OJALÁ ESTE POEMA
Ojalá este poema
te estallara en mitad
de las venas.
Se derramara
como río desbordado
entre tus piernas.
Ojalá te provocara
una mísera revolución
de minuto y medio
al menos.
Ojalá este poema
fuera tu charco
de la infancia,
tu puño en alto,
la caída de la estatua,
de la lágrima,
la carcajada
por qué no la carcajada.
Ojalá este poema
no fuera otro espacio más
entre dos silencios.
Ojalá este poema
fuera Rosebud el retrato
de los Dorian Grey
de pacotilla la conciencia
abandonada del fascista.
Ojalá anduviera
a la altura del vértigo
volara a ras tras del suelo.
Ojalá este poema
te inoculara una erección
de amor o rabia.
Ojalá se te cayera a trozos,
te alzara los ojos.
Ojalá bendijera
tu maldición
y la abanderara.
Ojalá este poema sí,
pero este poema no
este poema no
este poema no
este poema tampoco
va a salvarnos
a ti de ti, supuesto lector
a mí de mí,
supuesto poeta.
Mi abuelo sujetaba
una azada en la mano
y una tos en la garganta.
Mi único homenaje
fue encender un cigarro
clandestino en el balcón
donde desciende duende
una estrella-murcielago.
Todas las Maggie Cassidy
del mundo esperándonos
tomando té helado
en los porches nevados
de un tiempo roto.
Todos
los vagabundos Viridiana
asaltando los palacios
de invierno con dientes
de metal pesado.
Aroma a café y coñac
en una esquina pervertida
de un deslucido sueño
donde mi padre tenía
el aspecto de Michael Caine
y se preocupaba por nosotros.
Solo importa
que siempre exista la arista
que me corte.
Contra la opinión mayoritaria
las heridas de vida
duelen infinitamente más
que las heridas de muerte.
PLEGARIA NÚMERO 13
LAS PLAYAS DE DICIEMBRE
Mira las playas de diciembre.
Puedes aprender mucho de ellas.
Del olvido
de su plateada indolencia,
de sus olas condenadas
a lamer la arena
un día tras otro y otro más.
De la luz sucia
reflejada en cobalto,
de las rocas,
que seguirán ahí
cuando los turistas
no sean ni memoria.
La naturaleza es sabia
y fiera y permanece.
Mira las playas de diciembre.
¿Qué son esas aves negras silenciosas,
enormes como augurios de viejas?
Como si las gaviotas
hubieran abandonado
su disfraz de blanca
pureza estival.
Mira cómo planean
hambrientas el agua,
la facilidad
en cobrarse alguna pieza.
Igual que a ti
te pasará cualquier día
si se te ocurre asomar
la cabeza a la superficie,
si intentas vislumbrar
qué hay más allá del fondo.
Alguien te devorará
de inmediato.
Mira las playas en diciembre,
puedes escuchar alguna verdad importante
si atiendes a su sordo
rumor de carcajada.
Ante nuestra condición
efímera y fugaz,
de marionetas tiradas
por hilos tan débiles
como las algas que vienen
a morir a esta orilla.
Ojalá este poema
te estallara en mitad
de las venas.
Se derramara
como río desbordado
entre tus piernas.
Ojalá te provocara
una mísera revolución
de minuto y medio
al menos.
Ojalá este poema
fuera tu charco
de la infancia,
tu puño en alto,
la caída de la estatua,
de la lágrima,
la carcajada
por qué no la carcajada.
Ojalá este poema
no fuera otro espacio más
entre dos silencios.
Ojalá este poema
fuera Rosebud el retrato
de los Dorian Grey
de pacotilla la conciencia
abandonada del fascista.
Ojalá anduviera
a la altura del vértigo
volara a ras tras del suelo.
Ojalá este poema
te inoculara una erección
de amor o rabia.
Ojalá se te cayera a trozos,
te alzara los ojos.
Ojalá bendijera
tu maldición
y la abanderara.
Ojalá este poema sí,
pero este poema no
este poema no
este poema no
este poema tampoco
va a salvarnos
a ti de ti, supuesto lector
a mí de mí,
supuesto poeta.
TRIBUTO, ARISTA, HERIDA
Mi abuelo sujetaba
una azada en la mano
y una tos en la garganta.
Mi único homenaje
fue encender un cigarro
clandestino en el balcón
donde desciende duende
una estrella-murcielago.
Todas las Maggie Cassidy
del mundo esperándonos
tomando té helado
en los porches nevados
de un tiempo roto.
Todos
los vagabundos Viridiana
asaltando los palacios
de invierno con dientes
de metal pesado.
Aroma a café y coñac
en una esquina pervertida
de un deslucido sueño
donde mi padre tenía
el aspecto de Michael Caine
y se preocupaba por nosotros.
Solo importa
que siempre exista la arista
que me corte.
Contra la opinión mayoritaria
las heridas de vida
duelen infinitamente más
que las heridas de muerte.
Qué nos libra y defiende
del animal y la propina.
Así de nefasto es el alimento
que nos conmueve y delimita.
Así nos liba el duende
que por dentro nos asesina.
¿Callarán los desiertos mi nombre?
¿Remitirán los dragones
de mi garganta?
Si hay un dios aquí que se muestre.
En el ajuar de los pobres
las guirnaldas son caídos dientes,
hay un horizonte lechoso
de perlas fumigadas.
El ocre olor de la muerte
se filtra por las cañerías de la vida
abriéndose paso
entre la enfermedad y la herida.
Eyacula la esperanza
sobre el labio suspendido
del final del día, y danza su semen
en la plegaria:
Oh señora de los mártires
Oh virgen de los malditos
atraviesa con tu luz marmórea
la mazmorra impía de mis venas.
El escándalo es hijo del escrutinio.
Me cambié de acera
cuando os vi lamer calles
en inexplicables ciudades de láudano.
Os contemplé esnifando
estrellas muertas boca arriba
moviendo estúpidamente sus patas
como vulgares cucarachas.
Te estoy hablando
del alma jorobada de las moscas.
De seres húmedos cobijados
en tierra yerma.
Te estoy hablando a ti que estás muerto.
Tan campante y muerto.
Tan muerto en el país de la muerte.
Tan muerto como estáis todos.
Yo soy el único fantasma vivo.
Si hay un dios aquí que se muestre.
Traigo en mi mano la quijada
y echada está nuestra suerte.
del animal y la propina.
Así de nefasto es el alimento
que nos conmueve y delimita.
Así nos liba el duende
que por dentro nos asesina.
¿Callarán los desiertos mi nombre?
¿Remitirán los dragones
de mi garganta?
Si hay un dios aquí que se muestre.
En el ajuar de los pobres
las guirnaldas son caídos dientes,
hay un horizonte lechoso
de perlas fumigadas.
El ocre olor de la muerte
se filtra por las cañerías de la vida
abriéndose paso
entre la enfermedad y la herida.
Eyacula la esperanza
sobre el labio suspendido
del final del día, y danza su semen
en la plegaria:
Oh señora de los mártires
Oh virgen de los malditos
atraviesa con tu luz marmórea
la mazmorra impía de mis venas.
El escándalo es hijo del escrutinio.
Me cambié de acera
cuando os vi lamer calles
en inexplicables ciudades de láudano.
Os contemplé esnifando
estrellas muertas boca arriba
moviendo estúpidamente sus patas
como vulgares cucarachas.
Te estoy hablando
del alma jorobada de las moscas.
De seres húmedos cobijados
en tierra yerma.
Te estoy hablando a ti que estás muerto.
Tan campante y muerto.
Tan muerto en el país de la muerte.
Tan muerto como estáis todos.
Yo soy el único fantasma vivo.
Si hay un dios aquí que se muestre.
Traigo en mi mano la quijada
y echada está nuestra suerte.
Mira las playas de diciembre.
Puedes aprender mucho de ellas.
Del olvido
de su plateada indolencia,
de sus olas condenadas
a lamer la arena
un día tras otro y otro más.
De la luz sucia
reflejada en cobalto,
de las rocas,
que seguirán ahí
cuando los turistas
no sean ni memoria.
La naturaleza es sabia
y fiera y permanece.
Mira las playas de diciembre.
¿Qué son esas aves negras silenciosas,
enormes como augurios de viejas?
Como si las gaviotas
hubieran abandonado
su disfraz de blanca
pureza estival.
Mira cómo planean
hambrientas el agua,
la facilidad
en cobrarse alguna pieza.
Igual que a ti
te pasará cualquier día
si se te ocurre asomar
la cabeza a la superficie,
si intentas vislumbrar
qué hay más allá del fondo.
Alguien te devorará
de inmediato.
Mira las playas en diciembre,
puedes escuchar alguna verdad importante
si atiendes a su sordo
rumor de carcajada.
Ante nuestra condición
efímera y fugaz,
de marionetas tiradas
por hilos tan débiles
como las algas que vienen
a morir a esta orilla.
ESPANTAPÁJAROS
Una bandada de pájaros
ha venido a posarse
sobre el primer verso
de este poema.
No tengo
ni la más remota idea
de a qué clase pertenecen.
Lo único que sé al respecto
es
que una bandada de pájaros
descansa
en el primer verso de este poema.
Lo que convierte
al resto de versos,
al resto del poema
y por consiguiente
a mí mismo
irremediablemente
en
espantapájaros.
Una bandada de pájaros
ha venido a posarse
sobre el primer verso
de este poema.
No tengo
ni la más remota idea
de a qué clase pertenecen.
Lo único que sé al respecto
es
que una bandada de pájaros
descansa
en el primer verso de este poema.
Lo que convierte
al resto de versos,
al resto del poema
y por consiguiente
a mí mismo
irremediablemente
en
espantapájaros.
Javier Vayá Albert
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