Los sueños que postergamos
no nos han olvidado,
son la muesca en la almohada
del futuro,
la premisa de un mundo
insatisfecho,
las huellas dactilares
del deseo
incriminando sutilmente
a la esperanza,
impulsando al abismo
la posibilidad de lo
imposible,
arrojando al vacío
el cuerpo inmaterial
de la derrota
del futuro,
la premisa de un mundo
insatisfecho,
las huellas dactilares
del deseo
incriminando sutilmente
a la esperanza,
impulsando al abismo
la posibilidad de lo
imposible,
arrojando al vacío
el cuerpo inmaterial
de la derrota
Son las promesas rotas
colgando sutilmente
del perchero,
ondeando la ilusión
como estandarte,
el disparate como proclama,
asomando su onírica
presencia
a la azotea triste
de la razón humana.
colgando sutilmente
del perchero,
ondeando la ilusión
como estandarte,
el disparate como proclama,
asomando su onírica
presencia
a la azotea triste
de la razón humana.
Exiliados en la Hot zone,
convertidos en falsas
arcadias,
desafían la naturaleza
explosiva
del fracaso.
No se rinden,
rechazan la impostura
de la prudencia,
la prosa meandrosa
de la cordura,
los múltiples placebos
de la seguridad,
la cosmética tóxica
de la rutina.
No,
los sueños abandonados
no te olvidan...
son perros amarrados
a la entrada del Súper
olfateando ansiosos
el rastro de tu ausencia,
creyendo con fe ciega
que vas a regresar
para buscarlos.
a la entrada del Súper
olfateando ansiosos
el rastro de tu ausencia,
creyendo con fe ciega
que vas a regresar
para buscarlos.
Gema Fernández Martínez
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