martes, 29 de septiembre de 2020

VEGA: Prólogo.



LAS HÉLICES DEL ÁNGEL

Manuel J. Ruiz Torres 

Dos imágenes poderosas sitúan las coordenadas de este exigente libro de Ramón Guerrero. La primera, marca el espacio donde todo sucede y está en el propio título, Vega. Ese terreno llano, bajo y húmedo que evoca fertilidad. No tendrá una ubicación geográfica exacta porque ese espacio, donde recuerdos, vida e incertidumbres se irán entrecruzando permanentemente, es descrito mejor como un estado de ánimo. De hecho, el libro recorre ubicaciones -o conmociones- distintas para mostrarse resultado de todas ellas. Esta vega emocional es llana en su naturalidad, baja en la escogida ubicación de su enfoque y tan húmeda como resbaladiza. La fertilidad, como sentimiento mucho más hermoso que la utilidad, irá desgranándose como declaración de intenciones. 

La otra imagen rotunda nos señala quién protagoniza esa vega anímica. Quiénes, mejor. Está en el poema Fallen, que alude al ángel caído de Azazel, condenado a un vagar impreciso por la Tierra, tomando cada vez el cuerpo de otras personas. En cada existencia nueva debe vivir con intensidad esas vidas que ocupa, ser alguien distinto. Guerrero consigue, sin abandonar el yo singular desde el que escribe, hacerse plural. Explica ese sentimiento inquietante de reconocernos, muchas veces, tan distintos a quienes fuimos, tan contradictorios, tan vulnerables. Pero consigue, además, una empatía extrema con quienes nos rodean, en una poesía social que nunca le escatima la condición de persona única, irremplazable, a quienes forma, con nosotros, eso que, con vagancia o vaguedad, llamamos pueblo o gente. En ese salto de un alma a otra, el libro pasa de hablar de uno mismo a hacerlo de los demás, en defensa propia, tan iguales como para cobijarnos. Y, en otro salto, con nuevos reconocimientos, nuevas abducciones, volver a hablar de lo que se es ahora. 

Vega no describe una trayectoria lineal, de hechos y consecuencias, porque no es así de fácil lo que aprendemos de la exposición a las emociones. 

Como en espirales, sigue curvas que se van alejando progresivamente del centro, que es la infancia olvidada a la que enseguida da una nueva oportunidad de reconstrucción, la infancia de su hija. Y como en las espirales de caracol, a la vez que se aleja del centro, gira alrededor de él. Pero si los poemas pueden seguirse con esta representación en un plano, el libro tiene otra dimensión espacial, las músicas sugeridas (Springsteen, las cuerdas de un desierto “como un gas que ladra”, los cantos de meditación). El libro va generando un helicoide como la concha de un caracol, una de las mandalas que representan simbólicamente el cosmos. Mandalas que, para Jung, eran expresiones del inconsciente colectivo. De nuevo lo común, lo que nos hace delicadamente iguales. 

Vega se hace transitable antes de llegar a ser fértil. No es camino recto, ya se ha dicho, como tampoco fácil. La ronda de presos debe volver muchas veces sobre sus pasos mientras sueña, o planea la fuga. Mientras aprende a fagocitar los sentimientos invasores, la ceguera, las renuncias o el cansancio. “El lamento es un delito”, encontraremos escrito en un lugar que ya señala la salida. Aún habrá que seguir un buen trecho por ese laberinto de sordera, de cerrados reinos de barro, de rejas adquiridas, muchas veces con beneplácito. La pelea no es limpia: hay sangre, hay puñetazos, hay bostezos. Pero avanza en círculos cada vez más abiertos, cada paso más cerca del rescate. Una puerta roja abre el recuerdo al hermano, otro rastro de la infancia. En muchas culturas las puertas rojas son llamadas a la protección, alientan la buena suerte. En China invitan a entrar, en Escocia anuncian que ya pagamos nuestras deudas. 

Suelen ser las más rigurosas las que contraemos con nuestras propias expectativas. Pero también se saldan. “Solo el mal viajero regresa sobre sus pasos”, dirá con preocupación. Y, a partir de ahí, Ramón Guerrero acaba las espirales y traza una senda directa, limpia y, al final, luminosa. En Vega ya florida, el mundo no es más sencillo que antes, ni menos minucioso, pero Ramón encontró perspicacia suficiente como para atreverse a contar hasta veinte motivos para ser feliz. O hacer una lista, incompleta como sabe, pero valiente, de lo que le gusta y lo que no le gusta. Se trata de poder regresar a casa contento con uno mismo, honesto en ese itinerario. Contarlo con detalle, porque ni la vida la quiere privada, convencido de que muchos albergamos dentro el mismo ángel. 

Que eligió caer en la tentación.



viernes, 25 de septiembre de 2020

IN NOMINE PÁTER por ELÍAS GOROSTIAGA

 


Creo más en mí que en los gusanos,

en mi mano derecha y mi navaja.

Me muerdo los labios, la lengua,

trago la saliva para no escupir sobre tu nombre.


Miro esas piedras y esos castillos

hasta donde me llega la vista y duele mirar.

Escucho el calor en los muros de adobe,

la gata que ha parido en la leñera,

la guadaña que cuelga oxidada e inerte

pero atenta a las hierbas y a las piernas.


Nací antes que tú,

en una tierra con río y escorpiones,

con barbos, anzuelos y sedales, jabalíes, ortegas.

Me eduqué con esmero pisando hielo y barro,

fumando en las cuestas,

sin tener nada más que los bienes de mis antepasados

y un juez ahorcado en una viga,

al nacer el verano,

por deudas y honor.


Esos eran los colegios, las escuelas,

los restos humanos entre los escombros,

bajo las iglesias

y sus cementerios.


Esos eran los consejos:

no muerdas la mano que te da de comer

pero muerde, hínchate

en los banquetes de boda, en los funerales,

en las verbenas después de recoger las cerezas,

al final del verano después de cosechar el trigo, de vendimiar,

en invierno cuando entres a las castañas y cada vecino mate a su cerdo.

Que no se note tu hambre.


Y si es así yo te daré paz en la tierra, en el nombre del padre.


Lo recuerdo gravado a fuego, todo en esa tierra

era en su nombre, en el nombre del padre

del que nadie, ni siquiera las mujeres, ni los niños, ni los derrotados pueden huir.


Elías Gorostiaga, de Cuerdas de plata (Diario de Jaén, 2020).


martes, 22 de septiembre de 2020

BOSQUEJO DE UNA BIOGRAFÍA DE CUALQUIERA por PEDRO ANDREU



A los cuatro, me escapé de la guardería
para perseguir gatos abandonados en el parque.
A los diez le abrí la cabeza a mi mejor amigo
con un ladrillo: cien puntos. Y una vida extra de milagro.
A los doce nos desahuciaron del piso
y mi padre ocupó un motel abandonado a las afueras.
Nos daba de comer latas que calentaba
en un hornillo en el aparcamiento.
A los trece descubrí que la literatura
era un pájaro negro que devoraba por dentro
mis gusanos. A los quince me largué a Barcelona.
Y la guardia civil llevándome de vuelta a los seis días.
Y mi madre llorando. Y la única vez que me pegó mi padre.
Nunca me olvidaré del cinturón de cuero entre sus manos.
Hecho en España a mitad de los ochenta.
A los diecisiete conocí las drogas y el amor,
que corría sin cabeza por el patio, como el pavo
de navidad al que mi abuelo cortó el cuello
de un tajo con un hacha.
A los veinte abandoné una carrera y me largué
catorce meses a las playas de Bali a fumar marihuana
y a pensar que la vida era una carabela
portuguesa llamándome.
A los veintiséis enterramos a mi padre
debajo de una higuera.
A los treinta he vivido con la mujer más rubia
que nunca había imaginado.
A los cuarenta visito cada sábado a mi madre,
que vive en una residencia para ancianos.
Me la llevo a comer a restaurantes familiares
y dejo que me hable de la vida como si desde las afueras
todo fuera más nítido y lejano,
y a momentos parece
un perro que persigue su cola hacia el alzheimer.
A los cincuenta, el futuro me espera.
No sé si llegaré jamás a los sesenta.
Nadie quiere tener setenta y siete años,
cuando los días han de ser una escopeta
descargando cada vez más cerca de tus pies.
Mi abuela vivió ciento catorce años.
Parece que a la muerte le temblaban las manos con ella.
Y que tardó bastante en acertar su corazón de porcelana roja.

Pedro Andreu


lunes, 21 de septiembre de 2020

CLAVOS EN EL ALMA por JOSÉ MANUEL VARA




«Las letras aquí escritas son un latido de dos caras de la misma moneda: la templanza de quien se acepta con una grieta de piel y el grito de rabia que algún día tuvo un lugar. En este sentido la aparición de la poesía en prosa se convierte en el fondo de armario que permite comunicar aquello que en su momento se enquistó en alguna parte del cuerpo y así respiramos, profundo y sosegado. La voz que resuena en este libro no es aquella que tiene como punto de partida el dolor caliente de víscera, sino la que mira desde un ático aquello que pasa en el asfalto, como si de un espejo se tratara.»


viernes, 18 de septiembre de 2020

6 POEMAS de VEGA por RAMÓN GUERRERO



 LOBA

Tu conquista fue conquistarme

mirarme

redescubrirme sin que te viera

como pieza original

como huella indeleble

en tu memoria

que existe como papel mojado

papel de agua y limón invisible

donde labios y voz

acunaban secretos huecos

el tintineo de las monedas

en caderas anchas

mi escudo en el que descanso

guerrero agotado

sobre el río del deseo

sin aullidos

sin manadas

solo.


   MEDIDA

Qué distancia tan hermosa

puse ante ti

la de saberme fuerte yo.


TREGUA

Alégrame el corazón

contágiame enfermedades

elévame y entonces

descansemos en las montañas.

Juntos buscaremos sabiduría animal.

Más tarde bajaremos a la ciudad

donde nadie nos espera

encenderemos la luz

hasta que nos condenen

por infractores de leyes impuestas

no nos hundirán

e iluminados abriremos las alas.

Será un día de luna nueva

de piedras

de cantos rodados

guijarros que se bañarán

en la cascada de una auténtica

libertad.


VESTIGIOS

No recuerdo la infancia.

Las fotos que quedaron

no me dicen gran cosa.

El niño que fui

se esconde en otro niño

que tira de una cabra.

No hay perros

ni gatos

ni pájaros

solo un llanto escondido

un secreto que cae a la sima

temblando y con miedo.

Mi nombre ya es su nombre

y no acaba la noche profunda

más bien parece que el frío

quiere saber más de la vida

y la vida

vertiginosa

muere estampada contra el reloj.


ALU

Alas para volar

hasta lo perdido

hasta lo oculto.

Deseo

miedo de llegar

y no encontrar

memoria alguna

de lo que fue

de lo que se persigue

y aún no has contemplado.

De frente

corre hacia el acantilado

escupe

llora lo necesario

desnuda de ideas

sin misterio alguno

lanza tu cuerpo al vacío

ve hacia ya llamada

sombra ya de ti.


TENGO MI VERSIÓN DE LOS HECHOS

La muerte acierta muy pocas veces.

Los animales y sus costumbres

nos consuelan de las nuestras.

Bajo el puente de los enamorados

están enterradas las cosas que yo amo

un soldadito de plomo que no habla

las bromas que me ha ido gastando la vida

las heridas inflingidas en aserraderos nocturnos.

A la luz de la luna

a los latidos del viento

no regresaré jamás.

Aquí me quedo con los ojos cerrados

en lo alto del lenguaje.


Ramón Guerrero,

de Vega (Donbuk, 2020)

https://www.donbuk.com/producto/vega-ramon-guerrero-fisico/


jueves, 17 de septiembre de 2020

AVIARIO por GSÚS BONILLA



Hace unos tres meses, más o menos, os apuntaba por aquí el interés de una editorial, valiente en este caso, por la serie de textos que bajo el hashtag #Aviario iba posteando en esta red social durante la sucesión de días del confinamiento, el no confinamiento y la desescalada. Pues bien, ya es un hecho los kilogramos de celulosa que Altolibros ha dedicado a la publicación de estos textos inconexos con forma de diario y a la que mi querido Enrique Falcón ha tenido a bien ponerles algo de coherencia con un magnífico prólogo para la ocasión.

He de decir que ya es un libro impreso, bello y cargado de encanto, pues Mariano Gamo ha elaborado toda una obra de arte con su diseño y la elección de láminas e ilustraciones antiguas que acompañan a algunas de las páginas, incluida la portada. 

También es muy importante para mí decir, subrayar, incidir en que el libro está dedicado y dicadísimo a la memoria de nuestra querida Reyes Monje, a la que tristemente perdimos en la fatalidad de aquellos días y que irremediablemente hube de personalizar en una de las prosas del diario, desde la cual, y a partir de entonces, los siguientes textos se cargaron de algo más violencia de la que me hubiera gustado. Por tanto, a todas y todos que conocisteis a Reyes y os rodeásteis de su inmenso amor este libro también es un poco vuestro.

Si es de vuestro interés, aquí os dejo el enlace de venta on líne. También lo podéis pedir o adquirir en las mejores librerías del estado español. Y yo que sé más, a mí últimamente me maravilla todo, vivo en un globo y me elevo con el aire caliente en busca de nubes. Pero nunca está de más dar millones de gracias, en este caso por vuestro cariño, por vuestra disposición al solicitar por entonces aquel pdf gratuito, también por haber reparado en el trozo más raro de mi yo. 


Gsús Bonilla


martes, 15 de septiembre de 2020

NO ME CULPES por JULIA ROIG


..

He sentido cómo se contraía por dentro tu recuerdo, en un ovillo mojado en tiempo y llamas. Serán los domingos suspendidos desde un hilo tenso que ata mi esternón a mi nuca. Será la resaca de tu cuerpo y sus sales y sus especias. Y seré yo intentando convencerme de la belleza en la arritmia que crece en este cuerpo mío, nido de carne.

Qué culpa tendré yo de tomarte por las espinas. 
Qué culpa tendré yo de que se nos parta en dos la sangre.

Frotas dos mundos, inventas paraísos entre tus muslos en tu búsqueda de infiernos que regalarme.
Así que vagaré en mi propio delirium tremens cada vez que me faltes y cuando me acerque a escupir la última gota maldita que inventaron los sádicos de la impaciencia, basta, seré incapaz de hallar el freno en la entraña. Me recrearé en el desvelo que me brindas de espuelas y estrellas y faldas.
Culpa a la sangre y a lo brusco del deseo, pero no me culpes a mí. Culpa a los martes y a las neveras que son las camas vacías. Pero no me culpes a mí. Culpa a los ceniceros infinitos y a las botellas de fondo imposible con sus sirenas y sus mares. Culpa a los poemas y a las camareras pero no me culpes a mí cuando salvaje y distraído me escapo de mí mismo y muero buscándote.


Julia Roig,


sábado, 12 de septiembre de 2020

4 POEMAS de BLUEBIRD por JORGE M. MOLINERO




Los pájaros miran
Al cielo   De su color
De la temperatura del aire
Dependen sus costumbres y
La necesidad o no de migrar

    Pero nunca se preocuparon
Un segundo de la complejidad
De la lombriz de tierra

Es la servidumbre innata del alimento

Igual que para mí carecen
De importancia
Los porqués de la lluvia
        Me pertenece
Nada más es relevante

      Lo que me enloquece es
La complejidad
De la lombriz de tierra

*

Tanto calor
Extraño
Para el mes
Derrite
La brea cercana

Miro a través
De la danza de los vapores

Un caleidoscopio despojado de aristas
Un mundo diluyéndose
Juega a sobrevivir en la bruma y
Veo claro
Créeme
Lo negro

Muy claro
Lo negro

Créeme

*

Comprendo a dios
Es fácil hacerlo con quien se aburre
De tenerlo todo

También al que lanza una piedra
Cuando no tiene más que esa piedra

Y comprendo al pájaro que
No sabe para qué sirven la alas

Es fácil seguir la costumbre
La fe no dista mucho de los ojos

*

La musa
   Es realmente
El poeta

     El poeta
Sólo es
La mano
Que firma
      El poema


Jorge M. Molinero, de Bluebird (Editorial Páramo, 2020).

https://www.editorialparamo.com/online-store/Bluebird-p227943033

viernes, 11 de septiembre de 2020

RONDA DE SOLOS: José Luis Carrasco.



«Música es una interpretación cerebral del ruido, lo que 
te lleva a pensar que un pájaro canta, cuando solo se trata 
de un macho en celo intentando reproducirse. ¿Te suena?»

ADOLFO SAULES

Para mi amigo Adolfo, la música consiste en una interpretación sofisticada de un fenómeno sensible. Es un alivio, porque en estos momentos no asisto a un concierto, ni compongo, ni toco, ni estoy en disposición de hacerlo. Me tendré que conformar con la banda sonora de Avilés

Trato de fijarme, pero no distingo el canto de ningún pájaro. Por encima de ellos se impone la amalgama de ruido de los motores de los coches, la melodía de un móvil, las conversaciones entre vecinos. Y me pregunto si formo parte de esta banda sonora, aunque sea con el ruido de mis zapatos, de mi respiración, el crujido de mis huesos. 

El idioma de la tecnología siempre habla más alto. El tren que llega, uno espera que con puntualidad, a su cita en la estación. Las alarmas de los semáforos que ayudan a los ciegos a cruzar el paso de cebra. El sonido de los manillares de las puertas que se abren y se cierran, los timbres que suenan a su hora, el ruido eléctrico que ha sustituido a la campana, desprovisto de eco y otras imperfecciones, su duración y tono reguladas en sus circuitos. 

El jazz impugna la ritualización del sonido. Es música con estructura, pero su método se basa en la sorpresa, en tocar variaciones sobre un tema. Un ordenador capaz de reproducir el patrón de ruido de una capital nunca lograría ejecutar un tema de jazz como un ser humano, porque una vez programadas las órdenes en lenguaje de código, la música se fosiliza. El jazz no se puede programar, por eso es insoluble en la música electrónica. 

El jazz es la vacuna contra las máquinas.

José Luis Carrasco,
de Ronda de Solos
(Boria Ediciones, 2020).

*
En vísperas de un concierto, un saxofonista de jazz pierde su instrumento y, con él, su razón de ser. Lejos de cualquier amigo, con sus compañeros de banda aún por llegar, siente que ha tocado fondo. Para aferrarse a la vida decide sumergirse tanto en el paisaje urbano de la ciudad de Avilés como en sus propios recuerdos e impresiones.

Se inicia aquí su gran aventura, la del retorno a los orígenes, el diálogo con sus maestros y la búsqueda de la revelación a partir de la ausencia, quizá incluso el descubrimiento de su verdadera relación con la música.

Con la velocidad de un solo de Coltrane, José Luis Carrasco dispara la novela en varias direcciones, en una mezcla de estilos y géneros: la crítica musical, los libros de viajes, la autobiografía, la literatura aforística, pero sobre todo construye una apología de la creatividad frente a la indolencia y de la fe en que, a pesar de las crisis, nunca estaremos perdidos del todo.