jueves, 22 de abril de 2010

Video clip. Txe Peligro



Nos gusta la música porque nos gustaría que la vida fuese un videoclip. Yo siempre me relato el futuro como si así fuera: me imagino cogiendo un coche en verano y viajando al sur, sacando la mano por la ventana y dejando que sea mecida por el viento, parando en polvorientas gasolineras y áreas de servicio, colocándome una botella de horchata congelada en los cojones, sudando, con gafas de sol y buena música de fondo. El pasado también me lo imagino así, claro (porque el pasado también se imagina). A veces uno se pone una canción, se enciende un piti y se queda inmóvil en la silla, con los ojos bien abiertos, casi sin parpadear, moviendo apenas el brazo para llevar, a cada rato, el cigarro a los labios, después al cenicero rebosante. El poder evocador de la música no tiene parangón, tan sólo es comparable con el de algunos olores, así que en ese momento uno no está mirando a ninguna parte, ni siquiera al aire que tiene delante, sino que está recordando todo lo que la música le trae a la cabeza, pero no en una narración continua como una novela, si en no imágenes entremezcladas, cortadas y editadas como en un videoclip, porque así se presentan los recuerdos, sobretodo cuando son arrancados del centro del cerebro por canciones, y porque además lo recuerdos son ficción, como los videoclips. También cuando uno se pone los auriculares y sale a caminar, entonces uno está en un video, yo soy de los que de pronto me sorprendo en el reflejo de los escaparates dando brincos con el subidón de turno, o cabeceando violentamente en el vagón metro al ritmo de un riff de guitarra descerebrado, no puedo evitar bailar cuando camino, ni ir canturreando, por eso me miran raro, porque quiero, como todos, que mi vida sea un videoclip.

Del blog de Txe Peligro (Sergio C. Fanjul) Planeta imaginario

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