el centro del salón, un piano. Sobre él, varios portarretratos certificando que hubo una familia en ese lugar. Muebles cubiertos por sábanas blancas. Cuadros inmensos llenando las paredes hasta casi rozar el techo. Todo menos tú. Sigo buscándote en lugares a los que perteneciste. Intento, desesperado, crear nuevos recuerdos. Tu dormitorio de niña es un escaparate, como si tu madre hubiera querido mostrar a una hija que no tenía. Tan perfecto en detalles. Supongo que los padres se sienten con derecho a seguir creándonos. En esta casa nada me habla de ti. De la mujer que conocí una tarde en la plaza del centro. En el escándalo de las palomas asustadas porque, tan despistada, cruzaste bruscamente entre sus arrullos. Esta casa, no conoce tu olor, ni la voz que derramabas en mis ojos, no tiene la menor idea de cómo besabas. No sabe del calor que desprendía tu vientre cuando en esos días, te retorcías de dolor.

Me queda toda tu muerte para recordarte, esta ausencia que va devorando cada célula de mi cuerpo. Intento seguir en pie, como te prometí, regreso a la plaza en una búsqueda absurda de ese viento, aquel que construyeron las palomas escapando de ti.

Natacha G. Mendoza


lunes, 15 de agosto de 2022

LA POESÍA COMO MEDIO DE SUBSISTENCIA por ALFREDO P. PÉREZ



Esta mañana, mientras tomaba un café, vi entrar a un señor papeles en mano mostrándolos mesa por mesa. Yo me encontraba al fondo, y en el camino hasta mí pude ver cómo absolutamente nadie le dedicaba un segundo. Tendría una edad de dos tercios de vida, camisa y pantalón de traje mínimo dos tallas mayor que la suya y un poso antiguo de dolor y sufrimiento en la cara. Arrastraba la existencia y los pies, ambos cansados. Antes de hablarme, con una mezcla de hastío, derrota y vergüenza, yo ya había empatizado con él y estaba rendido. Iba vendiendo en mano, a tres euros, unos poemas en unas pocas páginas. La poesía como medio de subsistencia, como excusa para sobrevivir. Qué triste.

Supongo que será porque mi naturaleza es abrazar siempre a quien más necesita porque menos tiene o menos ha recibido. Supongo que será también porque estoy emocionalmente "molt fotut", como dicen en mi tierra. Fuera poesía o no, yo quería (y necesitaba) ayudar a ese señor. No solo le compré un libreto, sino tres y le di diez euros con una sonrisa y una grieta por dentro tan grande como la que en él suponía. Jamás he visto unas gracias más alegres y una derrota tan mal vestida.

Alfredo P. Pérez


viernes, 12 de agosto de 2022

BREVE HISTORIA DE UN ROMANCE por ALBERT SIHOD




salimos un par de veces
estuvimos en una fiesta, yo estaba
sentado, sin hablar, mirando alrededor
aún no te enterabas—como lo sabes hoy—
que yo no era un gran conversador.
otra noche salimos a un bar
del centro de la ciudad,
en el lugar todos bailaban mientras
nosotros estábamos sentados, porque
sabías que yo no bailaba ni aunque
me pusiesen un revolver para hacerlo.
alguien llegó y nos tomó una
fotografía— la cual años
después, cuando dejamos de salir,
una mujer con la que salía talló con una llave
arrancándome los ojos—aquella
noche cerramos el lugar y nos quedamos
bebiendo y charlando con el mesero
mientras nos servía whisky tras whisky.
después otra separación y de mi parte una lista
interminable de mujeres; unas buenas,
algunas lobunas, otras totalmente
desquiciadas, todo esto mientras tú
hacías lo tuyo y yo me dedicaba a
recorrer los bares de mala muerte de la ciudad.
algunas estadías en la cárcel,
luego un par de mujeres más, pero
de algún modo—que no sabría explicar—
terminamos juntos, nos hemos
mudado cinco veces de casa y tenemos
una niña de ocho años.
hubo una boda, firmamos los papeles
y sophia puso su huella en el acta de
matrimonio porque deseaba participar
en la ceremonia, ese día por la noche
nuestros amigos nos hicieron una fiesta
en la que los pocos invitados
terminamos bebiendo y charlando
agradablemente en el baño mientras amanecía.
nos queremos y llevamos el asunto.
sigo sin querer bailar, ni aunque me
pongan el revolver.

Albert Sihod


jueves, 11 de agosto de 2022

miércoles, 10 de agosto de 2022

MAÑANAS FUTURAS por MARÍA GUIVERNAU



Mañanas de posos de café dejando
la amargura clavada en la garganta,
inundada de gritos ahogados
y sollozos silenciosos.
Mañanas de asomar el sol
y sentirse a oscuras,
caminando a tientas por una vida
que no reconoce,
los ojos, vacíos de vendas
y desbordados de lágrimas.
Mañanas resacosas
de noches con la memoria
empapada en alcohol
y frágil recuerdo, desdibujado,
durmiendo
en un rincón inaccesible del cerebro.
Mañanas en las que desembocan
los sueños
al ritmo del sonido del despertador
y las pesadillas se esfuman
con el humo
del primer cigarro del día.
Mañanas pasadas,
amaneceres de no querer
abandonar la cama,
transformando colchón en refugio.
Mañanas futuras,
de olor a café recién hecho,
de saciar el hambre en tu boca,
de calmar el frío en tu piel,
de perder la noción del tiempo.
Amaneciendo.

María Guivernau


Imagen: Giuseppe Pellizza da Volpedo

martes, 9 de agosto de 2022

OLIVIA NEWTON-JOHN

UN HILO COSE LA MAGIA por ARI ZATZU



cuando no alcanzo su orilla
me anclo sal al horizonte
araño luz con un soplo y
me imagino perfecta

así

comono serénunca

arranco voz de las costras con un quejío 
que cubre todas las penas de estiércol

quiero creer que del aire que de su aliento respiro
un hilo cose la magia
sobre mis ojos cerrados

por sed de besos me muero
cada vez que
resucito
en la puerta de salida

rasgo polvo de cenizas en el rictus de la boca
como un atlas
que conoce mi fin
en su principio

Ari Zatzu


lunes, 8 de agosto de 2022

ISLA DE SIRENAS: Norberto Luis Romero.



Carnal y Serafín son hermanos gemelos, viven en una pequeña isla que en un pasado no muy lejano fue prisión y patíbulo para reos del continente, y donde hubo inexplicables sucesos, desapariciones y alguna muerte violenta. Ambos comparten la casa familiar con sus abuelos, Anselmo, acosado por una demencia senil prematura y cuyo único entretenimiento es ver en la televisión los dibujos animados de Mickey, y Adelina, maestra retirada, mujer de enorme entereza pero que extravía su presunta cordura asistiendo a fraudulentas reuniones espiritistas.

Ambientada en los días en los que Rusia lanza al espacio a la perra Laika a bordo del Sputnik II, la acción se desarrolla en una atmósfera sofocante donde los personajes, en razón a extrañas circunstancias, van descubriendo el oscuro pasado que signa a la familia y al resto de los habitantes de la isla, condenados a padecer el infortunio a raíz de un terrible antepasado, el sanguinario verdugo de la cárcel. Carnal, tiene como pasatiempo observar unos insectos necróforos que cría en un terrario y cartearse con su tío Rodrigo, emigrado a Australia años atrás.

La rutinaria armonía, el tedio de la casa y un enfermizo cariño que los hermanos se profesan, se trastornan con la llegada a la isla de Nerea, una hermosa joven finlandesa aficionada a coleccionar caracolas y conchas marinas.


sábado, 6 de agosto de 2022

AVATAR por TOMÁS SOLER BORJA



más alto
más fuerte
más guapo
más inteligente
mejor persona
mucho mejor, muchísimo más
                                       en todo
yo
aquí y ahora
hasta que levanto los pulgares
del teclado del móvil
y al poco, la luz, su poema
retorna a su lugar, a lo oscuro
                                y yo con ella

Tomás Soler Borja


miércoles, 3 de agosto de 2022

LA MUSA DEL ARROYO por EMILIO CARRERE



I

Cruzábamos tristemente
las calles llenas de luna,
y el hambre bailaba una
zarabanda en nuestra mente.

Al verla triste y dolida,
yo la besaba en la boca.
-¿Por qué aborreces la vida,

                                         risa loca?

No llores, rosa carnal,
que yo robaré el tesoro
de la tiara papal
para tus cabellos de oro.-

Y un espíritu burlón
que entre las sombras había,
al escuchar mi canción

                                      se reía, se reía…

II

De la fría fuente clara
en el sonoro cristal,
la luna brillaba igual
que una moneda de plata.

Temblaba su mano breve
de blanca y sedeña piel.
-¡Qué bonita cae la nieve

                                       y qué cruel!-

-No tiembles yo haré un corpiño
para tus senos triunfales,
con la pompa del armiño
de los mantos imperiales.-

Y un espíritu burlón
que entre las frondas había,
al escuchar mi canción

                                     se reía, se reía…

III

Noche de desolaciones
eterna, que llame en vano
con la temblorosa mano
en los cerrados mesones.

Lloraba un violín distante
con tanta melancolía
como nuestra vida errante.

                                     -¡Reina mía!

Da tu dolor al olvido;
Yo te contaré la historia
de una princesa ilusoria
de un reino que no ha existido.-

Y un espíritu burlón
y cruel que en la calle había,
al escuchar mi canción

                                      se reía, se reía…

IV

¡Triste voluntad rendida
al dolor de la pobreza!
-¡Oh la infinita tristeza
de la amada mal vestida!-

Palabra de amor que esconde
la llaga que va sangrando,
y andar, siempre andar. ¿Adónde?

                                       ¿Y hasta cuándo?

-Ya apunta la claridad…
Ya verás como se muestra
propicia y mágica nuestra
madre, la Casualidad.-

Y en la encrucijada umbría
de la suerte impenetrable,
la Miseria, la implacable,

                                       se reía, se reía.

Emilio Carrere

martes, 2 de agosto de 2022

HAY UN UNIVERSO PARALELO por PJ CHELMICK



Hay un universo paralelo al sueño de los planetas
donde la existencia es un artificio del cosmos.
Todo se extiende más allá de la lente más profunda,
las teorías se erigen como fuente de sabiduría de la incógnita,
cada vez más cerca de creerme sólo una efímera materia galáctica,
nada es comprensible al orden que se expande más allá de la mente,
afuera el tiempo no existe,
todo vibra sobre eje invisible que guarda una noria sin viento, ni agua,
un carrusel suspendido en la oscuridad.
Empiezo a creerme que somos atrezzo de un tiovivo
inmersos en una gran feria.

Pj Chelmick


lunes, 1 de agosto de 2022

A DIFERENCIA DE MÍ por ALBERTO MASA



Me vi
como, prácticamente, cada amanecer de mi vida
bajo este pijama a rayas azules y miel
que me sirve para ocultar
cicatrices
ya curadas y desaparecidas.

Me vi
como, prácticamente, cada amanecer de mi vida
mirar por la ventana
y ver llover una mezcla
de sangre, litio
y barro.

Me vi
como, prácticamente, cada amanecer de mi vida
enamorado de una estatua
de quince años de edad
tapada por el árbol (ese entrometido)
que permanece en medio, nervioso y quieto.

Estoy de acuerdo en que desde mi ventana
no pueden verse demasiadas cosas,
pero juro que cierro los párpados
y noto cómo el aliento de las anguilas
que viven dentro de mi cuerpo
me despierta hacia una vida
que, a diferencia de mí,
sí respira
e incluso existe
y teme, cada amanecer, la ausencia de sol,
la falta de alegría ante el fuego
de una caldera oxidada.

Alberto Masa