Me gustaba entrar en las diferentes salas de exposiciones de mi ciudad. Lugares donde por lo general exhibían obras de artistas de cierto prestigio. Pintura y escultura principalmente. Siempre que visitaba estos sitios esperaba encontrar algo que me sorprendiera; o al menos algo que me ofreciera la posibilidad de adentrarme en un universo sugerente e inspirador. Pero aquello, por lo visto, era algo que estaba al alcance de muy pocos artistas. La mayoría se apoyaban en el discurso para intentar defender una obra absurda y sin ningún tipo de creatividad. Aunque eso era lo de menos… Siempre y cuando tuvieran el respaldo de la crítica todo terminaba funcionando. En realidad esto parecía ser lo único importante; no la calidad de la obra, sino lo que los supuestos medios especializados opinaran de ella. Después de que un crítico de renombre la ensalzara, parecía que ya nadie podía refutarla o sería tachado de insensible e incompetente. Todo esto me hacía pensar en aquella fábula infantil sobre un emperador y su fabuloso traje nuevo de telas invisibles para los impuros de corazón. A veces uno tiene que ser valiente y decir lo que ve en realidad. Señalar con el dedo y decirlo con un grito: “¡El emperador va desnudo!”. Pero parece que nadie tiene el valor de hacerlo; tendría que enfrentarse a los supuestos expertos y a toda su maquinaria publicitaria y de intereses particulares. De modo que al final, cualquier sinvergüenza sin talento podía ser considerado un artista. Aunque supongo que vivir engañando a las instituciones y al público en general también se podía considerar una forma de arte.
Alexander Drake
https://www.facebook.com/alain.gonfaus
No hay comentarios:
Publicar un comentario