Con este pequeño dolor en el pecho
he vivido mil
años.
Alfonso Costafreda
I
Leo en los váteres públicos
a mis contemporáneos,
sentado, en la hora primera de la mañana,
con el calzón en los tobillos
y el alma bajando
en estrecha repercusión y sin disimulo,
surgiendo, amedrentado
en respiro y rugido,
las letras que sostengo
de manos a mano
en líneas, tendedero preescrito
en las instrucciones al uso,
que se sustentan sólo
con el movimiento de mis cavidades oculares
y que después me miran
desde el escozor a tinta que me dejan
al saborearme el Canaán
de parsimonias, forros y saludos a mano alzada.
II
Mientras cae el agua en bravos
remolinos y se empañan los azulejos
por la rabia acumulada entre mi diente y diente,
veo como las palabras que antes sostenía
a rajatabla
ahora corren ingrávidas y triviales, arrastradas
boca abajo, agarrándose aún a la esferidad
de una elipse, antes de desaparecer por el desagüe,
dejando en blanco la única sinceridad
de antaño,
la única línea por escribir
que ansiaban estos papeles.
Inéditos
Agustín Calvo Galán, 2007
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