ESTUVE CATORCE AÑOS
yendo amargado cada mañana
yendo amargado cada mañana
al mismo puesto de trabajo.
En los últimos tiempos, los lunes,
iba drogado o con resaca,
era mi forma de robarle un día al jefe,
como los presos
que se pinchaban
para robarle un día al juez.
A las once comíamos el bocadillo
sentados entre la mierda
con la ropa sucia rodeados de desechos,
tan solo quince minutos después
volvíamos al tajo,
así un día tras otro,
no ganábamos un sueldo,
cobrábamos por trabajar
un jornal que daba para comer
y para pagar al banco o al casero,
no había épica.
DE BARRIO
Buenos chavales de barrio,
sin más,
muchas horas de calle,
muchas horas de bares,
ensalzamiento de lo carnal
y aspiraciones mundanas.
Herederos de un orgulloso pasado
con un largo presente incierto,
especial querencia por lo normal,
pareja, trabajo para toda la vida,
hijos, un lugar donde habitar en paz
rodeados de gente conocida,
siempre saludan la paso,
buenos chavales de barrio
gente de fiar...
PIEDRAS
Unos cascos y escudos
los otros piedras
unos uniformes y pistola
los otros piedras
unos sueldo fijo
los otros piedras
unos sirviendo al patrón
los otros piedras
unos acabaron la jornada
los otros piedras
después vinieron a buscarlos
ellos piedras
ME SENTABA EN LA PLAYA
con una bolsa llena de latas,
iba bebiéndolas a tragos pequeños
hasta ir entrando en calor.
Veía pasar los coches
en pleno atasco del fin de semana,
observaba a los pasajeros
intentando adivinar algo de cada uno.
Poco a poco iba llegando la noche
y en el cielo se apreciaban luces de aviones,
entretenido pensaba en cuál podría ser su destino,
quién viajaría dentro
y cómo vería las luces de tierra,
también pasaban cerca los barcos...
el mismo sentimiento: irme en uno de ellos...
Javier Perales Valdés, de El arte del martillo (Más Madera Editorial, 2022).
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