Traté al arte como realidad suprema y a la vida como simple ficción. Desperté la imaginación de mis contemporáneos, que crearon el mito y la leyenda a mi alrededor. Reuní todos los sistemas en una frase y la existencia entera en un epigrama. Pero me dejé atrapar por largos hechizos de placeres sensuales. Perdí el control de mí mismo, y el timón de mi alma, sin darme cuenta. Permití que el ansia de placer me dominase. Y terminé en una espantosa desgracia. Sólo hay una cosa a mi favor: mi absoluta humildad.
Oscar Wilde
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