martes, 29 de abril de 2008

EL MERODEADOR en DIARIO DE LEÓN.


El narrador y sus fantasmas
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De entre todas las caracterizaciones que el autor ofrece en la contraportada de la obra, tal vez la de "diario existencial" sea la más apropiada. Por lo que la obra tiene de cuaderno de bitácora personal en cuyas páginas quedan plasmadas las obsesiones del escritor. Del "merodeador", a fin de cuentas, por espacios extraños y situaciones inesperadas. Espacios que no son extraños objetivamente, pero a los que la elaboración literaria los transforma. Como no los son las experiencias personales, pero sí la modificación literaria con la que se las presenta, porque el propio autor considera su obra como "libro de ensueños".

Este diario existencial se nutre básicamente de obsesiones y recursos metaliterarios, procedimientos muy rentables literariamente. Obsesiones son los ruidos extraños de los los animales intuidos en el domicilio, "la vida interior de la casa" y obsesión casi indeleble es el sufrimiento de otros animales contemplados en la realidad, como esos gatitos del contenedor o el recuerdo infantil de los peces despiezados en el fregadero de la cocina, pero aleteante alguno todavía. Dentro de este campo de las obsesiones no faltan momentos que incluyen un llamativo sentido del absurdo, con buenos resultados literarios, como "Las tarjetas", "El cartero", "El paseo" o "El lunar". No sería descabellado incluir en este bloque temático las situaciones de insomnio, no siempre reducidas a crónicas de desvelo.

El campo de la metaliteratura se presenta con buenos resultados. La ausencia de inspiración da lugar, como en el soneto de Lope, al trabajo cumplido y rematado, como ocurre en "El relato". En algún caso, como "El artículo", lo metaliterario se une con la obsesión de escribir y la angustia del insomnio. Prueba de esta preferencia son las dos últimas secuencias, síntesis de la obsesión personal y de este procedimiento narrativo. Entrelazados por el tema desarrollado en "La lluvia", en "El merodeador", donde, con un plástico fundido literario, se da la fusión entre lo real y lo creado, aprovechando para ofrecer un retrato del narrador. En esa visión de lo real y lo irreal se refleja el espíritu de la obra, cuyos aciertos literarios se ven complementados con las excelentes y oportunas ilustraciones del astorgano Toño Benavides.
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EL MERODEADOR. Vicente Muñoz Álvarez. Ilustraciones: Toño Benavides. Ed. Baile del sol. Tenerife, 2007. 150 pp.
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Nicolás Miñambres, Diario de Léon, Suplemento de Cultura Filandón, 27 de abril de 2008.
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Ilustración: La lluvia, por Toño Benavides.

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