jueves, 29 de diciembre de 2022

CIUDAD FONOLLOSA (Versiones y perversiones para un centenario)



Ediciones del 4 de agosto celebra con un libro conmemorativo el centenario del poeta José María Fonollosa

El 8 de agosto de 2022 se cumplieron 100 años del nacimiento de José María Fonollosa (08 de agosto de 1922 - 07 de octubre de 1991), poeta que consiguió el reconocimiento internacional y cuyos poemas han sido musicalizados por Manuel Serrat, Albert Pla y José Hernando Sánchez.

José María Fonollosa no es tanto un poeta marginado por la época como un poeta que decide marginarse de una época con la que no comulga. Cantó a las ciudades que lo conocieron, como si el enjambre de calles fuera el silencioso testigo de su paso por el mundo: Barcelona, La Habana, Nueva York. Y su canto no habla de la agustiniana ciudad de dios, sino del ser humano: del hombre que no encuentra su lugar en el mundo y menos entre otros hombres. Es, en definitiva, la suya una voz libre y cercana, un poeta que dice lo que piensa y que ofrece en sus versos un retrato acerado y valiente de las fobias, las ilusiones y los fracasos del hombre contemporáneo. Su poesía es nuestra y, a la vez, universal y, sin embargo, el manuscrito de Ciudad del hombre, después de mucho tiempo en el olvido, se había publicado solo de manera incompleta… hasta hace muy poco. Con la edición en la colección Edhasa Literaria, a cargo de José Ángel Cilleruelo, al fin se puede disfrutar de la obra original e íntegra que el autor escribió: 236 poemas con su orden y estructura. Dicha edición le devuelve al autor, José María Fonollosa, y a sus lectores, la dignidad de una obra maestra que, tras dos décadas en el mercado, continuaba aún desconocida…

Bajo el título Ciudad Fonollosa (versiones y perversiones para un centenario), número 246 de la colección Planeta Clandestino de Ediciones del 4 de Agosto, es una edición limitada de 300 ejemplares donde se recogen, además de una selección de poemas del propio José María Fonollosa (cedidos para la ocasión por sus herederos y Edhasa Literaria), una nota introductoria de Maribel Parcerisas Fonollosa, sobrina y albacea del poeta, y las versiones y respuestas a sus poemas de 27 poetas y músicos: María Ángeles Pérez López, Eduardo Moga, José Luis Pérez Pastor, Viktor Gómez Ferrer, Enrique Cabezón, Sergio Laignelet, Sonia San Román, Pilar Martín Gila, Elena Román, Nacho Escuín, Francisco Caro, Enrique Villareal (El Drogas), Rafael Soler, Marga Mayordomo, José Ángel Cilleruelo, Kutxi Romero, Adrián Pérez Castillo, Amparo Arróspide, Raúl Nieto de la Torre, Javier Velaza, Julio Mas Alcaraz, Felipe Román, Sergio Gaspar, Antonio Alfaro, Federico Gallego Ripoll, Ana Ares y Javier Gil Martín.

El volumen ha sido coordinado por el propio Javier Gil Martín acompañado por Julio Mas Alcaraz, Raúl Nieto de la Torre, Carmen Beltrán y Enrique Cabezón. Han colaborado en que el cuaderno de poesía vea la luz Cartonera del Escorpión Azul y Cuadernos de la Errantía.


lunes, 26 de diciembre de 2022

PROSA POÉTICA EN DOS CANTOS por MANUEL COVA TENARDD



CANTO 1: Elegía.

LA TUMBA DEL ALMA

La tierra despierta con una respiración de alambre de espinos; cada piedra del camino desprende una fuente de agua temblorosa y asustada que poco a poco se erige como una cascada de inquietud.

En los riscos y las lomas crecen alas con forma de barrotes para pájaros cautivos.

Las plantas dialogan transmitiendo oscuras premoniciones que se confirman con la neblina espectral de unas nubes redondas como coronas fúnebres.

Los senderos ocres ahora son periódicos amarillos corroídos por las abejas que arrojan noticias tristes; el verde ahora es un túnel de tinta negra que conduce al callejón sin salida de una esquela mortuoria; cada pisada agonizante de un lugareño es un daguerrotipo postmortem impreso en el camino: cada brote de barro una foto sepia del día de difuntos.

Se alzan manos con relojes de arena en sus uñas mientras las excavadoras con dientes afilados con forma de guadaña pretenden cercenar sus cinturas cristalinas de polvo cósmico inmortal.

Brotan tatuajes biológicos en la piel de los defensores del entorno: galaxias de cardones y rabos de cometa de echium triste; luces estroboscópicas que parten desde cada poro; flora atornasolada de impresión óptica desde cada pliegue.

Palas mecánicas que petrifican el aire convirtiendo los vientos libres en una estatua flotante que alberga todas las piedras que lapidan la justicia para entornar los luctuosos cantos de la infamia.

Son la tierra. Son las personas. Son la esperanza y la desobediencia: sus cerebros son semillas que se abrirán paso entre las cabelleras de cemento de sus agresores para germinar como cenáculos libres, como árboles de nieve de una tundra mental


CANTO 2: Resurrección.

LA CUNA DEL ALMA

Cables húmedos de aromas mágicos; labios con ojos de paloma que besan la tierra mientras reverdece la flora desde unas bocas que entonan cánticos de alegría vegetal.

Fábricas de colinas, laderas, montes como constelaciones autobasculantes, como autobuses con carrocería de bosques de gelatina celeste que nunca perecerán en un lúgubre accidente de tráfico en el asfalto mortecino de la especulación. Se ha abierto una autopista con forma de cohete en el cielo; una obra de arte con alambicada grafía de purpurina estratosférica y psicodelia taumatúrgica anuncia la gran nueva: !!Es el renacer de Cuna del Alma!!!

Manuel Cova Tenard


sábado, 24 de diciembre de 2022

TRIPPERS FROM THE CRYPT por RODRIGO CÓRDOBA



He hecho tantas cosas en mi vida en lo tocante a la literatura, que la verdad sea dicha, de muchas ya ni me acuerdo: libros, prólogos y epílogos, cientos de presentaciones, jam y lecturas, antologías, entrevistas, ensayos y artículos, festivales, blogs y reseñas, y qué sé yo, a estas alturas de la película, qué más... Pero hay una que tengo siempre presente y jamás olvido: VINALIA TRIPPERS, donde se dieron cita, a lo largo y ancho de más de dos décadas prodigiosas, los mejores cerebros de mi generación.

RODRIGO CÓRDOBA se encargó de dar forma a su segunda época, con joyas como TRIPPERS FROM THE CRYPT, con espectacular portada de Mik Baro, que ahora, como regalo de Navidad y en su memoria, podéis videar y leer gratuitamente en este enlace:


Con el suplemento MASTER OF HORROR añadido:


Cambian los tiempos, los disfraces 
de los emperadores  y los mandarines del reino: 
los latidos de algunos corazones no.

Salud, Rodrigo.

Vicente Muñoz Álvarez

viernes, 23 de diciembre de 2022

LOBO COME LOBO por RAFAEL LÓPEZ VILAS




LA MARCHITEZ DEL VERANO

La gente parece desorientada por el sol. Todos deambulan sin concierto, sortean farolas, contenedores de basura, mierdas de perro. Como si no supieran qué hacer. El viento es frío y se pega a la carne. Se cuela bajo los vestidos y desordena los cabellos con una mano destemplada. La luz se ha desteñido igual que una vieja camisa. El segundero del reloj no para de correr. La carrera no se detiene, jamás lo hace, y los buitres se cuelgan de los tejados esperando una oportunidad. Todo es absurdo. El tiempo lo es. También lo es dios. Y los hombres. Los hombres son absurdos. Creen, piensan, inventan. Sus cerebros alojan la atrofia del miedo. Y lo hacen gratis. La estupidez es gratis. También hablar. El dolor no. Tampoco la ausencia. El miedo. La SOLEDAD. La libertad está ahí mismo, pero el otoño ha podado los árboles segando sus almas a tijeretazos. Las flores agonizan en un campo de asesinos. Todavía hay verano, parece que diga el calendario y el mar muerde la orilla con los dientes de los peces muertos. Sus olas se balancean como una ecuación imperfecta sobre los castillos de arena. La sangre se ha vuelto fría en mis venas. Fluye embozada, como un caramelo de amargura que se diluye. Como una luz que se apaga, fundida por una tristeza de plomo. El sol se va donde duermen los pájaros. Donde marchan las ilusiones. Donde mueren todos estos años. Aquí queda la amargura. Una página estrangulada de un periódico. Una fotografía que recuerda que algún día, fui joven y hermoso. Debí darme cuenta entonces. Era mentira. Todo lo era. Lo que decían. Los besos. El futuro. El silencio del vino. La verdad. La lucha no continúa. Sólo las manecillas lo hacen. Hasta que nada quede, y todo se cubra de tierra.


LOS GRANDES POEMAS NO LOS HE ESCRITO YO

La verdad es que no conozco a nadie que haya escrito un gran poema. Ni siquiera a alguien que haya escrito un buen poema, o a alguien que haya escrito un poema solamente decente. A veces la esperanza te dice que tu mejor verso todavía está por llegar. Puede ser. Pero también es posible que tu mejor camisa penda sola en la oscuridad del armario. Intrascendente. Olvidada. Como un cadáver sin rostro que nadie reclama. O quizá no vengan jamás. La mayoría de los escritores se pasan los días esperando a las musas. Eligiendo cuidadosamente la palabra acertada en su cerebro-diccionario. Amasándolas. Fraguándolas. Deconstruyéndolas. Proyectando la arquitectura definitiva de la gran novela de nuestro tiempo. Por las mañanas contemplo la muerte en el espejo. La estupidez de un reloj de arena tragándose mi tiempo.

Supongo que supones que mis palabras son la sombra de mi alma. Está bien, no te culpo. Suele pasar. Un poema de mierda, un alma de mierda. Está claro el axioma, ¿no? Sin embargo, lo cierto no siempre es lo más adecuado. A menudo la verdad es sólo un espacio inservible ocupado en un cajón. No creas en todo lo que te dicen. Mientras tanto, escribo estos poemas sucios. Estas frases sucias sobre hombres mediocres. Sobre mí. Sobre ti.

Los grandes poemas no los he escrito yo. Nunca salgo a buscar flores. Saco la basura a medianoche. Tiro de la cisterna si meo y duermo si tengo sueño. Mi único mérito es esperar. Sin grandes anhelos. Sin esperanzas, ni la piedad de las mentiras. No lo sé. Quizá vengan las palabras sin hacer nada. Entretanto, el tiempo pasa. Solamente pasa. Y a veces escribo, y otras, me quedo junto a la ventana. Viendo el cementerio. Escarbando el infinito. Olvidándome de nada.


LA CABRA SIEMPRE TIRA AL MONTE, ¿A TI TE GUSTA EL CORDERO?

Cuando estaba loco pasaba días enteros encerrado en una linda casita en la montaña. Era otoño o invierno. Llovía, y el viento zarandeaba las copas de los árboles con despecho. Tenía el teclado y todo el papel del mundo. Una botella de vino aguardando en la alacena. La luz se entremezclaba con los cadáveres del pasado y el crepitar de la leña ardiendo en la chimenea. Tomaba café cargado y tranquilizantes. Neurolépticos. Ansiolíticos. También manzanas. La verdad, no recuerdo en qué pensaba. Mi cabeza era un túnel de muerte y de remolinos pizpiretos del que sólo brotaban las palabras. Entre frase y frase, un sorbo de café. Una pastilla. Un trago de vino. Estaba tan cansado. Supongo que desvariaba. Tal vez fuese el rostro de la muerte o sólo el cartero asomado tras un muro de delirio, pero entre sueños, me percaté de que no existe sufrimiento entre los grumos de la sangre fría. El averno es un aeropuerto vacío. Un oropel de fantasmas enfermos que languidecen de soledad eterna a los pies de tu cadalso. Sin dejar de escribir, seguía bebiendo. Más café y más vino. Me emborrachaba, y el restallar de mis dedos sobre las teclas afloraba mi incontinencia palabrera en el papel como por arte de magia. Entonces me levantaba y caminaba por la habitación como un animal acorralado por las llamas del paraíso. La tormenta arreciaba furibunda tras las ventanas. Mis ojos marchitaban su tristeza en el cristal al contemplar la llegada de la noche caminando sobre la alfombra del mar. Deseaba morir. Morirme. Morirme yo. La oscuridad anidaba en el tejado, orillándose en los márgenes de mi locura. No recuerdo qué escribí. Sé que sufría. Y también, que las palabras se encargaron de sostener los pilares del puente mientras el mundo se destruía a mi alrededor. La primavera de las luces es una novela cualquiera. Un nuevo amanecer con el que no cuentas. Quizá, el asalto más importante que pelear de toda tu carrera. La muerte se equivocó aquel día, pero sé que esa furcia seguirá probando suerte hasta que cante línea.

Lobo come Lobo,
Rafael López Vilas
(Versátiles Editorial, 2019)


jueves, 22 de diciembre de 2022

LOBO COME LOBO: Prólogo de Antonio Javier Fuentes Soria.


 


Me ha jodido con premeditación y alevosía, me ha enviado el puñetero libro en pedeefe y me ha privado de entrar en la librería de guardia, de buscarlo, de encontrarlo por fin, de olisquearlo, de dejarle las cuatro perras a esa dependienta con pinta de ratón de biblioteca (tan distinta a las de Zara) y de salir cruzando la puerta victorioso, con la sonrisa dibujada del niño que calza zapatos nuevos. Me ha privado, también, de la parada en la puerta, de ese arrebato de impaciencia que te asalta y que, irremediablemente, te obliga a meter la mano en la bolsa, sacar el tesoro recién encontrado, y abrir, al azar, cualquiera de sus páginas, en medio de la acera, y de sentir cómo, entonces, tu mundo se para mientras el del resto de los mortales sigue girando. Y me ha robado el pálpito de la lectura agitada en todos los putos semáforos que se tiñen de rojo en el largo trayecto que une mi casa y la santa basílica de mi librero. Me ha privado de esa ansia brutal y enfermiza que te asalta cuando encuentras literatura de la buena. Me ha privado, en definitiva, de todo lo que siento cuando invierto algunas de las pocas monedas que tienen a bien anidar por un tiempo en mis bolsillos, en comprar un libro de Bukowski, de Fante, de Wolfe, de Montero Gonzalez.

El lobo aúlla y te acobarda, y lo hace en cada una de sus líneas, en cada uno de sus versos. En el universo poético contemporáneo resulta difícil encontrar un club de carretera en el que ofrezcan desnudos integrales, y aquí, sentado en primera fila, la cosa te intimida hasta el punto de tener que taparte los ojos. Ajeno al artificio superfluo y redundante, el lobo te enseña los colmillos y te ataca sin rodeos, ¿querías caldo?, pues tres tazas.

A veces, no siempre, pasa con los libros. Pasa, sobre todo, con los buenos libros, con los buenos libros de poesía. Pasa eso, que descubres en cada página un espejo, pasa que te asustas, pasa que comienzas a pensar cosas extrañas, pasa que te vuelves paranoico y te preguntas si el autor te ha estado espiando durante todos estos años, si ha abierto una rendija en la cuarta pared del escenario de tu nada interesante vida.

Te sientes, en cierto modo, invadido. ¿Qué hace un tipo que no me conoce de nada hablando de mis propias miserias? Y pasas página, y vuelves a las ya leídas, y te encuentras una y otra vez, y lo haces ahora con escasas ganas de mirarte a los ojos para no tener que, de nuevo, descubrirte.

Y el tipo escribe bien, con profundidad y dinamismo, como los buenos. Esta mezcla me fascina. No es fácil eso de cavar y apartar la arena mientras el lector asiste atónito a su propia caída en un pozo infinito.

El lobo te clava su feroz dentadura en las primeras líneas y no te soltará hasta que, exhausto, decidas parar un rato. Pero no quiero caer en lo que el propio autor define como “papiroflexia palabrera”. “No vengas a pedirme azúcar” advierte casi al inicio en una especie de inventario de directrices poéticas propias. Es como un cartel que cuelga de la puerta en el que sugiere lo que vas a encontrarte al cruzarla. Cuando la cruces, conocerás el crudo invierno y sabrás de qué te hablo.

El universo de los escritores malditos está repleto de una especie de desleales que reniegan del poeta, de tipos que huyen de ser catalogados como tal. Bukowski comenzó a escribir poesía porque odiaba a la poesía y aún más a los poetas. El lobo viaja en ese mismo barco, te lo suelta a bocajarro y es un mensaje que subyace en cada renglón del libro. El problema, alguien tendría que decírselo, es que el agua del rio acaba, finalmente, siendo, lo quiera o no, agua de mar.

Reniega, además, de todo lo que se mueve, de lo que permanece inmóvil, de esta sociedad, del individuo, del colectivo, de la epidemia de incultura que silenciosa se expande entre nosotros, de la tiranía de quienes nos manejan, de los poderes establecidos; reniega de ti, de mí, e incluso de sí mismo.

Tienes ante ti un libro imprescindible si eres de esos tipos raros que se calientan con los versos impúdicos, con ese tipo de poemas de alcantarilla a los que algunos llaman realismo sucio, un libro repleto de verdades como puños que te romperán el hocico y a los que volverás, seguro, para que te lo partan de nuevo.

Te dejo, amigo lector, solo ante el peligro. Tiembla al descubrir que un animal poético, oculto y mudo, te observa.

Antonio Javier Fuentes Soria,
prólogo a Lobo come Lobo,
de Rafael López Vilas
(Versátiles Editorial, 2019)


miércoles, 21 de diciembre de 2022

JUNTAR LAS TUMBAS por MAREVA MAYO



Mi mayor error, y a la vez el que me absolvió de todos los demás, fue el amor hacia los hombres. Cuando trato de resarcirme, es peor, porque se me queda dentro un disparo bestial que desea pulverizar todos los firmamentos y tragarse todos los edificios sin que nadie quede para cantar la oda a los difuntos. Pero yo soy una de ellos, y no perdí más que ellos, y no mentí menos que ellos. Aunque todo fue bajo los efectos de esas drogas que creábamos juntos al borde del fin. Nacemos con una falta kamikace que nos va atrayendo imparablemente hacia la muerte donde la falta eyacula...... y mientras exorcizamos y amansamos esa muerte, con algo que tenemos que robar del exterior. Pero en lugar de llenarnos, nos volvemos yonquis y sádicos, del agujero, de la sustancia-activa, de la orgía de la muerte. Nadie podría responsabilizarnos de lo que hemos hecho con nuestras vidas. Todo lo que hemos hecho ha sido juntar las tumbas y las bombas que llevábamos dentro con el exterior y sus barracones, para vivir mientras dure la artillería. Nadie jamás pudo hacer otra cosa ni esquivar la incubación de la muerte en esa poesía nuclear que nos permitía existir y arrebatarnos y ser bajo cualquier circunstancia, sagrados, teniendo dentro toda la poesía y amor del que va a morir, bajo la protección de los dioses de la guerra que amparan a los que luchan contra titanes y es su vida una causa perdida y es su espada una venganza del surrealismo meando a la aurora boreal contra la materia que nos encerró en éste delirio que sueña no serlo.

Mareva Mayo


lunes, 19 de diciembre de 2022

REGRESIONES: Prólogo.



Los lectores de Vicente Muñoz Álvarez estamos de enhorabuena. Especialmente porque Regresiones puede que sea una de las obras definitivas de su autor. A la altura de su introspección más profunda, El merodeador (Baile del sol, 2007), o de su poemario más imperecedero, Animales perdidos (Baile del sol, 2013). Un punto y aparte en una forma única de entender la creación literaria en nuestro país. Sin concesiones ni estridencias, plagado de coherencia e intensidad, y por supuesto unido a una pasión y a una eficaz inercia muscular del que asume que la literatura no soluciona nada, pero lo cambia todo. Sumado a su ya consabida y siempre rebelde apuesta suicida por la literatura y la vida, entremezcladas en un permanente autobiografismo que persigue cambiar las reglas del juego y nuestra forma de mirar y mirarnos. Un desafío, literario y personal.

Regresiones se convierte pues en una especie de memorias precoces de un tiempo casi mágico. De su infancia en un León gris hecho color gracias a los cómics, las viejas arquitecturas (su relación con la Casa Botines nos recuerda que la realidad puede ser mejor que cualquier ficción), los cromos y las teleseries, a una adolescencia y primera toma de contacto con la música popular (de ese Todo empezó con los Cardiacos a formar parte de Veredicto Final), el cine (un recorrido por las películas eróticas y el terror), el sexo (Dedo es deslumbrante por su sencilla efectividad), la amistad (por estas páginas deambula prácticamente cualquiera que llegara a hacer algo creativo en el León de los 80), el alcohol y la noche, o la propia intuición de la muerte (He estado a punto de morir luego otras veces, supongo que algunas sin saberlo). En un continuo despojarse de elementos innecesarios, tan solo emociones sin coartada, entre la narrativa sobria y el lirismo directo, con el pasado como patio de recreo en el que zambullirse y hallar las respuestas a un presente que confunde o genera desgaste, y en el que autoafirmarse es casi un acto de supervivencia (Ahora disfruto del estigma y la lacra, me singulariza entre el rebaño y me hace plenamente consciente de mi condición).

Mirar atrás y recrearse en los detalles. Con una mirada lúcida y tierna, donde no hay que demostrar absolutamente nada a nadie. Vive tu memoria y asómbrate, afirmación rotunda de Jack Kerouac que Vicente Muñoz Álvarez hace suya aquí como dogma de fe, empeñado, ya desde sus primeras obras, en desenredar la propia vida como una gran maraña de lana, dejándonos presenciar la faena con curiosidad voyeur. Un atractivo tira y afloja con la memoria selectiva, los afectos personales y las distintas instantáneas de una vida que, aunque lejos, parece la de cualquiera de nosotros.

Y por supuesto, Regresiones es un positivo ajuste de cuentas con los héroes y mitos personales de su autor. Una larga lista que recorre con naturalidad lo popular y la alta cultura. Todo un particular muestrario, una guía esencial de esas influencias y pasiones más desatadas. Donde Hulk convive con Malcolm Lowry en igualdad de condiciones, lo que habla a las claras de la apertura mental de una obra y un autor que no cree en los encasillamientos o los lugares comunes. Quizá tan solo disfrutar del recuerdo, paraíso perdido que resulta fascinante desde un presente fabricado de crisis económica y desencanto. Leit motiv último de este viejo refugio atómico desde el que observar el brillo de la bomba. Y al que ha invitado a unos cuantos, convirtiendo el cierre, un epílogo colectivo, en el sincero hermanamiento de una generación que mira lejos.

Un canto a un tiempo que ya no volverá. De ahí su increíble magnetismo, su magia.

Julio César Álvarez

Nueva edición ampliada,
a la venta en la web de LcLibros.



viernes, 16 de diciembre de 2022

EN LA CALLE por SAMUEL BRESSÓN



Durante años viví en la calle
como un vagabundo,
observo ahora en las personas
que viven en la calle
un rasgo de integridad
porque percibo en ellas
el desinterés
por la supuesta victoria
y una noble aceptación
de sus consecuencias.
Y probablemente ninguna de ellas
se plantea tal cosa
y se sienten tan solo hastiadas,
decepcionadas, exhaustas…
o sencillamente no encuentran motivo
para continuar con una guerra
en la que no tuvieron ocasión
de decidir si querían participar
pero a pesar de todo sigue habiendo
una integridad implícita en la renuncia,
tanto si sus fuerzas han remitido
como si algún pedazo de su alma
se resiste, se niega, a continuar
corriendo tras sueños prestados
porque de cualquier modo implica
un rasgo de la extrema cordura
que posee siempre la locura,
la locura hasta la que el insaciable
berbiquí de la vida
ha conseguido finalmente llegar
y en realidad no están tan enajenadas
o extraviadas
como los demás creen,
como ellas mismas creen,
sino que ese lugar en su interior
que ha sobrevivido
se siente más confortable bebiendo vino
en la puerta de un supermercado
y durmiendo en un portal
que dejándose la vida tras las cosas
que hasta entonces ha sido necesario
que pensara que necesitaba
para beneficio de casi todos
menos para él.

Samuel Bressón


miércoles, 14 de diciembre de 2022

NO HABLO por EVA SOLIVERES



No hablo para los que nacieron en dulce cuna.
Ni para los que recibieron toda la atención, cuidado y mimo.
Ni para aquellos que recibieron la dirección.
Y el amor incondicional en su núcleo.

Hablo para los que aprendieron a sacar uñas y dientes.
Para los que aprendieron a mentir y a defenderse.
Para los que tuvieron que amordazar su boca para no incomodar.
Para los que tuvieron que acallar sus necesidades por no tener quien las quisiera.

Para aquellos que aprendieron a gritar y a apretar los dientes.
Hablo para las almas nobles que se escondieron tras un disfraz de
"yo soy un tip@ dur@ y a mí no me afecta nada".
Para los indomables y los inconformistas.
Para los que sangran cada vez que ven una injusticia por saberse injustamente tratad@s.
Para los que lloran a escondidas y para los que no lo hacen porque aprendieron que eso,
un valiente, no lo hace.

Hablo para los que están luchando por encontrarse entre la devastación y la desgana.
Para los que a pesar de todo, no han perdido las ganas de amar ni la esperanza de encontrarse.
Para los que intuyen, todavía, que el amor se esconde en la vulnerabilidad de saberse descubierto.
Para los que se atreven, aún temblando, aún sangrando, a mirar a otro ser humano sin corazas.
Para esos son mis poemas.
Para tod@s ell@s va mi aliento.

Eva Soliveres


martes, 13 de diciembre de 2022

BAJO MI PIEL ESTÁ TU PIEL por FRANCISCO SOTO



Bajo mi piel está tu piel,
pequeñas cosas que nos transforman en gigantes,
diminutas esporas que nos hacen seguir vivos al aspirarlas.

Átomos que se desmoronan al rozar otros átomos.

Bajo mi perfume está tu ausencia de perfume,
el ph de la vida que se empeña en regalarnos este caos devorador.

Escucha el viento esta noche,
la dolorosa belleza de la lluvia golpeando en los cristales,
escucha mi voz diciendo tu nombre.

Bajo mi piel, está tu piel,
el milagro de habernos conocido,
el maravilloso regalo de habernos conocido.

Francisco Soto


Foto: Jorge Lázaro

lunes, 12 de diciembre de 2022

AC/DC por TOMÁS SOLER BORJA



Era hermoso, multicolor, estimulante, y sorpresa: legal. Humedecerse la lengua con saliva, y después, tomando entre las manos una de esas pilas de petaca al azar, meterse en la boca sus polos metálicos. Esas dos pestañitas: color oro, tacto helado, sabor acre. Aquel era el arte y oficio, porque el comprobador de carga había cascado preso de una subida de tensión. No, tampoco las pastillas de juanola bajo la figurada lengua del artefacto habían conseguido engañar al diablo de la revolución industrial. Y entre el enorme montón de baterías, había muchas que estaban a cero, sentías un brrrrr (no podría definirlo mejor) en la punta de la lengua. Algo grande, así como el morreo de una novia eléctrica, si es que uno supiera entonces lo que era un verdadero beso con lengua. Y estaba bien, se te encendía la bombillita de la sangre, enervándote allá abajo donde se enerva lo que se tiene que enervar. Evidentemente, esa pila iba al montón de las buenas. Rubia era el nombre cariñoso que recibía la caja. Las otras: modosas, sin fuerza, como tías frígidas, las metíamos en el congelador, a ver si había suerte y resucitaban por el efecto criogenizador del frío. Una tontería más de tío Ricardo, que tenía sus consecuencias. Al día siguiente las sacabas de su mundo de hielos perpetuos, sin yeti, pero quizá con algún bigote de gamba por encima, y bingo: seguían sin carga, pero como te descuidases se te pegaban a la lengua como una lapa quemándote vivas las papilas del gusto. Menudo disgusto. Las llamábamos las novias cadáver, los primos y servidor. Poco juego con ellas. Nada de broma.

Y allí hubiésemos seguido toda la vida, con ese encargo muelle: esta me empalma, esta no, rubia, congelador. Pero casi nos volvemos insensibles a las novias de verdad y sus besos sin electricidad. Nada, besitos de mariposa todo lo más a nuestros hermosísimos doce años, ¿o eran once y medio nada más? Supongo que echamos callo en la punta de la lengua, carga negativa en el corazón, casi desconexión en el palote de la luz. Y para notar algo, sentir lo que había que sentir, le teníamos que decir: Muérdeme, my love; Más fuerte, más fuerte, vida mía. Hasta que a uno de los primos le arrancaron media lengua de un bocado (qué viva esa chica alicate), y escarmentados nos dimos el piro de ese encargo tan raro que nos había salido a cambio de cuatro perras para cocacolas y la entrada para el cine de verano. Nos aguardaba la playa y el futbito. Joder, qué pena lo de hacer costumbre: en mi vida volví a dar con un trabajillo más estimulante. Era casi como prostituirse a la corriente continua, con lo alternativos que podíamos llegar a ser.

Tomás Soler Borja


domingo, 11 de diciembre de 2022

LA MEMORIA DE LOS CRISANTEMOS: José Ignacio García.



Rateros okupas, niños avispados, atractivas mujeres que se sienten gacelas disecadas, fumadores desafortunados, mendigos de postín, nuevos ricos vengativos y viejos rentistas avaros, asesinos perseguidos por su destino, nostálgicos cubanos en el exilio, vecinas que esconden tras su puerta misteriosos secretos, escritores vestidos de negro, bueyes milagrosos, policías dotados de un olfato infalible y, en muchos casos, parejas necesitadas de cariño, pueblan este villancico cuajado de guirnaldas de vida y de espumillones de humanidad, con la esperanza de que una sonrisa en forma de estrella resplandezca en los rostros de los lectores, que volverán a disfrutar de una de las voces más reconocidas del panorama narrativo actual.


PELÍCULAS QUE ALTERAN LA CONCIENCIA

 

sábado, 10 de diciembre de 2022

TODO EN MÍ ME MERECE por VIOLETA CASTAÑO RUIZ



huir sin pretender la huida
. cuál será el camino correcto.

creo que vi dos estrellas fugaces

cómo es quererse con tanto aturdimiento,
solo mirarse y entenderse con y a pesar de todo

me miro hacia dentro: todo en mí me merece

Violeta Castaño Ruiz

https://www.facebook.com/violeta.castanoruiz

viernes, 9 de diciembre de 2022

ADENTRO DE LA FUGA por CÉSAR CARRIZALES



Audífono. Cierro la inmensidad en la burbuja. Lo que no me pertenece queda en su desastre, pegado a la cáscara, vencido en movimientos mortales. Yo desciendo, me amarro a la atmósfera de la respiración, no salgo de la miniatura del aire. Respiro casa, calor, isla, cualquier proximidad, interior, uno, respiro fondo, núcleos y lo central de mis márgenes. La ausencia me resulta fuente y ronroneo. El tiempo logra su nota. Desciendo acabado, en la sabiduría del espacio que se aparta del tejido. Solo. Voy solo. Estoy adentro de la fuga, justo donde la alteridad ondula mi pensamiento. Afuera, el polvo del ruido.

César Carrizales


jueves, 8 de diciembre de 2022

HACE HOY CUATRO AÑOS por JOSÉ YEBRA




cada vez que miraba a mi madre
antes de darle el beso de buenas noches
pensaba que su cansancio de aquella jornada
tan solo era el inicio del agotamiento del día siguiente:
si el trabajo tuviese que nacer con una persona
mi madre habría sido una estupenda candidata;
quizá fuese un asunto de expiación
esa culpabilidad heredada de las acciones pretéritas y rojas de su madre
que la obligaba de alguna manera a ir a misa
y a cumplir como buena cristiana ante los ojos de la gente,
comerse la hostia cada domingo ante ojos atentos;
pero en casa no era nada meapilas
«no hay que dar qué hablar»
me decía con tono firme mientras mi abuela me buscaba
de reojo para asegurarme con sus ojos
que antes estaba la dignidad propia que tener que agradar a gente ajena.
y así fui creciendo yo,
yendo a misa cada domingo a las doce
hasta que un día dejé de hacerlo sin decir nada en casa;
salía guapo y repeinado a las doce menos diez
justo después de las segundas campanadas
y en la puerta de la iglesia me encontraba con dos amigos
que hacían lo mismo que yo:
ese paripé de parece que voy a misa pero ni entro en la iglesia.
en verdad, de ese hecho dependía mi paga,
es decir, mis cromos, mis pipas y chicles…
ni un mes aguantó esta estrategia
«qué tal en misa, José Luis?»
«de qué hablo hoy el cura en el sermón?»
«bien, de lo de siempre, no presté mucha atención»
comenté justo antes de sentir el primer zapatillazo
en mis desprevenidas nalgas;
«déjalo, mujer, no ves que no le interesa la misa»
mi abuela Luisa al rescate, my own private Marvel heroine.
duras fueron las negociaciones
aunque al final conseguí no tener que ir nunca más a misa
y en el beso siguiente de buenas noches
que, como era costumbre, di a mi madre antes de irme a dormir
comprendí que posiblemente la única manera de vencer al miedo
no sea otra que regalar al cuerpo todo el agotamiento humano posible.

José Yebra


miércoles, 7 de diciembre de 2022

ÚLTIMO REFUGIO por JOAQUÍN PIQUERAS



no hay más salida
que refugiarnos
en esta mínima
fracción de tiempo
que irremisiblemente
se nos escapa,
                   y limpiar
de nuestro propio vaho
el horizonte

Joaquín Piqueras


martes, 6 de diciembre de 2022

NOS BEBIMOS LA VIDA DE UN TRAGO por RAFAEL HASKEL



Bebimos de la absenta que nos ofrecía
la noche y sus esbirros.
Nos bañamos en lagos de lujuria
y compartimos dulces resacas
en las madrugadas de farra,
apoyados en las esquinas
donde mean los perros.

Inconscientes de la dictadura del tiempo
y sus compromisos,
manejábamos los hilos del destino
a nuestro antojo.
Descartamos las normas impuestas "por norma".
Nos abrigamos del frío al calor del neón
en los inviernos helados.
Subimos al Zeppelin de las ilusiones
sin escaleras hacia el cielo,
condujimos sin frenos
por el abismo de la locura.

Bailamos el rock and roll en la plaza del pueblo,
pasodobles en las verbenas de aquellos veranos
que guarda la memoria del recuerdo.
Mientras, en la radio
del ciento treinta y uno supermirafiori,
Bob Dylan endulzaba aquel momento.

Nos besábamos bajo el manto de la luna,
nuestros cuerpos desnudos
sobre la hierba de terciopelo.

Entonces todo era mágico,
diferente, único, distinto.

Y nosotros, los mismos que hoy,
deambulan acompañados
de los fantasmas que se filtran
por las grietas del sentimiento,
los que bebimos la vida de un trago,
los que ahora intentan,
aunque mueran en el intento,
recomponerla
en el puzzle de un sueño.

Rafael Haskel


Foto de MarÇal Matheus

sábado, 3 de diciembre de 2022

AL HILO DE REGRESIONES



"En los 80 todo estaba permitido si era creativo"

Vicente Muñoz acaba de publicar una edición corregida y ampliada de su emblemática publicación de 2015 ‘Regresiones’, una novela autobiográfica que es también una crónica del León subterráneo y alternativo de los ochenta que vivió una verdadera eclosión cultural.

La Nueva Crónica /Joaquín Revuelta | 01/12/2022

Ante una primera pregunta un tanto imprecisa sobre el género al que pertenece ‘Regresiones’ (Literaturas Com Libros, 2022), su autor, Vicente Muñoz, quiere aclarar que al igual que la anterior ‘Regresiones’ (Lupercalia, 2015) «es una novela de no ficción porque es absolutamente autobiográfica. Casi toda mi obra lo es, pero esta en concreto cuenta mi experiencia entre los 70 y los 90. Arranca cuando soy niño, se centra básicamente en el León de los 80, en la movida musical, etc, y termina más o menos en los 90», señala Muñoz, cuyo libro es una revisión ampliada de la emblemática publicación de 2015. «Han pasado siete años y la editorial que lo publicó, Lupercalia, cerró. El libro se agotó y hoy es prácticamente inencontrable. Durante estos siete años he seguido escribiendo otras muchas cosas, pero hubo bastantes textos que salieron al hilo de este libro. Algunos habían quedado fuera de la primera edición, luego otros los escribí durante este periodo y le iban como anillo al dedo. Creo que es el broche perfecto. Siete años después, como que se cierra un círculo, y quiero pensar que la novela está ahora más completa y definitivamente terminada».

‘Regresiones’ discurre mayormente por el León subterráneo de los años 80, una época que Vicente Muñoz no duda en describir, al menos desde su experiencia personal, como hiperactiva, muy ilusionante y de una creatividad absoluta. «Si tuviera que definirlo en dos palabras diría creatividad absoluta, por la gente que era creadora, obviamente. Había más grupos musicales que nunca, mucha actividad en todos los frentes y un montón de bares alternativos. En los 80 todavía estaba empezando a escribir, pero como bien sabes era músico de una banda de rock, Veredicto Final, por lo que viví en primera persona aquellos años que fueron una locura colectiva a nivel musical. Aparecieron un montón de grupos, desde los más conocidos y que están en la mente de todos, Cardiacos, Deicidas, Positivos, Ópera Prima, Flechazos, hasta muchos otros que como nosotros han dejado algunas grabaciones. Recuerdo salir cuatro veces a la semana a ver conciertos en directo y la verdad es que para un chico de 20 años aquello era realmente fantástico».

El libro se prolonga hasta los 90, una época de mayor normalidad que difería de la efervescencia cultural que caracterizó la década anterior. «Con la llegada de la democracia hubo una eclosión de actividad creativa que no había tenido ni antecedentes ni parangón en cuarenta años. Toda esa actividad eclosionó, por lo menos en las pequeñas capitales de provincia, León incluida, en la primera mitad de la década de los 80. A partir de los 90 todo se normalizó, por decirlo de alguna manera. Esa libertad que nos otorgó la democracia se convirtió en la norma y quizás en los noventa digamos que se consolidaron todos estos parámetros alternativos que habían explotado con un carácter mucho más festivo en los ochenta. A partir de ahí se estandarizó y se hizo norma. Sin embargo a principios de los ochenta, sobre todo cuando empezaron a salir las primeras bandas de la Movida, Siniestro Total, Aviador Dro, Parálisis Permanente, a nivel musical era pasar de los abrigos Loden a las chupas de cuero, de los flequillos yeyé a las crestas de los punkis, a los siniestros y a los góticos. Aquello era básicamente muy muy divertido, al menos para los que lo vivimos en primera línea y bailamos en todos aquellos conciertos de La Tropicana, de La Mandrágora o del Toisón por supuesto».

Vicente Muñoz cree que el nacimiento de la Universidad de León, a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, contribuyó a crear aquel caldo de cultivo en el sentido de que la gente ya no tenía que irse fuera para empezar o terminar sus estudios universitarios. «El principal factor es la presencia. Aquí empezamos a poder quedarnos gente que a partir de los 18 antes no estaba dentro, con lo cual se creó una generación de gente con formación universitaria que pudo apoyar precisamente a todos esos movimientos. También recuerdo, al hilo de tu libro, aunque yo entonces estaba más centrado en la música, las inolvidables sesiones del Cine Club Universitario en Empresariales. Yo recuerdo haber visto las mejores películas de mi vida de aquella época, ‘Tras el cristal’, ‘Angustia’, etc, en aquel cine que tenía algo de culto. No era ir al cine sino a ver ‘Arrebato’ de Zulueta, que era como decir que estábamos empezando una España nueva, que fue realmente lo que sucedió, comenzó una España nueva que en aquellos años se desarrolló en toda su plenitud, con un espíritu totalmente de celebración, festivo, y por supuesto la Universidad contribuyó a consolidar aquel movimiento», sostiene el autor de ‘Regresiones’, que comparte la impresión de que aquel período no se halla suficientemente documentado. «Efectivamente y es muy sorprendente. Aunque me salió del corazón, cuando escribía este libro me sentía de alguna manera cronista de una época. En este sentido ‘Regresiones’ es una novela autobiográfica con aires de crónica. A nivel musical se ha escrito mucho en artículos y se ha hablado mucho de Los Cardiacos, Los Flechazos y otros grupos punteros, pero a nivel literario no hay ningún libro que hable de aquellos años ochenta que fueron absolutamente deslumbrantes. Por eso te digo que escribiendo el libro me sentí cronista, lo primero de aquella movida musical, pero también del León de esa época».

Con los noventa se acabó la fiesta y llegó el desencanto. Así lo reconoce Vicente Muñoz en la última parte de ‘Regresiones’. «Viene a hablar un poco de eso, de cómo toda aquella idea tan libertaria, tan festiva –no sé si es por la evolución natural de cualquier proyecto de este calibre– fue apagándose. Todas las revoluciones culturales se quedan un tanto cortas en cuanto a las expectativas generadas. Y más en concreto la nuestra, porque aquella libertad y aquella creatividad que se dio a partir del año 75 se ha venido abajo. No existe un momento histórico desde entonces en el que estemos más controlados, en el que haya más tabús y absolutamente temas intocables como este presente. Todo lo que hicimos en los ochenta sería prácticamente impensable en estos momentos. Tuvimos la suerte de vivir aquella libertad, para lo bueno y para lo malo, a veces se mal interpretó, otras se aprovechó, pero desde luego nuestro presente no tiene nada que ver con aquellos ochenta, donde todo de alguna manera estaba permitido si era creativo. Por desgracia no se parece a este presente en el que estamos amordazados por la reeducación que nos quieren meter desde las administraciones».

Vicente Muñoz reconoce haber concebido ‘Regresiones’ como «un broche» a la primera edición, «precisamente por esa idea que te he comentado de que me parece una crónica del León subterráneo y alternativo de los 80 y porque me parecía que habían quedado todavía algunas cosas por contar. Esta editorial está reeditando mi obra en prosa, pero ‘Regresiones’ no es una reedición sin más. En realidad es una edición ampliada y revisada, donde he incorporado algunos capítulos que me parecía que en su día no había desarrollado lo suficiente. La idea es que quede ahí y en cierto sentido es un poco mi legado a esta ciudad que centra toda mi obra».



viernes, 2 de diciembre de 2022

4 POEMAS de CUERPOS A LA HOGUERA por LUIS P. SUÁREZ




NO SON MANERAS

The rider riddle is easy to ask,
but the answer might surprise you.

Lew Welch

Te había sido infiel, como otras veces
(los años, la rutina... qué sé yo)
y me metí en la cama, sigiloso,
después de tropezar con tus zapatos,
sintiendo todo el peso de la culpa,
sabiendo que te hacías la dormida.

Estaban las persianas levantadas, 
y entraba de la calle intermitente
por el tamiz filtrado del visillo,
como un zumbido denso y apagado,
el parpadeo eléctrico y azul
de luces de neón de un bar de copas.

Tu cuerpo, en la penumbra, recostado,
volviéndome la espalda, dibujaba
una interrogación en la cadera
(cerrada entre paréntesis la curva
templada de tus nalgas, o el deseo)
y una cascada de oro en la almohada.

Hubiera preferido que esa noche
(para eso sí que estaba preparado)
te hubieras enfadado y me gritaras
que ya no me querías y que nunca
me ibas a perdonar, que me largase,
y no volviera más a hacerte daño.

Pero sentí tus labios en los míos
cuando cerré los ojos, la caricia
de tu respiración junto a mi oído,
una leve presión (no más que el peso
de un vilano al posarse) en la barbilla
y el filo del cuchillo sobre el cuello.


EN VANO

Al principio nada fue.
Pedro Salinas

Si nada fue al principio y solo el Verbo
creó lo que se nombra e imagina
y delegó en los hombres el soberbio
poder de dar la vida y de quitarla;

si solo las palabras nos sostienen
erguidos frente al tiempo y al olvido,
y traen del pasado la memoria
para causar dolor en el presente,

qué muerte puedo dar a las que un día
te dije, sin saber que no habría otras,
y guardan el dolor que provocaron.

No puede florecer en el poema
marchita que besamos ya la rosa,
aunque sigan hiriendo sus espinas.


COMO UNA CAMPANA NUEVA

también, hacia la luz y hacia la vida.
Antonio Machado

Detrás de la alambrada de la lluvia
un cielo enfermo tose nubes negras.
El mundo se podría estar muriendo
anciano en el invierno y, sin embargo,
se lame como un perro las heridas.

También en la resaca de la ausencia
se anegan dolorosos los recuerdos
de nombres que son cáscaras vacías
que ya no los contienen, solo el peso
del polvo y la ceniza de la muerte.

Cargados de ilusiones y proyectos,
dijimos convencidos tantas veces:
No hay tiempo que perder... Y lo perdimos
(la juventud se fue cagando leches)
y todo lo que fuimos hoy son ruinas.

Pero entre los cascotes, amarillo
de luz en su modestia, un jaramago
levanta una esperanza entre las grietas.


ROMPEOLAS

gritando mudamente al despeñarse.
Aquilino Duque

No puede ser el mar en su constante
bramido lo que aterra en el ocaso,
ni contemplar tampoco el pecio hundido
del tiempo que fue un eco de la dicha,
la dicha del amor y de ser joven.

Asusta la cadencia del lamento
inútil de las olas en la playa,
las olas al romper en cada orilla,
las olas que se pierden en el ciego
absurdo sacrificio que las llama.

Espanta el grito sordo que las mueve, 
que ruge y barre y borra las palabras,
las voces que no vuelven y ahoga el mar,
y todo se convierte en sal y en nada.

Por eso, como Borges, solo pido
que exista eterno un Cielo para ti,
un Cielo para ellos, aunque yo
hundido en sombras ya no pueda veros.

Luis P. Suárez, de Cuerpos a la hoguera (Libros del Aire, 2022).

editoriallibrosdelaire@gmail.com