No queríamos que este fuera un libro póstumo. La idea de editarlo surgió, de manera espontánea, cuando David González todavía tenía los guantes puestos, y lo hizo, de hecho, con la intención de ayudarle, de enviarle ánimos y fuerzas para continuar el combate, aferrándonos a la idea de que tampoco este sería su último asalto. Para muchos de nosotros, de quienes lo leíamos y admirábamos, David siempre había estado ahí, partiéndose la cara, siempre había sido un referente (en su sentido más amplio, es decir, en cuanto a lo estrictamente literario, sus libros, pero también en cuanto a su actitud, la honestidad y la radicalidad con la que se entrega a la poesía) y no se nos pasó por la cabeza la idea de que un día ese faro pudiera apagarse y dejarnos a oscuras, desahuciados en mitad de la tormenta. Esta idea del desamparo o la orfandad literaria la expresa perfectamente pocos días después del fallecimiento de David, el 6 de febrero de 2023, Vicente Muñoz Álvarez, que habló también del final o la muerte del espíritu de una generación.
Buena parte de las autoras y autores que participan en este libro de homenaje y reconocimiento fuimos en algún momento compañeros de camino de David, compartimos con él páginas, recitales, intercambios epistolares, antologías, afinidades electivas, lecturas, barras de bar...; formamos, en fin, con mayor o menor fortuna o fulgor, parte del mismo espectro generacional; otros muchos son escritores para quienes el descubrimiento de la obra de David fue un hito, una puerta franqueada, una influencia indisimulada; todos, lectores, seguidores fieles de su obra y reivindicadores de la misma.
En ese sentido, parafraseando a David, tenemos «algo que declarar»: fue el propio David quien dio el visto bueno, e hizo alguna propuesta, a la nómina de participantes de Un fuerte abrazo, incluso negó la participación a algunos autores por una cuestión de coherencia vital. Algo que destacamos para espantar cualquier sospecha de oportunismo o para que nadie pueda arrojarnos a la cara una sentencia que el propio David («Nadie es profeta en su tierra / hasta que no se encuentra / enterrado bajo ella») vaticinó respecto a algunos reconocimientos y homenajes póstumos que ha recibido por parte de ciertas instituciones, festivales y suplementos culturales que le negaron el pan y la sal mientras estuvo vivo.
Este libro, por el contrario, es —o en ello se ha tornado finalmente— una despedida de quienes fueron siempre sus amigos y valedores. Hemos constatado también, gratamente, que estos son incontables y sabemos que algunos de ellos, por descuido, ignorancia, precipitación o desbordamiento no están y podrían haber estado en estas páginas. Les pedimos disculpas.
Nunca quisimos, en todo caso —repetimos—, que Un fuerte abrazo fuese una despedida, un libro póstumo. Si decidimos seguir adelante tras la muerte del poeta fue porque así nos lo pidieron muchos de sus participantes y, sobre todo, la compañera de David, Mari, y su familia, en particular, la hermana de David, Belén, a quienes lo dedicamos sentidamente. Por boca de Mari supimos, además, emocionados, que David pudo leer buena parte de los textos que componen este libro hasta la última noche antes de irse.
En cuanto al contenido del mismo, en la propuesta inicial que lanzamos a quienes han contribuido con sus poemas o relatos, barajamos una fórmula que —tratando de evitar un tono hagiográfico que seguramente David habría rechazado— él mismo utilizó en ocasiones: el cover, la glosa o reinterpretación de poemas —en este caso del propio David—. Pero, dado el carácter urgente de la petición, dejamos en su día abierto el estilo de las colaboraciones, de modo que finalmente semblanzas o textos han alzado el vuelo de manera natural y libre.
Esperamos, por último, que nuestra humilde e íntima aportación contribuya a divulgar y poner en el lugar que creemos se merece la literatura de David González: en lo alto del pódium o, acaso, seguramente, como él habría preferido, en el centro del ring. Lo hemos hecho con el amor profundo que le profesamos, a pesar de que como bien decía David, el amor sigue sin ser contemporáneo.
Sin más, os dejamos ya con este homenaje al poeta, despidiéndonos como David lo hacía en sus cartas y correos: un fuerte abrazo, hermano.
Patxi Irurzun y Nacho Tajahuerce
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