Los niños se convierten en los últimos bañistas
en la tarde de agosto.
La voz de sus padres los reclama
con severidad un tanto fingida. Los últimos bañistas
quieren disfrutar del agua una vez más,
en algarabía inacabable.
Agosto en su crepúsculo ama a estos nadadores impúberes,
esencia del verano, ilustres caballeretes del buen tiempo
y de la dicha inocente.
Seguid con vuestros baños, vuestros saltos,
vuestras acrobacias,
hasta que el sol deje de calentar
las aguas y éstas vuélvanse desafiantes y frías.
Uno de entre ellos, el último bañista, me mira
con su trono abierto, con el tiempo en una mano.
Oh, serenidad, concede a este muchacho lo que concediste
al necio: fervor y pocas preguntas,
fervor y un cuerpo con dinero,
flotando sobre el dibujo de la vida.
Manuel Vilas, del poemario El cielo ( DVD ediciones, 2000 ).
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