Zapatos
En una escena clave de la película Matar a un ruiseñor, basada en la novela de Harper Lee, el abogado Atticus Finch (un magnífico Gregory Peck, ganador del Oscar por esta interpretación) explica a su hija Scout: “Nunca llegarás a comprender a una persona hasta que no veas las cosas desde su punto de vista”. Al final de la historia, Scout por fin entiende ese código y le cuenta al espectador: “Atticus había dicho una vez que nunca se conoce realmente a un hombre hasta que uno se ha calzado sus zapatos y caminado con ellos”. Es la lección que ella aprende para huir de los prejuicios en su racial pueblo sureño.
Si todos nos guiáramos por el código de Atticus, y lo asimiláramos en la infancia con la rapidez de Scout, el mundo sería un lugar más confortable. Ese sistema de valores, consistente en descifrar las razones del prójimo y situarse dentro de su piel, nos debería servir siempre para comprender antes que juzgar, para garantizar el respeto de los derechos humanos. Antes de aplastar a alguien, piensa que tú podrías ser el aplastado. Antes de abusar de otro, ponte en el pellejo de tu víctima. Antes de repudiar al extranjero, siéntete tú un extranjero. Antes de aplaudir la ejecución de un hombre, imagina que tú eres ese hombre. No recortes las libertades, no empujes al desvalido. No eres el dueño del mundo. Átate otros zapatos. Camina con ellos. Comprende.
En una escena clave de la película Matar a un ruiseñor, basada en la novela de Harper Lee, el abogado Atticus Finch (un magnífico Gregory Peck, ganador del Oscar por esta interpretación) explica a su hija Scout: “Nunca llegarás a comprender a una persona hasta que no veas las cosas desde su punto de vista”. Al final de la historia, Scout por fin entiende ese código y le cuenta al espectador: “Atticus había dicho una vez que nunca se conoce realmente a un hombre hasta que uno se ha calzado sus zapatos y caminado con ellos”. Es la lección que ella aprende para huir de los prejuicios en su racial pueblo sureño.
Si todos nos guiáramos por el código de Atticus, y lo asimiláramos en la infancia con la rapidez de Scout, el mundo sería un lugar más confortable. Ese sistema de valores, consistente en descifrar las razones del prójimo y situarse dentro de su piel, nos debería servir siempre para comprender antes que juzgar, para garantizar el respeto de los derechos humanos. Antes de aplastar a alguien, piensa que tú podrías ser el aplastado. Antes de abusar de otro, ponte en el pellejo de tu víctima. Antes de repudiar al extranjero, siéntete tú un extranjero. Antes de aplaudir la ejecución de un hombre, imagina que tú eres ese hombre. No recortes las libertades, no empujes al desvalido. No eres el dueño del mundo. Átate otros zapatos. Camina con ellos. Comprende.
.
[Extraído de la antología Palabras como velas encendidas]
No hay comentarios:
Publicar un comentario