Cuando la alegría se escapa divertida entre los tubos de escape de los coches y se suicida en el proceso para flotar después como una nube que parece la torre de un cementerio que te colma de gozo
Cuando los ceniceros son escarabajos de vasos sanguíneos y el almíbar de la sangre se esparce por unas gafas de sol negro
Cuando florecen cipreses en los cristales de las ventanas y el primer sorbo del segundo café recuerda el sabor de las polillas de una ciudad fantasma regida por un sheriff que perdió su autoridad en la tómbola de los imprevistos
Solamente entonces sabes que le has prendido fuego con tu mechero al invierno: comprendes que las cenizas que desprenden tus constantes cigarrillos escriben todos los libros del asombro; las botellas con líquido gráfico que dibujan los defoliantes del desencanto.
Manuel Cova Tennardd
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