martes, 5 de mayo de 2009

ERES UN BUEN MOMENTO PARA MORIRME. Félix Francisco Casanova



 a María José


Amaneciendo y anocheciendo

a un mismo tiempo,

cariño, ¿no es ésta la forma

en que te gustaría vivir?

En mi cabeza hay un álbum

de fotos amarillentas

y lo voy completando con mis ojos,

con los más leves ruidos,

atrapando olores en el aire

y en cada sueño que sueño.

¿Sabes una cosa, pequeña?

La última página de mi álbum

tiene tu boca lluviosa mordiéndome un labio,

un disco de rock’n’roll

y calcetines de colores.

Mis ojos han sido rápidos,

te he hecho el amor con la ropa puesta

a través de una

larga pajita dorada

mientras cruzabas la calle

con el cabello ardiendo.

Pero ahora son tus pies

quienes dan mis pasos,

¡así que no te equivoques

pues me caería!

Te bebo en cada vaso de agua

que sacia mi sed,

mis palabras son claras como niños pequeños

o espesas como semen empapando cortinas,

pero hoy tengo que inventar

un nuevo idioma

para conversar con tus tiernos maullidos eléctricos

y los gritos de euforia

de la gente que vive en tu cabeza.

Debes saber que a veces

soy como un entierro interminable,

siempre triste y azul

subiendo y bajando

por la misma calle.

Pero otras veces soy un río de risa

corriéndome por toda la ribera,

haciendo el amor a la mar,

una felicidad contagiosa,

un revólver de amor, nena,

y voy a disparar justo a tu corazón

¡bang, bang!

¿te di?

Quiero arrollarte, enrollarte y arrullarte,

montaña de aguardiente

y tarde rojiza.

Eres un buen momento para morirme.


Poema incluido en el libro La memoria olvidada (Hiperión; Madrid, 1990).

 

De Félix Francisco Casanova (Santa Cruz de la Palma, 28-9-1956; Santa Cruz de Tenerife, 14-1-1976) han dicho que fue un  Arthur Rimbaud o Lautréamont español. Tal y como señala Francisco Javier Irazoki uno de los poetas más empeñados en rescatar la obra de este canario (un mito en las islas, donde hasta hay un premio juvenil que lleva su nombre, y un desconocido fuera de ellas), aunque Casanova  murió a los 19 años (oficialmente, su muerte se debió a un escape de gas mientras se bañaba en su casa), nos dejó una obra de sorprendente madurez. Hijo del poeta Félix Casanova de Ayala, con quien escribió el libro Cuello de botella, a los diecisiete años obtuvo, por su libro El invernadero, el premio “Julio Tovar”, considerado entonces el principal de los galardones de poesía en Canarias. Un año después, ganó el premio “Pérez Armas” con la novela El don de Vorace. Un mes antes de morir, su poemario Una maleta llena de hojas sería premiado por el periódico “La Tarde”. Es autor de un diario que se titula Yo hubiera o hubiese amado. La editorial Hiperión publicó, en 1990, la poesía completa de Félix Francisco Casanova: La memoria olvidada (Poesía 1973-1976). En Hank Over nos lo hemos encontrado enredando, buceando en blogs como En busca de otras Itacas o La nave de los locos,  y ha sido -al menos para mí, que no lo conocía- uno de esos descubrimientos deslumbrantes,  que invito a compartir, con más datos, poemas, noticias. P.


1 comentario:

Paco Alonso dijo...

Muy hermoso, no se olvidan tus palabras, son alimento para el alma.

Gracias por compartir.

Cálido abrazo.