martes, 26 de septiembre de 2023

LA QUÍMICA DEL COLOR SEGÚN PABLO CEREZAL



Hay a quien le espanta y a quien le fascina. Por mi parte, he de declararme, sin titubeo, entre los segundos. Me fascina la carne cruda: su sabor y, sobre todo, su textura. Porque el sabor es retenido en la cárcel brava en que también languidece el olvido. Pero la textura es cosa que nunca se olvida.

Así los relatos de Pepe Pereza. Tal cual, como carne cruda. Del lector depende si decide hacer de ellos banquete o apartar el plato por miedo, desconfianza o asco.

Decía Julio Cortázar que el cuento, el relato, es una esfera cerrada y sólo es perfecto cuando se aproxima a esa forma en que no puede sobrar nada y en la que cada uno de los puntos exteriores está a idéntica distancia del centro. Pues así los cuentos para no dormir de Pepe Pereza. Así sus relatos y así esa manera que tiene de envolverlos en otra esfera más grande que es un todo. Porque sus relatos no sólo son esféricos, a lo Cortázar, sino que se agrupan en volúmenes que tienen sentido por sí solos. Como debería ser un poemario, ahora que tanto se lleva eso de juntar «poemas» u ocurrencias segmentadas en un volumen y llamarlo poemario.

No proliferan los volúmenes de relatos acariciados por una misma idea que les dé forma pero no los deforme. No existe la palabra «relatario», todo queda en «cuentos de», «relatos de» o, ya puestos a ensuciar el fango, «los mejores relatos de» o «cuentos completos». No así en el caso de Pepe Pereza. Él escribe al dictado de una idea que agrupa y sincroniza un tropel de barbaries vividas o simplemente advertidas. Porque Pepe observa la realidad circundante, esa que otros llaman sucia sin advertir que simplemente es sucio lo que la rodea. Pepe observa, bebe, degusta, traga y macera en el aparato digestivo de sus dedos como teclas toda la realidad que a otros nos anega. Y después la escupe. Y no por revestida de esputo es sucia. Sucia, a la realidad, la hacen los que ni siquiera la circundan. Los que viven apoltronados en su diván de almohadillados sueños de grandeza. Los que de la literatura no tienen noticia ni de la vida certeza.

Realismo sucio. Bukowski y el resto de icónicos iconos que pueblan las redes y los noticiarios a lo Che Guevara after ZARA. Más sesudos los hay: hablan de Carver y sus renglones como puñaladas. Aun, más robustos en su sapiencia, otros: mentan a Cortázar sin haber pisado una línea de sus rayuelas oxidadas de saliva y espina.

Pepe Pereza habita el anonimato, y sólo desperdicia referencias compartiendo vandalismos o pasiones en su muro de Facebook, muy de tanto en tanto, sin molestar ni referir ni agradecer ni aplaudir. Pero luego, en su día a día, contempla la vida con ojos de gato descreído, regresa al hogar, se asoma al teclado y permite que sus dedos comiencen a ametrallar a un sinfín de personajes que ya venían heridos de fábrica. De sus dedos brota la vida real, con todo su catálogo de desdichas y toda su vulgaridad. Detiene, por un instante, el ritmo, y fuma, profundo y certero, inhala THC o nicotina, comprende que sus personajes pueden aparentar sucios, ruines, hoscos o desagradables al lector, y les devuelve la hondura que les pertenece, la ternura de que no adolecen, esa que les han usurpado los mandamases del día a día.

La química del color, el último, hasta la fecha, «relatario» de Pepe Pereza, es otro catálogo de esferas perfectas, en lo literario, y vidas maltrechas de horror y ternura, en lo humano. Los colores como leit motiv que ordena el ritmo de su prosa exacta, el de los pasos hacia el vacío que dan todos los personajes que lo pueblan, incluido él mismo, de quien hace personaje para acercarnos como merecemos al sufrimiento y el pánico que puebla la vida de este ser que llamamos humano. Incluido él mismo de tal manera que, sin aún haberlo hecho, deseo mucho más que años atrás el abrazo que nos debemos. Su prosa afilada y rítmica nos regala personajes que nada tienen de inventados. Durante la lectura, tras hacer del riesgo sutura, podemos abrazarles el daño saboreando la textura de esa cicatriz que todos anidamos pero ellos dejan a la vista por obra y gracia de una sabiduría literaria que ya quisieran tantos adalides del realismo sucio sin vida y los poemarios sin poesía.

Finalizo la lectura de tan delicioso volumen y, una vez más, sueño con atragantarme de carne cruda. Sueño en mi garganta su textura.

Pablo Cerezal,
en Vislumbres de El Dorado



jueves, 21 de septiembre de 2023

VISIÓN RADICAL por SUSANA BARRAGUÉS



Hay un salto de lo real a lo transcrito, como un hálito contenido,
una décima de segundo en suspense entre lo entendido y lo formulado,
que participa de la misma materia
que la sustancia que hay detrás de las puertas, debajo de las camas,
en los ojos a punto de ser desprendidos de su venda,
en las zonas oscuras tras las ventanas rotas de casas viejas,
donde nadie pone pie ni mira en su interior
pero que al amanecer tiemblan con el resplandor del día
que todo lo ciega, porque todo
participa del éxtasis de ser tocado por la luz.
Esa misma suspensión de vacío, en el que las cosas que penden
se deciden a caer o aguantan un último equilibrio.
Ese instante por el que el viento titubea y duda
si arrancar de cuajo las hierbas espesas o solo peinarlas,
y finalmente se lleva el sombrero de mi cabeza.
Así me asomo a la pura realidad sin pensamiento,
llevo el cuerpo por delante del entendimiento
y veo todo a la luz.

Y solo encuentro una cosa: evidencia de amor.

Susana Barragués Sainz


martes, 12 de septiembre de 2023

LA LUNA SE AGRANDA por NATACHA G. MENDOZA



Vestirse de la historia y avanzar texto abajo sin miedo al fracaso. Pero en el tercer renglón todo se precipita hacia el derrumbe. Regresar al inicio como si nada hubiera pasado, volver al intento sin reconocer que es otra oportunidad. Escribir desde el vacío. Rodar por las letras como un cuerpo sin huesos. Ser tan vulnerable, tan carne viva. Llorar ante la imposibilidad, sin aceptar ese verbo, porque no queremos mojar el papel, porque todo volvería a ser borroso y decrépito. Escribir una niña, un perro, tal vez un pantano. Deletrear la luna de anoche, porque hay que utilizar el tiempo. Describir la belleza de la luna, de la niña y el pantano. Hacer rodar al perro tres renglones, buscar adjetivos para sus ladridos. La angustia, escribirla, respirar porque la luna se agranda. Llegar a la siguiente página con el agua del pantano salpicando gritos… y escribir más ladridos que no podrán salvarla.

Natacha G. Mendoza


lunes, 11 de septiembre de 2023

EQUIPAJE por GORDON HASKEL



Sesenta años en la mochila.
Un par de mudas
por si acaso la noche se alarga
dos amaneceres.
Poca cosa si hablamos de equipaje:
un mar que aún queda lejos
para sentir su aroma de Crepúsculo,
una playa sin oleaje,
una caricia guardada
en el bureau del recibidor,
reservada para la ocasión.
Sesenta dudas sin dudarlo
un segundo.
Un poema roto en mil pedazos,
cosido con los hilos de un verso.
Una canción que me recuerda
la eterna juventud que vivo.
El sabor
que me dejaron las caricias
que compartí
en madrugadas con lunas
en cuarto creciente.
Un deseo que nunca me concedió
el genio de la lámpara.
Poca cosa si hablamos de equipaje,
a excepción de lo que aún me queda,
para compartir contigo.

Gordon Haskel

sábado, 9 de septiembre de 2023

COMO JACK & NEAL por VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ



Se lo contaba el otro día a Manuel Cuenya cuando nos encontramos remando al viento en la playa de Barro, y es una historia recurrente ya en mí, supongo, en cuanto sale a colación el nombre de David González, que como el de Annabel Lee, hace ahora temblar al aire... Cómo nos sentimos juntos, hace casi tres décadas, cuando nos conocimos, Jack y Neal, él Neal y yo Jack, yo Jack y él Neal, por la cantidad de similitudes que entre los cuatro había: él del mundo del lumpen y yo de la universidad, él a cien por hora y yo a cincuenta, él hiperrealista y yo más nostálgico, él un torbellino y yo una calima, él urbanita y yo más de campo, él ex presidiario y yo comercial de calzado, él naturalista y yo más romántico... Y con ello y Jack y Neal (a los que amábamos por encima de todas las cosas) por bandera, y la poesía autobiográfica como horizonte, fantaseamos durante mucho tiempo, años, lecturas, festivales y miles de kilómetros sobre el asfalto, con esa quimera en nuestras cabecitas locas, no sé cuál más, si la suya o la mía, pero con esa fantasía en concreto, parecernos a Jack y Neal... Querido David, estés donde estés ahora, no olvido nuestros proyectos y carreteras: que lo sepas...

Vicente Muñoz Álvarez


miércoles, 6 de septiembre de 2023

LOS MUNDOS MARGINADOS DE DAVID GONZÁLEZ por PATXI IRURZUN


Foto: Cesar Tamargo «Maltrago»

“Nadie es profeta en su tierra, hasta que no se encuentra enterrado bajo ella”, escribía el poeta asturiano David González, en Loser, una de sus obras. David, de quien ya nos hemos ocupado en alguna ocasión en estas páginas, falleció el pasado mes de febrero, e hizo bueno su vaticinio, pues en los días posteriores a su muerte las páginas de cultura de periódicos que nunca habían hablado de él le dedicaron sentidas necrológicas, o festivales de poesía en los que jamás le invitaron a participar −con concejales y consejeros de cultura que no lo habían leído en su vida a la cabeza− lo homenajearon en sus programas.

A David, de todos modos, no lo enterraron, fue incinerado, de modo que esos reconocimientos oficiales tampoco parece que vayan a tener mucho más recorrido, y somos sus amigos y sus lectores quienes estamos intentado reivindicar su memoria y, sobre todo, su obra, diseminada a lo largo de los años en pequeñas editoriales, fanzines, plaquettes, libros y discos compartidos, antologías, blogs literarios…

La experiencia carcelaria

Los mundos marginados, por ejemplo, su primer libro, fue publicado en internet y todavía puede descargarse en esta dirección: https://www.babab.com/biblioteca/books/david_gonzalez.pdf. El poemario lleva por subtítulo Poemas de la cárcel (fue en la entrega de este club de lectura dedicada a Papillon, de Henri Charrière, y otros libros de literatura carcelaria, donde lo mencionamos) y en él recoge su propia experiencia en prisión tras cometer un atraco a mano armada cuando contaba diecinueve años, un lance que marcó su trayectoria vital y literaria: fue en presidio, por una parte, donde David comenzó a interesarse por la literatura, a la que entregaría su vida; y, por otra, tanto en ese libro como en otros −sobre todo los de su primera etapa− temas como la cárcel, la delincuencia, las drogas, el SIDA…, cobran protagonismo y, por qué no decirlo, son la razón por la que muchos de nosotros nos interesamos por su poesía y su persona, atraídos por ese contorno del abismo al que nos asomamos, sin riesgo de caer, a través de sus versos.

La obra de David, a la que él insistió siempre en calificar como poesía de no ficción, se caracteriza por su carácter autobiográfico y en ella, más allá de la experiencia carcelaria, aparecen tratados también otros rigores de su existencia, como la enfermedad (la diabetes, su segunda cárcel, como él la llamó), la precariedad (a la que se expuso cuando tomó la decisión de abandonar la fábrica en la que trabajó a turnos como operario durante diez años y dedicarse exclusivamente a escribir) o el presentimiento o incluso la búsqueda premeditada de una muerte temprana, como luego veremos.

Oralidad y poesía narrativa

Por todo ello hemos elegido ese título para esta última entrega del club de lectura, Los mundos marginados, si bien no queremos ceñirnos únicamente a esa obra y recomendamos, en realidad, cualquiera de sus libros: La carretera roja, Ojo de buey, cuchillo y tijera, Ley de vida, En las tierras de Goliat, Sparrings…

Todos son una buena manera de descubrir a este autor e incluso de, a través de él, interesarse por otros poetas, pues en los poemas de David son frecuentes los ecos, las citas y las generosas reivindicaciones de escritores (algunos universalmente conocidos como Raymond Carver, Arthur Rimbaud, Sharon Olds… y otros contemporáneos y compañeros de recorrido del propio David: Vicente Muñoz Alvarez, Ana Pérez Cañamares, Kutxi Romero, Karmelo Iribarren, Eva Vaz, Isla Correyero, Antonio Orihuela…).

Otro de los rasgos de la poesía de David González es, ciertamente, su accesibilidad, la oralidad con que la impregna (“De siempre he oído decir que un escritor ha de escribir tal como habla”, señala en el prólogo de Nebraska no sirve para nada), a lo que se suma la estructura narrativa de los versos, que en muchas ocasiones componen pequeños relatos. David, de hecho, es también cuentista, un buen cuentista que podríamos adscribir al realismo sucio, y en buena parte de sus obras alterna los poemas con narraciones cortas, o incluso podemos encontrar, en el caso de Humillación, uno de sus poemas más logrados y conocidos (el de su abuela, el funcionario de prisiones y la peseta con la cara de Franco), una versión del mismo en prosa.

El punch literario

La aparente sencillez de la poesía de David González, por supuesto, acarrea tras de sí, además del talento innato o la genética y la fuerza propias para lanzar directos a través de la palabra, un arduo trabajo de cincelado y de conocimiento de recursos y técnicas literarios, adquiridos de manera autodidacta tras años de lectura voraz. Y así, David González es capaz de desnudar esos poemas y mostrarnos de esa manera el músculo en todo su esplendor. Como, por ejemplo, cuando escribe: “Si el señor es mi pastor/¿quién es mi perro?”; o “Mi perro cada vez se parece más a mí/ pronto dejará de ser mi mejor amigo”.

Esa facilidad para el punch −el boxeo y su terminología es otro de los mundos recurrentes en su obra− le sirve con frecuencia para cerrar los poemas de forma contundente o sorpresiva, a la manera, de nuevo, de algunos cuentos, con una última estrofa o un último verso que nos conmocionan, ponen en danza en nuestra cabeza una constelación de estrellas que arrojan luz mucho tiempo después de morir, o de ser leídos, en este caso. Así sucede en algunos de sus poemas más memorables, aquellos que solía declamar con vehemencia, golpeando con sus anillos sobre las mesas y barras de las decenas de garitos en los que ofreció recitales; poemas como La autopista o como Historia de España, en el que expone magistralmente en una treintena de versos algunas de las infamias, de los nudos todavía sin desatar de nuestra historia más reciente.

Como antes hemos anticipado, la muerte y su acecho, su presencia constante, es otro de los temas que se repiten en los textos de David González.

El escritor asturiano nació en San Andrés de los Tacones y durante una época firmó incluso sus obras como David de San Andrés, tal vez tratando de fijar junto a su nombre unos orígenes anegados por la construcción de un pantano que obligó a su familia a trasladarse a Gijón; o tal vez renegando de su propio padre, en un arrebato sanguíneo, a los que David era dado −en una ocasión fue detenido por golpear con un paraguas a un policía, o se enemistó muchas veces con otros escritores, a veces de manera injusta, y, siempre con razón, con políticos y mandarines de la cultura−; tanto lo uno, la tensa relación con su padre, con quien de todos modos también se mostró reconciliador en algunos poemas, como lo otro, su casa natal y su infancia en San Andrés de los Tacones, son temas que se repiten en sus libros. Al igual que la muerte, decíamos unas líneas más arriba.

Crónica de una muerte anunciada

El escritor asturiano, falleció el pasado 6 de febrero, víctima de un cáncer de esófago. Tenía 59 años y había vivido casi una década más de lo que él mismo había calculado o deseado para sí mismo, como nos repetía en ocasiones a sus amigos: “Yo moriré antes de los cincuenta”, o como intentaba en ocasiones propiciar, de nuevo de manera impulsiva, por ejemplo cuando en 2016 tras una farra alcohólica y psicotrópica de varios días anunció en su redes sociales y en una entrevista en prensa su intención de autodestruirse: “Drogas, mujeres, dobletes y tripletes y así hasta que el cuerpo ya no aguante…”.

La sombra y la profecía de esta muerte anunciada se puede seguir a lo largo y ancho de sus libros: “Yo todavía no tengo cáncer”, escribe, por ejemplo, en uno de los relatos autobiográficos de Sparrings; o, sobre la trascendencia de su obra, vaticina en un poema del mismo libro: “Con el tiempo/yo también puedo llegar a ser eso:/ una fotografía/ en blanco y negro/ y tendré suerte/ muchísima suerte/si alguien/algún día /en alguna parte/me/mira”.

Contra esto último, algunos de sus lectores y amigos estamos, como decíamos, reivindicando su memoria y la importancia e influencia de su obra en la poesía española de las últimas décadas, de tal modo que próximamente verán la luz diversos homenajes y libros dedicados al escritor asturiano que esperemos que sirvan para colocarlo en el lugar que le corresponde: en lo alto del podium o, acaso, seguramente, como él habría preferido, en el centro del ring.

Y respecto a su muerte, David tuvo todavía, después de su intento de suicidio pasivo, una última recompensa, como fue reencontrarse y recorrer ese último tramo de su vida junto a uno de sus primeros amores, su compañera Mari, que lo acompañó y reconfortó en sus últimos momentos, en los cuales David aceptó de manera serena su convulsa existencia, su destino y su final, tal y como dejó escrito en La última palabra, poema incluido en su libro póstumo La canción de la luciérnaga: “Cuando la vida/se te pone en contra/ y pensar en luchar contra ella/no es más que otra de esas utopías/ solo la muerte/tiene la última palabra./Solo la muerte, repito,/ tiene la última palabra./La palabra/ que cierre/ el último poema./ Fin/.

Patxi Irurzun


martes, 5 de septiembre de 2023

HIMNO A SATÁN por LEOPOLDO MARÍA PANERO



«Ten piedad de mi larga miseria»
Las flores del mal, Charles Baudelaire


Tú que eres tan sólo
una herida en la pared
y un rasguño en la frente
que induce suavemente
a la muerte.

Tú ayudas a los débiles
mejor que los cristianos
tú vienes de las estrellas
y odias esta tierra
donde moribundos descalzos
se dan la mano día tras día
buscando entre la mierda
la razón de su vida;
yo que nací del excremento
te amo
y amo posar sobre tus
manos delicadas mis heces.

Tu símbolo es el ciervo
y el mío la luna:
que caiga la lluvia sobre
nuestras faces
uniéndonos en un abrazo
silencioso y cruel en que
como el suicidio, sueño
sin ángeles ni mujeres
desnudo de todo
salvo de tu nombre
de tus besos en mi ano
y tus caricias en mi cabeza calva
rociaremos con vino, orina
y sangre las iglesias
regalo de los magos
y debajo del crucifijo
aullaremos.

Leopoldo María Panero, de Poemas del manicomio de Mondragón (Hiperión, 1987)

lunes, 4 de septiembre de 2023

VOLUTAS DE HUMO por ISABEL MARINA



VOLUTAS DE HUMO

Lleguemos
al fondo de la cuestión,
si esta nada que vemos
continuamente,
esta consunción de todo que no cesa,
es el presagio de nosotros mismos
convertidos en solo aire,
en inexistencia que duele,
impresiona y da miedo,

pero también nos da otra perspectiva,
actúa como un bálsamo,
la constatación de que un día
nuestros problemas,
nuestras torturas,
nuestros laberintos
dejarán de ser importantes
al desaparecer nosotros
como su centro de gravedad.

Nuestro dolor se convertirá
en menos que volutas de humo
que un duende despreocupado
crea con sus labios.


BESARTE

Besarte
como se besa la infancia
que se va desintegrando
hasta ser solo un recuerdo
que ya no podemos reconocer.

Besarte
hasta entrar dentro de ti,
hasta diluirnos
en una marea que avente el miedo,
en esa niebla marina de los pueblos
a punto de desaparecer.

Besarte
y alejarme por fin del precipicio,
de la mentira, del desengaño.
Ir poco a poco haciéndome fuerte
desde la extrema debilidad.

Besarte
y que lo demás no importe:
ganar el cielo
o perder la vida,
da igual.


LOS PASOS DE MI PERRO
 
Tierra de nadie.
He ahí nuestros dominios.
Es como asirse a una cuerda
que parece dura y eterna,
y sin embargo es frágil.
Un día se romperá,
aunque no lo creamos,
y todo lo que hoy vemos
sólo será un recuerdo.
 
Por eso ahora
que aún no ha clareado el día,
me centro en escuchar
los pasos de mi perro
dando vueltas por el pasillo.
Sé que este sonido
resonará en mis oídos en un futuro,
sé que lo echaré de menos,
que ninguna melodía
de Brahms, Vivaldi o Chopin
podrá alcanzar jamás
su belleza en mi memoria.


AQUEL VIAJE

Aún puedo verlos
en el andén del metro,
o en el Museo del Prado,
vagando de una sala a otra,
con su hija de catorce años.

Los tres estuvieron
en aquel teatro de Gran Vía,
viendo a Alfonso del Real,
en el Palacio de Oriente
y en las noches alegres de Madrid,
terrazas y leche merengada.

De aquel viaje
no hay ninguna foto.
Dos de los protagonistas
son ya solamente
una estela en el recuerdo.
No se sabe
por cuánto tiempo,
aún queda la hija.

Quedo yo.

Isabel Marina


sábado, 26 de agosto de 2023

TODO LO MUERTO por MAREVA MAYO



Sé que a veces vendrá el dolor a encontrarme y buscarme el cartabón y la arritmia del tejo, volverá a desenredar hospitales y aceras a bocajarro en tu frente, volverá para afinar la guitarra y los motivos... llorando por la tierra virgen que violamos. Y estaré abierta a conocer sus bibliotecas y sus callejones, para echarlos en la paleta de pintura y en el portaminas, trataré de ser madre y taberna, y evitar que nos entreguemos sin luchar al camino y la sangre. Querré la vida y a sus ladrones, entre vasijas rotas, desgranando fantasmas del vino y de las luciérnagas, para que duermas ésta noche sin preguntarte con puñales porqué lo hiciste. Lo hiciste porque era muy zurda la curva y pasada de casquete y de hash no esperó a que distinguieras la rosa del veneno ni la casa de la muerte. Porque si no lo hubiéramos hecho jamás hubiéramos dado la vuelta en aquél barracón que sabía a los saltamontes de una niñez pasada por las drogas de un mal guardián del Leteo. No hubiéramos unido jamás la piel a aquel precipicio para aprender a hablar con el esqueleto de la noche la historia que sobró de esa cacería de niños sin mundo... ni hubiéramos vuelto a las manos de madre entre los hartos y los jabones, quitándole agujas a las muñecas. Porque si no lo hubiéramos hecho no hubiéramos conocido cuál era la tumba que guardaba el mar en nuestra última pisada, ni el último antro de nuestra locura suicida, trapicheando con rajas y remaches, la mecha que nos seguía alcanzando al cielo en llamas en nuestra lúgubre sombra llena de todo lo vaciado pero dispuesta a volver a besar a los astros en todo lo muerto.

Mareva Mayo


viernes, 25 de agosto de 2023

LA VIDA PASA por AGUSTÍN CÓRDOBA GARCÍA



Al doblar la esquina
se ha encontrado
un trozo de los restos
de otra vida.
Su cara le era conocida,
ha cambiado la mirada
con el paso del tiempo,
la zancada mas corta,
la risa mas rigida
y
el ruido de los años y los deseos
revoloteando en la cabeza.
El naufragio de un suspiro
se queda en las profundidades
del pecho al reanudar el paso,
ahí lo ha dejado,
observando desde el cristal el reflejo de un desconocido.

*

La luz ilumina la escalera
del edificio de enfrente,
contraste con la oscuridad
de pasillos largos
con sonidos roncos,
de ventanas abiertas
y
aires acondicionados.
Cuenta las baldosas
como el que descuenta días
de un calendario vencido,
como una resta de decimales
en la que no importa el resultado,
como si esperase
que la sombra de algún gato
le dijese, chaval,
lo difícil
es guardar silencio
y
seguir caminando.

*

Volverás a descansar a la sombra del pino
que a la entrada plantamos,
seguirá la azada colgada
en el listón de madera
donde la dejaste
por última vez.
Regaré de nuevo mi cuerpo
con el agua de los granados
y
tu corazón seguirá latiendo
más allá de la carne,
más allá de los estertores de la memoria.
Bajo el pino,
se conservan los recuerdos
desamordazados y libres,
a sabiendas
que el futuro
ya no proyecta su sombra.

*

Desmigar el tiempo
con la calma
del que echa
trocitos de pan a las palomas
sentado en algún banco de algún parque,
Rozar como una caricia,
como el susurro
de una bocanada de aire fresco
la vida ajena,
para permanecer en el recuerdo
con el tibio sabor de un sueño
en la palma de la mano.
Cerrar los ojos
para que nadie te vea
mientras desmigas el tiempo
sintiendo el latido
entre la yema de los dedos.

*

Suele ocurrir
que tienes razón,
que la herida no cierra
                                      y
florece como los campos en primavera.
Suele ocurrir
que no llegas a atisbar
la palida sombra a la puesta del sol,
                                    y
desapercibida pasa
la belleza de la melodía
que a tu lado desnuda las horas.
Suele ocurrir
que como un río subterráneo,
bajo la piel que habitas, la vida pasa.

Agustín Córdoba García


jueves, 24 de agosto de 2023

UN POEMA de HARVEY TOWNSHEND




tal vez nadie supiera qué debería haber hecho
tal vez nadie hubiera hecho nada en caso de haberlo sabido

pisas la calle con pasos de viento
con caricias sobre la acera
caminas por el simple hecho de estar haciéndolo

observas las plantas que brotan de las grietas
fijas la vista en las rendijas de las alcantarillas

piensas en los espacios límbicos
en los resquicios
en los lugares de tránsito

en salas de espera atestadas de silencio
en vestíbulos vacíos
apeaderos abandonados
en áreas de servicio al borde de la autopista

piensas en horas muertas
en barcos varados sobre la arena

sólo los niños consiguen alcanzar la moneda perdida bajo la cómoda
sólo los viejos son capaces de verla sin moverse de su asiento

tal vez nadie sepa qué es lo que hay que hacer
tal vez nadie haría nada en caso de saberlo


Harvey Townshend


miércoles, 23 de agosto de 2023

ALCORQUE por GSÚS BONILLA



La técnica del ahogamiento simulado
consiste en inmovilizar sobre una superficie
a un individuo bocarriba
y cubrirle la cara con un paño
 
después verterle agua por la boca y la nariz
y de ese modo generar la sensación de ahogo
 
Luego están quienes recurren a una bolsa de plástico simplemente
y atarle las manos a la espalda...

También sabemos, porque lo hemos visto muchas veces
de los que prefieren la asfixia de cogerte por los pelos
e introducir una y otra vez tu cabeza
en el agua de un abrevadero
 
Te narro todo este carrusel de torturas formidables
al principio del poema y no al final
porque antes he preferido que imagines
el repertorio de raíces
que habita el escaso agujero que queda alrededor del tronco de este árbol
 
verás cómo con mucha dificultad intenta respirar
pero jamás confesará ningún delito


Gsús Bonilla, de Besos, Flores & Cigarrillos.



martes, 22 de agosto de 2023

CARTES SUR TABLE



Una serie de osados asesinatos sacuden al mundo y todos ellos son llevados por unos misteriosos personajes que actúan como autómatas. Para desentrañar el misterio, la Interpol (Alfredo Mayo) recluta a Al Pereira (Eddie Constantine) para que se infiltre en la organización ya que Pereira comparte la característica común de esos misteriosos asesinos: el RH0 en la sangre. Se traslada desde Asia hasta el peñón de Ifach en Alicante donde tiene la base esa misteriosa organización criminal comandada por Lady Cecilia (Françoise Brion) y Sir Percy (Fernando Rey). Divertidísima astracanada del Jesús Franco más pop realizada un año después de Lemmy Contra Alphaville (film del cual Franco hace una referencia) donde parece como si Franco le diga al mundo que sí, que Godard hizo un estupendo film pero que el también los sabe hacer y mucho más divertidos. Mezcla de noir, ciencia ficción, film de espías y comedia, la función no puede ser más entretenida con un Constantine en su salsa rodeado de bellas mujeres. ¿Quién quiere más? Se me olvidaba, el mismo tito Franco realiza un cameo como pianista del night club.

Joan Parera


lunes, 21 de agosto de 2023

LUZ QUE AGONIZA por VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ



Detrás de una pelota siempre hay un niño, según el dicho popular. Pero en esta historia no hay ningún niño, sólo pelota. El niño ha desaparecido hace ya tiempo, arrollado por una furgoneta en este angosto callejón, pero la pelota sigue apareciéndose aún, surgiendo de la nada en el lugar del atropello, materializándose y esfumándose, como por arte de magia, tras dar unos cuantos botes sobre el asfalto. Sólo algunos conductores, aleatoriamente, la ven, y frenan su vehículo súbitamente, mirando sobresaltados hacia el lugar de donde procede, para continuar precavidos su marcha al comprobar que detrás de ella no hay nadie. Es una leyenda urbana en el barrio. Y a lo largo del tiempo, muchos afirman haberla visto botar frente a sus coches. Dicen que los padres enterraron al niño con la pelota tras el accidente. Pero aún sigue, de vez en cuando, apareciendo y desvaneciéndose, como una luz que agoniza, en medio del callejón. Nadie sabe por qué.

Vicente Muñoz Álvarez


viernes, 18 de agosto de 2023

EN CALIFORNIA CON BUK por ALEXANDER DRAKE



Era agosto de 1993, yo tenía 18 años, y me encontraba con tres amigos en la ciudad de San Francisco. Meses atrás, uno de ellos, Sebas, me había pasado un par de libros de Bukowski, Factotum y Hollywood. El autor me impresionó. La forma de escribir de aquel hombre me pareció todo un descubrimiento. Su estilo directo, su lenguaje afilado y corrosivo, aquellas escenas de su vida tan sórdidas como atractivas, su ironía... Allí había algo distinto. Era evidente.

Como decía, durante ese verano de 1993 estaba en California con tres amigos, concretamente en la ciudad del majestuoso puente Golden Gate; de los tranvías más icónicos del mundo; de los miles de hombres que fueron allí en busca de fortuna durante la fiebre del oro a mediados del siglo XIX. Nosotros no sé qué diablos buscaríamos, pero estábamos allí. Cada cual con sus inquietudes particulares. Quizás siguiésemos la pista de Frank Morris y los hermanos Anglin. O puede que estuviésemos tras los pasos de la Bones Brigade y su Animal Chin. Cada cual tiene sus fantasmas. Espectros camuflados en la sombra. Una sombra alargada y muerta como en la que el propio Bukowski no tardaría en convertirse tan sólo siete meses más tarde. Pero en ese instante, él aún estaba allí de cuerpo presente, con 73 años, enfermo de leucemia, hecho polvo, en sus últimos meses de vida, en Los Ángeles, escribiendo a contrarreloj su novela Pulp y sus últimos poemas inmortales.

"Podríamos ir a visitarle…" me dijo Sebas (el mismo chico que me pasó Factotum y Hollywood meses atrás). Al fin y al cabo, ya estábamos en California, sí, pero la distancia entre San Francisco y Los Ángeles era de 600 kilómetros; y nuestro plan de viaje, junto con los otros dos amigos (ellos no sabían quién era Bukowski, ni les interesaba la literatura), no contemplaba en absoluto desplazarnos tantos kilómetros hacia el sur. De modo que aquello, sencillamente, nunca ocurrió. En cualquier caso, alguna vez he fantaseado con la idea de haber bajado con Sebas hasta Los Ángeles durante aquel verano de 1993 y haber ido en busca del viejo Buk. Nos hubiésemos acercado a la estación de Greyhound y habríamos viajado en autobús durante 8 horas agónicas. Después hubiéramos cogido otro bus durante una hora más para llegar a San Pedro, y desde allí un taxi para llegar por fin al 1148 de West Santa Cruz Street. Hubiésemos tenido el detalle de comprar por el camino algún libro suyo para que nos lo firmase, y también le habríamos llevado alguna bebida sin alcohol como ofrenda de paz y buenas intenciones (ya que en sus últimos años Bukowski dejó de beber). Una vez frente a la casa tocaríamos el timbre. Supongo que Linda Lee, su mujer, nos hubiese abierto la puerta, y nosotros, dos adolescentes barbilampiños y con pinta rara, le hubiéramos dicho que veníamos desde Europa para conocer en persona al gran Charles Bukowski. Supongo que eso le habría provocado media sonrisa y, escuchando nuestro marcado acento extranjero, nos hubiese invitado a pasar durante unos minutos. El viejo Charles, seguramente, estaría en el piso de arriba, escribiendo algún capítulo de Pulp, su última novela, o quizás algún pensamiento fugaz sobre sus tardes de gloria en el hipódromo, o sobre el hecho de que ya no necesitaba estar borracho para poder escribir. Sebas y yo le hubiéramos saludado con entusiasmo, le hubiésemos estrechado la mano con fuerza, y nos habríamos sacado una foto con él, por supuesto. Hubiese sido bonito. Habría estado bien, claro, pero aquello nunca sucedió. Nuestro plan de viaje no contemplaba desviarnos 600 kilómetros hacia el sur. Toda nuestra estancia allí se centró en el norte de California, y fue un gran viaje, no cabe duda. Pero eso no quita para que, algo en mi interior, me diga de vez en cuando que conocerle en persona hubiera sido curioso, que hubiese sido especial, que habría sido una gran anécdota que poder contar durante toda la vida, o quizás no… Puede que nos hubiera echado a gritos de su casa y que se nos quedara la impresión de que aquel hombre era un loco desequilibrado y un viejo cascarrabias. También podría ser…

En cualquier caso, y fuera como fuese, justo hoy, mientras escribo estas líneas, estamos a 16 de agosto de 2023. Por lo tanto, han pasado exactamente 30 años de aquel viaje. Pero lo que es más sorprendente es que justo hoy, 16 de agosto, es el cumpleaños de Charles Bukowski. De seguir entre nosotros, “el viejo indecente” hubiese cumplido 103 años. Felicidades, Buk; este texto es mi pequeño regalo; mi pequeño homenaje; mi pequeño tributo. Llámalo como quieras. No te conocí en persona, pero conozco toda tu obra; y todo el mundo sabe que ahí dejaste plasmada toda tu vida.

Alexander Drake


6 POEMAS de NICOLÁS CORRALIZA




EN LOS DÍAS DE FUEGO

Los bosques vivos.
La lluvia y su pulmón
de aire, y para los pájaros
canto y verdad.
Nos da de beber la nube.
La memoria lo evoca
en los días de fuego.


NO HEMOS APRENDIDO NADA

La talla que no alcanzamos.
El roto visible
que nos dejó la melancolía
y su tosca decepción
mientras creíamos saber.


TIERRA

No hay nadie más.
Sólo nosotros
y un poema
que acabó siendo la vida.


LA RAMA DORADA
 
Para evitar la quiebra de la fe,
unas nuevas escrituras;
una orientación más comercial
que dulcifique el trago a sus clientes.
Nuevos huéspedes donde alojar
la moneda de Caronte.


NI TARDE NI TEMPRANO

Despiertos
para esperar a la luz.
Dormidos
cuando la muerte
nos coja el sueño.
Dejarse encontrar.
En eso consiste la búsqueda.


PALACIOS DEL ALMA
 
Nada en este calor,
en esta flama desnuda
que nos cae de bruces.
Cansados y vivos:
casi sin miedo.
Acostumbrados a la demencia del sol
y al heno del verano.
Enamorados los días
-palacios del alma-.
Un ratito de luz
para bailar sin culpa.

Nicolás Corraliza


jueves, 17 de agosto de 2023

HAY TRENES QUE SÓLO PASAN UNA VEZ EN LA VIDA por MANUEL CALERO VÁZQUEZ



Hay días que sales de casa queriéndote comer el mundo, y el mundo te come a ti. Os voy a contar una desventura, como no podría ser de otra manera, que me pasó una noche de sábado. Me preparé para la ocasión, esas movidas que te ofrecen las mil y una y al final se quedan en ninguna. Salí de casa a buena hora para la cena, la cena de un solitario es a cualquier hora y la cena en sí, es cualquier cosa, en mi caso una pizza bien cargada de orégano.

Andaba por ese Madrid de los ochenta y tantos, buscando realmente nada, pero empeñado en que de una puta vez me pasara algo verdaderamente interesante. Mi primera parada en Alonso Martínez, ya era buena noche, pero todavía poco granuja, buena para un par de cervezas o cuatro, era el momento de despedir prejuicios y timideces y dejar hueco a otro tipo de conductas no tan correctas, el alcohol cervecero afecta lo suficiente para causar este tipo de efectos.

La calle la veía ya de otra manera, esas cuatro cervezas eran el salvoconducto hacia la gran utopía, ese sueño que la mayoría añoraba y que al final acababa siendo una frustración empapada en alcohol.
Me planté en la plaza de Santa Ana, así, como si hubiera ido sobre una nube, la hora iba aportando gente para esa hora, ya se despertaba la fauna y se repartía por aquella selva de locales nocturnos.
Me embarqué en alguno de ellos y desembarcaba al poco rato, no lograba encontrar mi sitio, las horas punta no eran de mi gusto, demasiado jaleo.

Decidí patear calles y hacer tiempo observando mi mala vida social, era un jodido desastre, se me venía a estos mareados pensamientos que acabaría como siempre, disfrutando de una triste y aunque no lo creáis dulce y bella retirada ahí por la tardía madrugada, las calles de Madrid a esa hora se encontraban sucias pero muy melancólicas, si, sentías la triste belleza de una noche que lo había dado todo para hartarse de placer, la ciudad lloraba porque sufría cómo su magia desaparecía con las primeras luces del alba.

Hay por aquella zona un local pequeñito que se pone hasta la bola, solía transitarlo cada vez que me dejaba caer por allí, y ésta no iba a ser menos, ya la misma puerta ofrecía resistencia, quería convencerte de que allí no cabía un alfiler. Conseguí mi propósito y en cuestión de diez minutos logré llegar a la barra que no andaba más allá de dos metros de la puerta.

Me fui a pedir una coronita y después de aguantar otro cuarto de hora la vi llegar, no a la coronita, sino a ella, me pidió que por favor, le dejara un hueco en la barra, un hueco de unos centímetros poco holgados, no había visto ni sentido nada igual en mi vida, sería pecado ponerme a describirla, su sonrisa consiguió darme la fuerza necesaria para hacerle sitio donde no paseaba ni el aire. Le sirvieron, fue cuestión de dos minutos, este tipo de mujeres tienen patente de corso, no se les resiste ni el más sieso camarero. Durante esos momentos sentí su cuerpo pegado al mío, su perfume me estaba haciendo temblar las piernas. Me decía a mí mismo, amigo, esto es lo más cerca que vas a estar del cielo, vete despidiendo porque acaba de pagar su consumición y te va a dejar ahí, abandonado a la más cruda realidad.

Se fue, no sin antes dedicarme otra sonrisa de agradecimiento, no dije nada, ni al principio, ni al final, esperé estoicamente a que me pusieran de una puta vez la cerveza que había pedido.
Esa fue mi gloria, podía dar la noche por amortizada, el resto la pasé dando tumbos y preparando mi retirada.

De vuelta decidí buscar mi soledad en un último tugurio, por entonces llevaba varias copas encima y me pedían una compañera más antes de soltarlas todas juntas en cualquier esquina.
Me dejaron pasar milagrosamente, a esa hora lo que quedaba dejaba mucho que desear, por fin encontré mi ambiente, solté amarras y me dejé llevar, no tuve que navegar mucho, la barra me acogió como a un buen hijo, y desde allí, en compañía de mi enésima copa disfruté de las malas compañías que por ahí buscaban darle punto y final a otra noche que agonizaba.

- ¡Hola!, yo a ti te conozco.

¿A que no imagináis quien se me acercó de una manera muy cariñosa?, sí, ni más ni menos que ella, la que unas horas atrás muy amablemente me pidió dejarle mi sitio y yo se lo di, también mi corazón, aunque de esto no se percató.

- No sé, creo que no te conozco de nada.

Esa fue mi respuesta, la actuación fue memorable, no había conseguido jamás causarme tal destrozo con una sola frase.

Se me quedó observando durante unos segundos, estupefacta, me da que una situación como ésta no se le había dado nunca, estoy convencido de ello, pero tampoco se topó nunca con un imbécil de esa categoría. Se dio media vuelta y se fue, para algunas cosas soy demasiado bueno.

Manuel Calero Vázquez


martes, 15 de agosto de 2023

A PROPÓSITO DE POE por ÓSCAR FÁBREGA



No, no es una biografía de Poe, aunque lo es; ni es un estudio sobre su obra, aunque también lo es; y no es una obra de ficción, aunque tiene mucho... ¿Qué es entonces? Mi particular visión sobre uno de mis escritores favoritos, sobre su vida, sus obras, sus creencias y sus ideas; sobre su percepción del mundo y la vida, sobre su relación con un buen puñado de escritores que le amaron tanto como yo, y, en definitiva, sobre la tremenda influencia que ha tenido en la cultura popular de los últimos 170 años. Por eso, no se trata solo de un libro sobre Poe. Más bien, como su propio título indica, consiste en un recorrido con desvíos sobre su vida y su obra. La clave está en esos desvíos, que me permitirán, a la vez que narro lo que quiero narrar, hablar de otras muchas historias paralelas que, de un modo u otro, guardan relación con el bostoniano y sus escritos, desde las noticias falsas primigenias a la Tierra hueca, pasando por el mesmerismo, el psicoanálisis o la criptografía; o la influencia que tuvo en grandes de las letras como Conan Doyle, Baudelaire, Cortázar, Julio Verne o H. P. Lovecraft.


sábado, 12 de agosto de 2023

UN GAZPACHO BIEN FRESQUITO por JOSÉ PASTOR GONZÁLEZ




ahora que ya ha llegado el verano

la calor y para algunos las vacaciones

deberías recordar

que para que tú puedas tomarte un gazpacho bien fresquito

hay jornaleros que esta cogiendo tomates a los dos de la tarde a 35 grados celsius achicharrados y sin contrato

hay repartidores sudando la gota gorda repartiendo sacos de hielo de ocho de la mañana a ocho de la tarde y que algunos días no tiene tiempo ni para comer

hay cocineros en un agujero que llaman cocina que están quemados. que no pueden más.

hay camareros a los que les duelen los pies y que están de mala hostia y que en el mes de agosto no tienen días libres

hay friegaplatos a los que se les va casi la mitad del sueldo en pagar el alquiler y que tienen miedo de perder su trabajo y que no se cuenta con ellos cuando se reparte el dinero del bote

y hay barrenderos. hay jardineros. hay cajeras. hay limpiadoras…

no lo olvides
 
y tampoco olvides que muchas veces

detrás de toda está gente

hay tipos haciendo el agosto


José Pastor González


viernes, 11 de agosto de 2023

SOY MÁS DE TOPURIA QUE DE NERUDA por KERNEL PANIC



Crecí con la MTV
y las tetas de Pamela Anderson en la boca.
 
Una procesión de locos
me seguía hasta la Facultad de Física.
 
Todo el día pasaba sentado
debajo de un tejo milenario.
 
Mi ambición
era que mi mirada
se metiera en la cabeza de las personas
hasta hacerlas convulsionar.
 
Tuve un Opel Tigra rojo
y lo conducía por Zaragoza
como un gran chulo de putas cuántico.
 
Tuve las primeras Nike Air Huarache de Aragón
y pisaba como los ángeles
después de arrasar Persia.
 
Me cifré al igual que un mercenario sacrílego
y entré en el templo de Júpiter
con mi sonrisa siniestra
como corona.
 
Kernel Panic


miércoles, 9 de agosto de 2023

5 POEMAS de LUIS COLDER



[28]

rellenar la mañana con mis pasos
mientras una luz jurídica sentencia
sombras en las periferias de la materia;
nada nuevo en el concesionario
de la mente, solo el consabido mono
que salta de tu cuerpo a esa película
gris que recomendó Boyero
y que no veré por cierto destiempo

[29]

"se busca" una realidad amigable;
viajar para escapar de una misma,
correr para que no me pille
el organillo de la costumbre,
y atravesar fronteras con el salvoconducto
de meterme en poemas que no son míos,
yo, el gran buscador de cunnilingus
en el diccionario de la RAE,
el mequetrefe cuántico que se pirra
por la vieja relojería mecánica
busco sonoridad en cuatro llantas
Pirelli rumbo a Costa da Morte

[30]

lugares retóricos, calles abandonadas
por el accesorio de la posesión;
baldosas de guardia que sostienen
el mundo de una paseante solitaria
circa tu mente

[31]

de las ruinas de ti mismo,
de las turistas y de sus cámaras
de fotos mientras tú te niegas
a abandonar la jaula de Faraday
del poema sin muerte;
de cortar el cable rojo
del concepto ocaso

[32]

el dolor deja un pequeño rastro
de alegría, arroja fardos de tiempo
en pieles cada vez más ajenas
especializarse en la sombra,
sentar precedente a la mesa;
cada instante es un cruce
de caminos, pero ninguno
me llevará a ti, lectora

Luis Colder


lunes, 7 de agosto de 2023

NÓMBRALO por PABLO CEREZAL



que me alumbre un diablo, que me alumbre
que me alumbre un santo, que me alumbre
Chinoy

Ese espacio tiempo oriental que abandonas consciente de hacerlo sin solución de continuidad.

Ese partir en un velero amordazado por el viento del ayer, del allá lejos. Ese embarcarte en una canción para recordar momentos en que te sentiste mejor, casi bien, tal vez pleno.

Es un verso que recuerdas para recordarte que no te dejarán regresar a su fonética de dicción certera ni a su ritmo de reloj bipolar deshecho en segundos como timbre de amanecer enredadera.

Es aquel poema que te quebró aunque no te recitase a ti. O tu poesía cantada por otro. Un instante, un latido, un puñal, lo mismo da.

Es detenerte a pensar antes de arrancarte a desperdiciar sangre de cactus hermoso entre la selva mnemotécnica y frondosa del sollozo casi aullido.

Tal vez sea el pasado de otros y nunca el tuyo. Sólo el que te arrebataron. Lo tuyo es presente y duele. Porque soñar con apósitos es tal que opositar al futuro funcionario y jugarle a lo incierto una partida de dados.

Puede ser que sólo sea ese mordisco que hizo botín de plasma en tu triángulo de Scarpa.

Lo llaman melancolía. Pero, de serlo, no podría escribir, y mi testa languidecería calma frente a la guillotina amortiguada por las plumas de la nada. Yo prefiero llamarlo saudade, que hiere más hondo y resuena más atlántico.

Dime, tú, que todo lo sabes nombrar, cómo puedo llamarlo.

Pablo Cerezal,
del blog Vislumbres del Dorado


viernes, 4 de agosto de 2023

6 HAIKUS por JOAQUÍN PIQUERAS




EL HAIKU QUE SURGIÓ DEL RÍO

el agua fluye
como sueño de heráclito,
medita el río


HAIKU SURF

rompen las olas
para decir verdades
como espumas


HAIKU TELL

dispara al hombre
que la manzana ya
está podrida


THE HAIKU OF THE RAIN

deja la lluvia
sobre el asfalto inerte
su aliento de agua


HAIKU DE UNA NOCHE
DE VERANO

los sueños yacen
junto a mí, los observo
mientras me duermo


HAIKUS EN MODO SILENCIO

no es el silencio,
es la palabra que aún
busca su espacio

***
hasta en silencio
oigo el ruido del tiempo,
su mudo paso


Joaquín Piqueras


miércoles, 2 de agosto de 2023

NO HAY RETORNO por PACO GÓMEZ ESCRIBANO



Podredumbre, entrañas y sangre en el vestíbulo del infierno. Senda salpicada de tumbas y de flores muertas transitada por el olvido y la desesperanza. Retazos de recuerdos rotos, bajo la lluvia pútrida de un anochecer eterno que preludia miseria. Calles vacías, sentimientos desintegrados bajo un manto de basura compuesto de dudas y desaliento recurrente cuando el tiempo se congela, para torturar más existencias desangeladas. Atravesar esa línea cuya linde se perdió en una perspectiva relegada. No hay retorno. El futuro es un duende encerrado en una botella mecido por las olas de un mar muerto. El infierno está muy lejos de ser una quimera cuando la luz se coló por las rendijas de un abismo infinito. Fuego dormido y besos gélidos. Anhelos desquiciados que carecen de voluntad para perderse definitivamente. Muerte vestida de novia en la pantomima de la existencia suprimida.

Paco Gómez Escribano


lunes, 31 de julio de 2023

CUANTO DIJE FUE NADA por SERGIO MAYOR



Hice vida de eremita. Ayunaba, me mortificaba, caminaba por los dominios del escorpión y la culebra, la noche de fuego, astrónomo sentimental, las manos juntas.

Recibí la revelación al tercer año en un lugar llamado el Puntal de Don Diego. No exaltaré el incidente a la fantasía de un pentateuco. La revelación no vale una anécdota de Swedenborg.
Se acabó. Yo detesto el espíritu, señor, yo soy frívolo, yo soy espiritual en el trago de John Haig y en el cuerpo de Corina, la diva del lenocinio, la reina de Sinaloa,
Corina, cuéntame el pentateuco criminal de Sinaloa.
Mandé todo al diablo, Señor, al diablo usted, al diablo el ascetismo y los buenos modales.
Bebí, hablé una lengua lacónica y huraña, el servandés, asilado en el país de los varones, el bar de Servando. Sostuve la mirada tipográfica de los servandeses: “A quién me grita le pego, y a quién me pega lo mato”

Me pegaron, me quebraron los huesos, les repugnaba mi oratoria y controversia. Me deportaron por un racismo ontológico que entiendo. No lo tomo en cuenta. El ser de un hombre no se agota en sus actos. Se acabó. He sido lo servandés que pude. Mi sustancia no da para más.

Probé la escritura, me vendí a las librerías y las páginas de FB. Detesto la escritura. Devine toxicómano del like, la última bajeza. Dije, y abundé en lo que dije, y cuanto dije fue nada. Perdí la palabra en el bar de Servando, donde los varones juramentan con miradas firmes como edictos.
He de cambiar de vida. Yaceré en un hospital prodigando tumores y las artes de morir. Me enrolaré en la flota pesquera cubana. Buscaré un Sinaí riguroso en un lupanar de Sinaloa, apóstol de Corina, la santa poliomielítica que baila el striptease, que los cielos se abren si ella cede el corpiño, que son lenguas de fuego, que son las tablas de la ley su mínima clavícula.

Sergio Mayor


viernes, 28 de julio de 2023

VOCACIÓN DE INCENDIO O LA BELLEZA POR ERROR por JULIA ROIG




Me interesé por el muralismo hiperviolento y la filosofía hindú, cuando ya el corazón del mundo ardía.

Rodas, Argel, Palermo.
 
Poésie-verité, con energía real. Inundarlo todo. Desde los veinte queriendo ser una peonza enloquecida y mi lengua una púa, a lo Papasquiaro. Vivir en la catarsis no acaba de funcionar, qué calle, qué piso, qué puerta, qué campo. Con vocación de incendio, vestida para el baile, armada de tinta, así huyen los poetas, como los pulpos, como el calamar. La piel es un vaticinio. La sonrisa una trinchera que hace las veces de hoguera, de hogar. El poema aguardiente mediterráneo. Me dirijo a una boca de incendio o una escalera de emergencia en un brownie neoyorquino y bebo sangría con Lou, para alejarnos del fuego, pero ya es tarde, me dirijo a la belleza por error, que diría Kundera. Me tatuaré en el hombro izquierdo el blackstar de Bowie. Escribiré el poema de la supernova que nunca fui. Balconing en el corazón y de fondo versos de San Juan de la cruz. La noche oscura del alma. Suena Astral weeks en bucle. Albricias, reina egipcia, la cuna ya arde cual biblioteca de Alejandría. Compite una lágrima por mi fosa nasal izquierda con otra que se desliza por mi mejilla derecha. Ambas, barridas en mi labio superior, acaban en mi lengua y ese es el fotofinish de todas las carreras.

Hablé tanto del fuego que no pensé en el sol. LUX LUX LUX.
 
Las máquinas no podrán hacer bacanales ni derramarán el vino. Ni serán abducidas por cantos de serenas sirenas. Hay que ser caníbales, leí por ahí. Y jaulas abiertas. Artesanos de la carne. Y vagabundos futuros por elección.
 
Abrir los ojos como un alarido en mitad de tanto fuego equivocado.
 
Dame a luz. Sin diplomacia. En cualquier calle. En cualquier camino. Pero dame. La antología de la nada duele como los veranos sin espuma. Como el crepúsculo famélico que atraviesan los caballos de la desesperación de Faulkner. Como los cuchillos del tiempo. Y las canciones sin nadie cerca. O el crimen de los recuerdos. O el caminar a solas la propia piel. Sin veneno exquisito todo serán cenizas. La comedia sin divinidad o el viaje sin nada que no sea noche. El poema se masturba y se desprecia. Demasiadas curvas había en sus ojos. Cómo desnudar a una mujer hecha de silencios.
 
Aguardar en el jardín de los torsos
 
a que florezcan
 
o enloquezcan

mientras todo arde.

Julia Roig, del blog Miss Desastres Naturales.


jueves, 27 de julio de 2023

PADRE por AINHOA MARTÍNEZ RETENAGA



Bicéfala, padre.
Impúdica como los azarbes que reverberan
la voracidad de esa otra que me aguarda:
sostenida por la opacidad triangular de mi huida.

Apátrida, padre.
Indócil ante el fervor de mi espanto,
escarcha oblicua bajo la metralla estrangulada
de mi mortandad.
Sepulcral sobre los pistilos devotos
de esta blasfema tibieza.
Imprecación famélica
bajo las egregias laudes
de una ordalía pagana.

Apóstrofe, padre.
Embolismo polvoriento
entre las plegarias de esta ablación selvática.
Estenosis tañida que canónica profana
la desidia de mi grotesca matriz.

Y de pronto, el ruido petulante de las jaculatorias, padre.
De pronto, obscena, la acefalia mortuoria de los aquelarres,
los bautismos ascetas esquilmando el cáliz de mis salamandras,
los ábsides capitulares de mi desazón conversa
perfundiendo impíos
las anáforas de este evangelio politeísta y hereje.
Lucífuga bajo un útero excomulgado y nemoroso,
la antuviada entorpecida de mi desazón errante.

De pronto, padre, de mis entrañas los búhos
bajo el bisbiseo idólatra de un memorial penitente.
De pronto, descomedidas,
las luciérnagas luteranas que soslayan mis prebendas,
el túmulo de las plegarias horadando puritanas
el gongorismo inicuo de mis días
para desentrañarme en llanto.
Los vencejos tornándose desabrido gozo
bajo los maitines de lo exiguo.

De pronto, padre, demenciales las orquídeas
ante el yugo estrepitoso de las horas carcomidas.
De pronto las vaguadas engullendo solitarias
mi lenguaje desvalido,
el sigilo valeroso de los rostros sin pasado
desabrigando mi envoltura con la piel abochornada.
Los albatros agoreros esculpiendo con su estigma
el florilegio teresiano de mi aniquilación carmesí.

Aterida, padre.
Concubina de baladros sin espuela.
Dismnesia entigrecida bajo el sudario de un vagido urente,
hipérbole obliterada atiborrando descompuesta
lo terebrante de mi abulia.
La yoidad de mis adarces devorando furibunda
las yacijas del mañana,
celaje yermo que puebla
las exequias doctrinarias de mi verbo.

De pronto, padre, de mi cadalso la esfera.
De pronto las camelias acerando mi hostiario
con impericia estatuaria,
la crudeza de las buganvillas deformando atronadoras
lo imberbe de mi estañadura.
Las gaviotas descarriadas perfilando con su estampa
los naufragios de mi verticalidad invertebrada.

Desfigurada.
De pronto, arrodillada, padre,
con el vientre lleno…
de polillas muertas.

Abrazos de luz

Ainhoa Martínez Retenaga