Gabi Oca, la semana pasada en la cafetería de San Marcos,
durante la entrevista. Pacho Rodríguez
Gabi Oca: «León en los años 80 era un reguero de heroína»
El autor leonés rescata 'La carretera muerta' (Papelillo Editorial),
en donde narra de manera literaria los duros años 80
Pacho Rodríguez, Diario de León 30.04.2025 | 08:48
Esta historia no será como aquella canción de los años 80, veré a las chicas pasar... que cantaban Los Piratas, de Vigo, otra tierra sacudida a mansalva por la heroína y las drogas que representó casi como definición la generación perdida por el narcotráfico. Pero sí es la historia de los 80 en León en la que varios grupos de edad sucumbieron al caballo, se estamparon contra el sida y pocos lo pudieron contar. Uno de ellos lo contó y hasta lo escribió: Gabi Oca. Está ahora sentado en la cafetería de San Marcos y es un reposado conversador. Se libró de todo aquello pero ejerce la memoria como si fuera responsabilidad en la que quiere transmitir que ni ante la peor de las pesadillas la droga es opción, bálsamo o solución. Porque ya avanzado el encuentro cuenta este ejemplo revelador: «Llegó el sida. Lo llamaban el bicho. Sí, el bicho... Cayeron tantos que aquello frenó a muchos. Porque León en los 80 era un reguero de heroína, era una infección. Los que tuvimos suerte nos dimos cuenta de que eso era el final. Pero muchos aunque lo sabían, era tal el mono que tenían que les daba igual coger una jeringuilla de cualquier sitio y de cualquiera. Un día, a un amigo le dije: mira aunque sea por respeto a los que cayeron no uses esa jeringuilla. La había cogido del suelo. Perdí una amistad. Le pareció fatal. Me dejó de hablar y hasta hoy».
De todo esto ha escrito Gabi Oca. La carretera muerta (Papelillo Editorial) recoge seis historias que relatan las vivencias a finales de los ochenta del protagonista, Gabi, un buscavidas enganchado al caballo. «Genuino hiperrealismo sucio leonés, puro, sin adulterar», he aquí la definición que luego el propio Oca puede resumir en «éramos unos desgraciaos...». Textos autobiográficos y sin cortes, surgidos de la calle y de las entrañas de Oca Fidalgo. A pecho descubierto.
En definitiva, el otro León que coexistió frente al ochentero del Berlín, el Jazz y Nona, Century, el Equilbrio, Dimitri... cuando la noche de la ciudad era un lugar luminoso, florecían talentos artísticos y los crápulas pedían paso. Los Cardiacos, en la tele y el artisteo, ardía. A la vez, cuenta el autor, en Villanueva del Árbol se vende heroína en una roulotte como si no hubiera mañana. Y en Villaquilambre. O a las afueras de León. La realidad es lo que tiene, que no se pierde ni uno de los extremos. Y en medio, este Gabi Oca. Que va a ser un gran escritor pero todavía no lo sabe. Porque va a caer en el caballo como un jinete suicida, como tantos. Ansiedad, Una novela quinqui o este La carretera muerta, reeditado ahora por Papelillo (nueva editorial que merece un capítulo aparte) son su testimonio convertido en literatura. «Hay ficción y realidad porque ambas se necesitan para contar las cosas», afirma. Es el trabajo bien hecho de Gabi Oca, que resucitó entre los muertos que no fueron escritores. No sale la palabra yonqui en esta conversación porque, lo va dejando claro, eran personas. «Yo era un desastre, un chaval que no acabó ni la EGB. Aprendí a leer libros mucho tiempo después. Eso sí, los cómics del Víbora me los había leído todos. Era camarero. Lo narro bastante bien en Ansiedad. Yo empecé de camarero en el Plaza, lo que era el Cantábrico. Según entrabas a mano de derecha estaba la cafetería y a la izquierda, el salón de juegos, como en El Golpe. Iban abogados, médicos, el alcalde... Y de noche ya venía un grupo selecto a jugar al póker. Ahí jugaban mucho dinero. Yo pegaba la oreja y oía al día siguiente: pues fulanito ayer se levantó seis kilos...», prosigue. «En mi caso, mi caída es de cliché. Porros, tripis, caballo y catapún...», afirma sin ningún tipo de disculpa. «Lo que te digo: León estaba infectado de caballo como todas las ciudades de España». Gabi Oca va contando peripecias de esa época en la cafetería de San Marcos, en un confort en el que se le ve a gusto. No tiene nada que ver con ese pasado pero lo tiene siempre en la cabeza.
Recientemente, Gabi Oca ha hecho aparición en Un abrazo fuerte, libro homenaje al poeta asturiano David González y publicado en 2024 por Pregunta ediciones. Ahí comparte sitio con Vicente Muñoz Álvarez y Carlos Salcedo Odklas (representantes también del hiperrealismo sucio leonés), con el mismo Paco Gómez Escribano o con el autor Montero González entre muchos otros. Esos nombres de Vicente Muñoz y de Carlos Salcedo son fundamentales en la trayectoria de Oca, puesto que comparten cierto ideario literario y, como asegura el mismo autor de Una novela kinki, «Yo en realidad escribo pero no sé definir lo que escribo. Cuando Vicente me dice que es tal o cual, pues eso será».
Sobre el autor también comenta Gómez Escribano en el prólogo de La carretera muerta lo siguiente: «Valiente es Gabi Oca, por lo que escribe y por cómo lo escribe. Según declara, la literatura es Louis-Ferdinand Céline más Thomas Bernhard, y un tipo que declara esto es un elemento. Pero es que además su escritura recuerda a un Bukowski aumentado como si el americano hubiera sido un yonqui en vez de un borracho». En el caso del leonés, Vicente Muñoz fue el detonante para que aquello que escribía sin vocación de libro sea ahora el contenido de títulos de culto y que retratan un León que todo el mundo sabía que existía pero se guardaba bajo la alfombra. Con Gabi Oca emerge pero sin demagogia.