sábado, 29 de septiembre de 2018

MATIZ DE REGENERACIÓN por DAVID GONZÁLEZ




Todos mis colegas de entonces
o están muertos
o están otra vez en el talego
o andan por ahí tirados,
buscándose la vida
como malamente pueden.

Yo no.

Cambié.

Deje a un lado
esa clase de vida.

Tuve miedo.

Mucho miedo.


David González, de El amor ya no es contemporáneo (Poemas y relatos 1997-2000) / El amor sigue sin ser contemporáneo (Poemas escogidos 2005-2009) (Baile del sol, 2009).


viernes, 28 de septiembre de 2018

¿QUÉ HAY EN UNA HABITACIÓN VACÍA? según NATALIA MENÉNDEZ





Escribir historias es tejer con el hilo del tiempo, y Julia Navas lo hace con prosa convincente, firme y fluida, con la seguridad de quien conoce a la perfección el arte de contar historias, de quien sabe aplicar las técnicas narrativas de tejer espacios, nombres, sentimientos y experiencias para crear un universo que nos atrape. Además la autora lo hace así: arriesgando, apostando por una historia a dos voces donde los lectores podemos llegar a encontrarnos también, entre las líneas de la novela, a nosotros mismos. 

¿Qué hay en una habitación vacía? La autora nos plantea un interrogante. Y esa incógnita es la historia de Carlos, pero también la de Valentina, la de Aurelio, la de Luisa, la de Enrique, la de Sonia, y también la nuestra. Porque ¿Qué hay en una habitación vacía? es una novela que busca respuestas, y en esa búsqueda Julia Navas destaca por el uso preciso del diálogo y por dotar a sus personajes de una gran profundidad psicológica. Los protagonistas, Carlos y Valentina, son personajes redondos, que crecen, evolucionan a lo largo de las páginas de la novela, personajes verosímiles que junto al resto de los nombres que aparecen en la historia (Aurelio, Enrique, Sonia, Luisa) manifiestan una común imposibilidad para establecer relaciones personales duraderas. Siempre hay algo que lo impide. En ocasiones las relaciones fallidas son fruto de conflictos internos, intereses no compartidos, la presencia de terceros. Otras veces, no obstante, el destino reserva a nuestros personajes golpes difíciles de superar. Porque la vida está llena de altibajos, como una montaña rusa. Pero en la novela de Julia Navas hay mucho más. Junto a estos fracasos amorosos la novela plantea uno de los mayores desengaños que un ser humano puede protagonizar: convertirse en lo que uno nunca quiso ser, y esa es, precisamente, la tragedia de Carlos.

La historia de Carlos transcurre en tres tiempos y en tres espacios físicos. La sombra del pasado, el presente y un futuro donde cabe la esperanza son las coordenadas temporales. Los espacios son Madrid, Gijón y Grecia. Nada es accesorio. Cada lugar representa un espacio simbólico donde el personaje principal, Carlos, debe superar obstáculos para lograr su objetivo final que no es otro que el de ser fiel a sus principios, recuperar al Carlos que fue, lograr que la música vuelva a ser un ingrediente imprescindible en su vida. Recuperar, en definitiva, su identidad y alcanzar, finalmente, la felicidad. Valentina por otro lado, se mueve en un solo espacio y en dos coordenadas temporales, pero su influjo condiciona inevitablemente el futuro de Carlos. 

El viaje a Grecia, por otra parte, no es accidental. Como una especie de peregrinaje catártico nuestro protagonista realiza un periplo por las islas griegas cuya similitud con los viajes de Ulises no pasa desapercibido. Como el héroe de Homero, Carlos realiza un recorrido por tierras míticas, y allí encuentra a su Penélope particular, Sonia, quien le espera fielmente como el personaje de la Odisea. 

Tras regresar de este viaje, de este rito de pasaje, hay un cambio fundamental en la vida de nuestro personaje, y también en la narración de la historia. Aparece una nueva protagonista, Valentina, un personaje que tiene el privilegio de contar con voz propia. Valentina constituye una pieza clave en la historia de Carlos. Se trata de una protagonista que no constituye un fin, sino un medio, un medio necesario para que Carlos logre reconducir su vida y deje de ser el hombre en el que, a su pesar, se ha convertido. Como Ulises, Carlos deberá superar obstáculos, miedos, borrar fantasmas y exorcizar el pasado para poder llenar esa habitación vacía de esperanza y de nuevos comienzos y oportunidades. 

Esta es una historia con héroes y villanos (si Pablo Cuesta se puede elevar a esa categoría), con desencuentros, reencuentros, planes que triunfan y deseos truncados, un universo conocido para todos los lectores.

Para finalizar quizás podamos responder al interrogante que nos presenta Julia Navas. ¿Qué hay en una habitación vacía? Tal vez todos tengamos nuestra propia habitación vacía, ese espacio simbólico que acoge las cicatrices de nuestro pasado, lo que permanece como una huella a través del tiempo, lo queda de nosotros en forma de ausencia.


jueves, 27 de septiembre de 2018

PURO RUIDO DE AGUA por MÓNICA MANRIQUE DE LARA




Desde hace algunos años, esta calle se quiebra en mi hogar. Tras la puerta de entrada, hay un buzón desbordado de cartas que siempre temo abrir, todas, una a una, mueren a manos de la ausencia para pasar a ser papel, propaganda o nostalgia. Pero estos días viene habiendo una luz que, a pesar de la noche, golpea la entrada. De repente, como ovillos deshechos de lluvia, baja la densidad del cielo hasta el silencio, y me siento en el banco de enfrente en lugar de subir, saco del bolso los recuerdos y los voy aspirando, cada uno, hasta llegar a ser un río que descruza la ciudad y la convierte en un sueño prendido a un lejano horizonte. Soy nómada, he dejado de anotar cada uno de mis códigos postales, fui, seré, la insoslayable rebeldía de los truenos desnudos, puro ruido de agua. Por eso estoy aquí en este banco vacío, y escucho el musitar de las aceras agotadas de pasos, aliviadas de pasos, a veces mordidas por los pico-paraguas y otras aves sin nombre. Mi cuerpo va diciendo que ya estoy agotada pero no, no lo estoy, vivo inventando soluciones para el jardín de los errores, cada error una flor, cada arbusto una luz, cada raíz una pregunta.


Mónica Manrique de Lara


miércoles, 26 de septiembre de 2018

RESACA / HANKOVER: Once años en el camino.



Once años ya on the road, desde 2007, compartiendo textos y dando cancha y cuartel a tantos colegas del gremio, 7640 entradas y 628.439 visitas a día de hoy, dos ediciones del libro con Mondadori, y sobre todo los gestos: leer y promocionar vuestra obra con la excusa del bueno de Hank, que brinda por vosotros desde el infierno, merece de cuando en cuando un aplauso, pienso yo, que todo hay que decíroslo, compañeros...

Vicente Muñoz Álvarez

STAR WARS por PEDRO CÉSAR A. VERDE




a Hugo

tú y y yo

padre e hijo

enemigos encarnizados
eternamente enfrentados
                            - espada contra espada -
en una agotadora
batalla

yo

que en tu lado oscuro
veo el mío



que en mi voz metálica
solo ves el castigo

ojalá
puedas ver
alguna vez

la piel herida

tras la máscara


Pedro César A. Verde, de Para que el piano suene alguien tiene que matar al elefante (Canalla ediciones, 2018).


martes, 25 de septiembre de 2018

LOS SEIS DEDOS DE UNA MANO: Esteban Maldonado.



EN EL COCHE
La noche avanza
sobre la carretera.
Atrás queda el pasado.


CIGARRO

Apuras tu vida
calada tras calada.
Mañana serás ceniza.


Esteban Maldonado,
de Los seis dedos de una mano
(Ed. Corona del Sur, 2018)

domingo, 23 de septiembre de 2018

BUKOSWKI DE TRES AL CUARTO por VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ



yo, tranquilamente y sin señalar con el dedo a nadie, pura ensoñación antes de comenzar la ruta, subo un poema a mi blog que se titula La literatura según facebook, una especie de chiste para divertirme un poco, porque no todo va a ser metafísica y existencialismo en la vida, que ya me vale, y ninguna entrada tiene más likes ni comentarios que esa, pura frivolidad y arrebato, que diría mi idolatrado Iván Zulueta, pero ninguna a la vez tantos reproches y críticas... desde que me vaya, por listo y sobrao, a hacer croché, esa es muy buena, pasando por múltiples insinuaciones de lerdo y soberbio, a la mejor de todas, un halago para mí: Bukowski de tres al cuarto... aún lo estoy digiriendo y aún me sigo riendo y enorgulleciendo de ello, porque a mi queridísimo Hank lo dejé hace ya mucho tiempo atrás, cuando leí todos sus libros, y desde entonces han pasado por mis acribilladas retinas miles de autores de todas las cataduras y géneros (hasta quizás tú, que ahora me lees) y de todos he cogido algo hasta parecerme a lo que ahora soy, yo mismo... pero sí, queridos drugos, es lo que hay y también como todo, lo bueno y lo malo y lo regular, hay que contarlo, o la impostura para los curas... y qué tendrá el bueno de Hank, me pregunto, que es a lo que ahora voy, que a todos irrita o fascina, apasiona o espanta, no lo sé ni me importa un bledo ya, pero para unos y otros, con mis mejores latidos, un brindis por él, esté donde ahora esté: he dicho...


Vicente Muñoz Álvarez,
del blog Mi vida en la penumbra.


sábado, 22 de septiembre de 2018

TENDER TERNURA por CHARLAINE LA HILANDERA DE HISTORIAS




Tenderte entre mis párpados es quedarme suspendida sin lograr escribirte, contarte, acariciarte en diccionarios aún por inventar.

Estás ahí, en la antesala de mi mirada, viviendo, dibujando conejos con árboles de colores en hoja blanca del destino.

Hallarte dentro de mí es sentir la baba de un caracol sabio y valiente recorrer tus manos en sonrisa verde de amaneceres por descubrir.

Tenerte sin poseerte es escucharte llamarme, llamarme cómplice para acompañarte. Te llevo en mi sangre, en el beat del hipocampo que cabalgo en la música de tu sentido.

Es: comerme la lluvia mientras juegas a abrir y cerrar un paraguas de cuadros, prestado, con botón de redondo deseo.

Escucharte es vibrar la caracola de un mar en llamas que llama al placer de una vida sin vallas.

Haya o no, vaya, estás, en las esquinas, en las puertas, en las ventanas de mi piel irisada por tu visión de nutria.

Comemos historias de otros animales en dibujos robados mientras siento tus manos sobre mi pecho que lee.

Amarte es amarme a mí en plena explosión de sinestesia sin detener telas para arroparme. Es soñarte cuando no estás y abrazarte cuando de noche el agua de tu ser clama más.

Sudo tu piel en la mía, respiro el aire que nos separa.

A veces te invito a tu burbuja y yo necesito la mía, donde poder escribir, tender, contar, acariciar con la lengua tierna de todas nuestras canciones.


Mujer de Palabra


Cover by Masahiro Sato

EL NIÑO ROBADO por RAMÓN GUERRERO




Qué importa si mis palabras son
claras u oscuras. Qué importa
si doy nombres o no los doy.
Qué importa si soy uno, dos
tres o cuatro. Son los espejos
los que resuelven ecuaciones,
los que reflejan fantasmas
y ovejas descarriadas, como yo.
Volveré a leer, a mirarme a mí mismo
de vez en cuando, a humillarme
tan frágil, tan pequeño,
ya envuelto en todas vuestras mentiras.
La única verdad falló en una fácil aventura
donde yo, huérfano de mundo,
perdí la estrella que había heredado.


Ramón Guerrero

viernes, 21 de septiembre de 2018

LADY SHAZAM por ABEL SANTOS



Cuando de nuevo pierdas la cabeza
por saber el nombre
de otra canción que te vuelve loco,

recuerda a aquella mujer
que durante largo tiempo amaste
y que nadie sabía decirte entonces
cómo se llamaba; la misma
que por fin fue tuya,
que su gemido
era tu música en la rutina,
hasta que vino a reclamarla
otro amante, otro
escenario, otra vida.

Pongamos que su nombre
es Lady Shazam,

la que, a veces, de repente,
te devuelve la radio
con un golpe de añoranza,
mientras sigues lavando
los platos rotos de aquellos días.


Abel Santos


jueves, 20 de septiembre de 2018

LA ÚLTIMA VEZ DE TODO por MIGUEL ÁNGEL BERROCAL



Estuve conduciendo algo más de treinta y tres horas seguidas; no podía permitirme parar cuando miré por última vez el reloj. Buscaba sin descanso mientras en el asiento de atrás se movían de un lado para otro una veintena de libros: Arthur y Henry Miller, Elia Kazan, Tennessee Williams, William Faulkner, Norman Mailer, James Joyce, Burroughs, Ginsberg y Pio Baroja; puede que alguno más y una vieja biblia. Los llevaba siempre. Nos encantaba leer tirados en el suelo rodeados del resto de libros, fumando Camel sin filtro y bebiendo güisqui, riendo entre lectura y sexo, derramando esa turba por tu cuerpo para luego perderme entre sus rincones; eran los mejores momentos del mundo. 
Delante, una caja de Ardbeg a los pies del copiloto, varias cajas de cafeína en pastillas y cinco tabletas de chocolate negro. A veces paraba para mear y cambiar las pastillas por café; una excusa para echar el güisqui a algo caliente. Y seguía, seguía buscando.
Durante las diez primeras horas creí que sería fácil, sabía tu nombre de dni, sabía tu rostro mejor que tu madre, tu olor y maneras, te sabía a ti; casi todo podría decirse.
Anduve rápido esas horas entre los sitios que más te gustaban. Esos bares de carretera entre Despeñaperros y las afueras de Madrid con olor a rancio y llenos de souvenirs; y habías pasado, las camareras siempre me decían que habías estado hacía unas horas. No me alteraba por ello, tomaba un café y seguía, casi me divertía este juego que empezó por tu cabezonería en un bungalow de Grazalema.
Cuando pasé Madrid empecé a entrar en un estado de Nervio leve que no me dejaba disfrutar de la búsqueda, pasaba algo y me tenía totalmente distraído. Entonces fue cuando empecé a buscar como si fuera un perro de caza, apenas paraba, lo justo para buscar tu rastro, mear, y seguir.
No me di cuenta cuando entré en Galicia, llevaba casi veinticinco horas al volante, y empecé a recordar la estupidez de Grazalema:
- Encuéntrame antes de que se termine el mundo, o allí donde termina, acabará el nuestro... treinta y tres... ~
Pasé el norte Gallego rozando tu espalda, lo podía sentir. Miré el reloj por última vez casi llegando a Finisterre, no volvería a mirarlo, habían pasado casi treinta y tres horas.
Llegué con el coche lo más cerca del acantilado que pude, se acababa el tiempo, había dejado atrás tu Peugeot hacía escasos doscientos metros. Empecé a correr en plena noche cerrada, caí varias veces, hasta que te vi por un golpe de faro. Me acerqué despacio, llevabas ese vestido blanco que te regalé con el que parecías salida del mar. Te dije hola.
Tú sólo dijiste treinta y tres, y saltaste por el acantilado. Fue la última vez que nos vimos, la última vez que viví, la última vez de todo.


Miguel Ángel Berrocal


miércoles, 19 de septiembre de 2018

MI VIDA EN UNA BOLSA por VALENIA GIL




Me he abierto en canal, como una funda para guardar abrigos, desde mi frente hasta mi pubis como si yo fuera el doctor Víctor Frankestein y mi yo el proyecto de mujer que fui, que soy y que quiero ser.

He dado lo mejor de mí a pasitos de hormiga, a zancadas de gigante, a sorbos, a tragos, a voces, susurros y silencios.

He dado lo peor de mí a cara descubierta, a ojos anegados, de frente, de cerca, sincera, valiente, con nudos marineros en mis intestinos y rodillas sin fuerza pero asumiendo mi imperfección con la seguridad que dan los años, sin tratar de esconder mis pellejos resecos y poco adecuados.

Con cuatro décadas el amor ya no es ciego, ni sordo, ni tonto. Ya no se acelera a trescientos por hora ni en curvas ni en rectas, ya no se tumba en el suelo cual alfombra persa, o española de Alcaraz o Letur y deja que le pasen por encima, ya no espera, ni desespera, ni se disfraza, ni sueña con imposibles adornados de posibles. Con cuatro décadas el amor es gato viejo con más reflejos para evitar ser atropellado.

He vuelto a acelerar mi adrenalina como un sincrotón en su órbita cerrada, a dejar los miedos a volar bajo doce candados y me he tragado las doce llaves negándome a jiñar hasta no estar de vuelta en casa para que ningún miedo se atreva si quiera a empañar mis lentillas.

Mi padre me decía siempre entre carcajadas que ni regalá me querrían, pero padre yo no me regalo, ni me vendo, ni compro, ni miento. No conozco ni quiero conocer estrategias comerciales en esto del amor. A tomar viento las caretas de carnaval y la necesidad de alcanzar diez sobre diez, que yo siempre fui de suficientes e insuficientes en matemáticas y todavía no sé distinguir si me costó cien o mil ni el cambio que me tienen que devolver cada vez que compro algo...

*

Llueve sobre naranjos y tierra seca. Atrás han quedado valles verdes y un sol norteño que brilla más de lo normal a fuerza de no alumbrar casi nunca esa tierra.

En sus manos y en su mirada pierdo la noción del tiempo, de mi propia dimensión. Olvido el hambre, aumenta mi sed, saco mis instintos más primarios a pasear por mi epidermis, articulados en mis manos que utilizan su cuerpo de instrumento musical desgranando en sus cuerdas las melodías mas profundas, arcaicas, penetrantes...

Mis rizos se unen en espirales húmedas que con los minutos se aúnan en una maraña hermosa e imposible de desenredar.

Mis muslos andan con un sinfín de cristales minúsculos adheridos a ese tejido muscular que a pleno rendimiento me recuerda cómo de perfecta es esta naturaleza savia que sabía que a mí quedarme en misiones sin mover ni una sola de mis pestañas no me iba, que a mí me gusta mirar desde arriba, de frente, de lado, de espaldas...

Llueve fuera de este tren de cercanías y todavía cae el recuerdo de los rizos sobre mi frente.

Vienen campos de sequía a rondar mi cama, mis rizos a ser ondas y mis muslos a labrar sus entrañas para seguir fuertes, tan fuertes como ese amor de campaña reclame de mí.

*

Mi vida en una bolsa...escrita en letras impresas, puede que en Times new roman o tal vez en Arial tamaño 11, pero escrita, taladrada, como en verso sin rima, como puño sin tinta, sin alma, sin tacto, sin poder cambiar su discurso, su camino, su significado.

Mi vida en una bolsa y yo con más descomposición que ayer por esos nervios que se pasean chulescos por mis intestinos y los retuercen todavía más recordándome momentos antagónicos en los que esa misma chulería me visitaba pero las endorfinas se me escapaban como chispitas por mis lacrimales.


Suerte o muerte como me dice mi chico en aquella danza de dados lanzados al aire, o en esa mano de cartas con la potra del principiante o la mala baza del gafe.

Hoy me vestiré de rojo sangre, me pondré mis aros de plata, me acicalaré para recibir lo que sea guapa de la hostia y avanzaré las casillas con la fuerza y el brío que se merece la partida.

Mi vida en una bolsa y mis ganas de vivir en excedente para esta y veinte vidas más.


Valenia Gil


lunes, 17 de septiembre de 2018

GARDENJUNKIES: Gsús Bonilla.



Cada pueblo tiene su cementerio. Cada cementerio su tumba. Y su nicho. Cada tumba su epitafio y cada nicho su muerto. Cada epitafio su verso, cada muerto su caja. Cada caja sus huesos y cada hueso su tuétano, donde desova la mosca y se manifiestan las larvas.

Gsús Bonilla, de GardenJunkies
(Ediciones Tigres de Papel, 2017)


Me hubiera gustado escribir sobre el amor, la felicidad y todas esas cosas de las que tratan los libros magníficos, de historias importantes; pero este es un libro de mierda, de un jardinero de mierda. En él cada mierda tiene su historia y cada historia su mierda. La mierda a pocos importa, solo a cerdos y moscas. Es decir, a los impertinentes y a los que hozan en ella. Tampoco es un libro de crítica, o denuncia. Se trata, en todo caso, de un libro que documenta una situación concreta en un tiempo determinado. Prosa, poesía, anotaciones diarias… la impronta textual de una experiencia vital propia, como vómito literario.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

PEQUEÑOS CANALLAS por PEPE PEREZA




Al principio, Óscar, Ojeda y yo, usábamos los zurullos de perro que encontrábamos por la calle, pero enseguida nos dimos cuenta de que necesitábamos excrementos con más consistencia. Nada mejor que nuestra propia mierda. Lo que hacíamos era pasarnos por la zapatería del barrio para pedirle a Manolo, el dependiente, una caja de zapatos vacía. Lo echábamos a suertes y el que perdía se metía en los baños de algún bar para vaciar sus tripas dentro de la caja. Luego buscábamos una cabina telefónica y, con ayuda de un palo, untábamos tanto en el micrófono del teléfono como en el altavoz. Hecho esto, solo teníamos que alejarnos unos metros de la cabina y, discretamente, sentarnos a esperar.

Pepe Pereza, del blog Asperezas.


martes, 11 de septiembre de 2018

LO INTANGIBLE por NURIA VIUDA GARCÍA




Transité por las calles, por largas avenidas vacías y sedientas. Ni un solo transeúnte ocupaba las aceras, solamente yo. El mundo parecía haber desaparecido de todos los mapas; pues en realidad lo que no se ve no existe sino en esta cabeza, abierta a las fantasías y a los nombres de ciudades lejanas que jamás pisaré.
Vivo de oído y de lecturas, de imágenes que llegan vía satélite: pues he de creer lo que se cuenta sin poder comprobarlo, profesando una fe ciega en lo ubicable.
Es tan pequeña la posibilidad de conocer Groenlandia como subir al MachuPichu, y sin embargo mi mente hace un esfuerzo ímprobo por buscar un recodo acomodaticio para nombres exóticos.
Cada avenida solitaria que recorro es mi mundo. Todos desaparecen guarecidos en autos y autobuses; seguramente temen la lluvia y los rincones sucios.
El aire que surca mi rostro parece pertenecerme solo a mí, y los muros pintados me saludan el día tiernamente; como una detonación de wassapp: tan triste e impostada, tan cretinamente artificiosa.
Sin voz y sin contacto.
Mi mente realizará el esfuerzo de creer que respiras.
Lo intangible es como un hijo que araña en la distancia.

Nuria Viuda García


jueves, 6 de septiembre de 2018

QUALITY CONTROL G00497T (Poemas de viaje y esperas): Jorge M Molinero.



la realidad es esto: 
el viaje es el dedo índice 
justo encima del lugar elegido, 
calcular la ruta en yemas, 
decir a tu hija: 
aquí estamos nosotros y aquí vamos a ir. 
el viaje es mirar guías, 
un café con algún amigo que ya estuvo: 
apuntar bares y tiendas. planear cada paso 
(que es desposeer de magia lo que aún está por sentir). 
doblar el mapa (una manera de borrar fronteras 
como otra cualquiera), preparar la maleta, 
llenarla de cosas que no vas a usar. 
el miedo a una gastroenteritis 
o a la fiebre en la niña la noche antes; 
a que en el trabajo se resbale un paño de 2x1x3 
y te tace un dedo: 
cada martillazo crea un proyectil de escoria puntiaguda
con el mensaje: 

                       viaje cancelado, 
                       el seguro no se hace responsable.

*

ya no sé leer a machado sin serrat ni a lorca sin cohen.

*

¿entenderé alguna nota, esbozo, poema 
(germen de)? 
¿podrá la moleskine dotarlos de movimiento: 
hacerte sentir el zarandeo del alsa, plasmar mi 
letra 
nerviosa e ininteligible? 

la poesía es que el lector quiera ser 
el califa en lugar del califa.


Jorge M. Molinero, de  QUALITY CONTROL G00497T (Poemas de viaje y esperas) (Zoográfico Ediciones, 2018).


miércoles, 5 de septiembre de 2018

HOY por JOSE YEBRA




hoy repito el paseo matutino

sobre el gris de las aceras

que nos sostienen y nos comunican:

porque tu mundo gira en paralelo al mío

y no se cruza en ningún momento

con mi necesidad de saludarte

y preguntarte si todo va bien o no ____

hoy no escucho mi música:

he olvidado en casa mis auriculares

y ahora los pájaros me hablan de mundos
que también puede que existan

fuera de la jaula de mi cabeza:

sus trinos son la nueva atracción

de este monótono parque de atracciones

en el que vivo y me muevo ____

hoy no quiero emitir sonido alguno

porque el silencio que me alumbra dentro

me habla y me va contando mi vida

al trote cardiaco de mis soberbios pasos

casi a ritmo de ballet

en lagos de aguas sucias

al lado de feos cisnes cuyas drogas

son mucho más potentes que las mías ____

hoy abrazo desde mis acantilados

los turbios humos de tu mirada alegre:

la inercia culpable de tu mera existencia

mientras otras mujeres siguen pariendo

otros seres incompetentes

que no vendrán ya a redimirnos

desde la sencilla coreografía

de su estudiado decoro ____

no hoy no pienso lavar mis manos

después de cada meada

porque hoy he decidido que quiero sobrevivir

en la frontera misma de los gérmenes

y su polivalente circo microscópico

tan divertido como imperceptible:

ésa es la realidad y su misma sombra:

la felicidad – lo reconozco –
habita agazapada en los actos sencillos

y hoy ya tuerto y cansado

he aceptado sin pelea

que debo presto viajar hacia ella ____


Jose Yebra


martes, 4 de septiembre de 2018

QUIEN LO PROBÓ por BALLERINA VARGAS TINAJERO



Así que esto era.

Despertar, sin sentir el peso
de mi pecho furioso hundido
en años de tristeza; amanecer
mecida por el roce de tu brazo
en mi cadera.

Volver hacia el tuyo el rostro cansado
de huir, y atreverme a mirarme y verme
en tus ojos riendo desmayada,
casi difunta,
de tanta vida de golpe.

Que descubras belleza
en el fondo de mis lodos.

Tu mano sonámbula buscando la mía,
no encontrar ya lejos de ti reposo.

Mi foto en tu salón,
el sofá cama compartido,
un espejo un poco más bajo.

Sentir que un cielo en la lumbre
de un cigarro a oscuras cabe.

Respirar el aire viciado de tu cuello,
probar tu piel dormida y saberlo.

Sí, es esto.


Ballerina Vargas Tinajero


lunes, 3 de septiembre de 2018

CANCIÓN A LAS RUINAS DEL CAMPING por MARCOS MATACANA MARTÍN




“Todo desapareció, cambió la suerte
voces alegres en silencio mudo”

Rodrigo Caro


En una amplia cornisa sobre el Piedras,
subiendo la escarpada torrentera,
las copas de los pinos desdibujan
las límpidas aristas de la luz,
los límites precisos de sus sombras.

Erguidos, silenciosos, los oscuros
cipreses acompañan el camino
que lleva al mirador, donde las pitas
almenan con sus grises cresterías
la seca cicatriz de las acequias.

Si miras desde allí dando la espalda
al mar que mansamente se diluye
fundido con la ría, se divisan
las ondas amarillas de otro mar
rompiendo en las chumberas polvorientas:

un mar enmudecido bajo el peso
del sol que en la diadema luminosa
de agosto prende en llamas su perfil
sobre áridos despojos que se orillan
en lomas de palmeras despeinadas.

Con cal y piedras blancas un damero,
cubierto por agujas y pinaza,
señala aún las calles que acogieron
las tiendas de campaña en el mosaico
de toldos, caravanas y sombrillas:

los límites de un reino proletario,
una Babel de lenguas confundidas
en los primeros besos, en la Arcadia
de aquel Edén perdido en la elegía
que eléctricas repiten las chicharras.

Apenas queda nada que recuerde,
oculta por enebros y jarales,
la entrada con el arco, solo un muro
con restos de ladrillo y solería
donde ahora espera al sol la lagartija.

Y al pie de dos enormes eucaliptos
se yergue todavía la oxidada
metálica estructura que sostuvo
las letras luminosas y ondulantes,
azules inflamadas de neón,

la cúpula celeste, las estrellas,
la lluvia que no vimos de perseidas,
tumbados sobre esteras y toallas:
el cielo que pisamos siendo niños
bajo una lona azul de poliéster.

Y allí, sobre mi pecho adolescente
cubierto de sudor, y derrotados,
la luz del mediodía de tu pelo,
la luz en plenilunio de tu cuerpo,
desnudos y comidos de mosquitos.

Oh, noche traslucida en el temblor
azul del camping gas, noche encendida.
Oh, noche repetida en tantas noches
de nombres que te nombran sin ser nunca
tu nombre en la retina de los días,

ni el tino retenido en el viril
de un tiempo circular, en la perfecta
certeza inconmovible de la rosa,
inmune a la rutina, al desengaño
que acaba por llegar y la marchita.

Ahora en la hondonada donde yacen,
cubiertos por escombros y basura,
plumas de gavïota y gallinaza,
los restos destrozados de una fuente
de náyades, nereidas e hipocampos,

las dunas con sus lentas lenguas lamen
de arena la reliquia, el sitio exacto,
que guarda las cenizas de la infancia
que juntos enterramos esa noche
en que murió tu abuela y el verano.


Marcos Matacana Martín.