sábado, 31 de mayo de 2008

L' AMERICA by Iñaki Estévez.


En ese justo momento me desperté por los ruidos de las otras habitaciones...

Consigo tomar conciencia, me pesan los ojos. No sé qué hora será. El calor es agobiante, claustrofóbico. Estoy empapado, y ese olor, ese hedor por toda la habitación. Por un momento pensé que no estaba solo, que me despertaba con ella a mi lado. Hacía tiempo que no lo sentía. Debe ser tarde, tampoco está la chica que ayer durmió aquí. A ella la recuerdo. Pero no el día que es hoy... y ese olor por toda la habitación! Ese hedor a vómito en la moqueta, a sexo, a cerrado... El aire está viciado. Sólo escucho los gritos de la pareja que debe haber en la habitación vecina a la mía. Me recuerdan a otra época, cuando los vecinos de arriba de nuestro apartamento en Jersey gritaban y se tiraban de todo el uno contra el otro; una y otra noche. Me acuerdo que al principio nos hacía gracia, luego jugamos a imitarlos, siempre después de beber hasta conseguir odiarnos. Me acuerdo de su forma de liar los cigarros de maría. Con esas uñas tan cuidadas para su trabajo. Como todo. Todo giraba alrededor de su trabajo. Hasta que bebimos demasiado, hasta que nos sentimos perdidos... Hasta que ella perdió su trabajo. El año de la crisis. Del mío hacía tiempo que me habían echado. Sentimos vacío. Sentimos que la pasion se volvío rencor. Hasta que un buen día cumplió sus amenazas: siempre decía que se iría, que me dejaría, siempre lo decía tirandome de la mesa la última cerveza que yo sacaba de la nevera. Y aquel día lo cumplió. Y a mí sólo me preocupó si quedaban más cervezas en la nevera. Lo hizo, dándome la posibilidad de cumplir mi sueño... Me fui al Oeste, nada me retenía en esa maldita ciudad. Quería llegar hasta la Costa Oeste, L.A. Quería escribir guiones de cine, escribir sobre mi viaje y sentir que aún estaba vivo... Aire puro que hacía tiempo no sentía. Y ahora también necesitaba ese aire. Conseguí levantarme, a duras penas, mojarme la cara y peinarme, no había para más. Mis últimos dólares, sirvieron para pagar la habitación, y sus extras. No tenía para llegar hasta Nuevo México... Allí conocía gente. Sólo unos dolares... Me quedé mirando en la parada de Bus. Y allí estaba él, el hombre que anoche me saludo. Estaba escribiendo, tomando una notas, creo. Parece que no había tenido suerte, ningún coche le recogió. Me sonríe. Tiene la misma cara de anoche, sin duda la botella vacía de vino que había a su derecha le había ayudado a pasarla mejor. No parecía un mendigo, y no lo era. De tez clara, estaba limpio. No vestía mal. Con esa maldita gorra que me recordaba a los chicos de mi barrio, a esas calles de Atlantic City o de Nueva york. Me siento a su lado, me vuelve a sonreir. Le pregunto que hacia dónde se dirige, -Nuevo México, por el momento- Me responde... Buena respuesta. Le sonrío y le contesto que yo también voy a "Nuevo México, por el momento." Y que después seguramente me dirigiría hacia Los Ángeles. Me propone que vayamos juntos, a lo que accedo. Después de un par de semanas me vendría bien un poco de compañía. Y no tenía ni idea de cómo hacer para llegar hasta allí. Al rato, despues de un silencio, me presento. Con un gesto, acercando el dedo índice al borde derecho de su gorra, lo hace él. No recuerdo bien su apellido, pero si su nombre: se llamaba Jack y creo que se apellidaba Kerouac. Sigo pensando: esto es América. Pero no conseguía olvidarme del olor apestante de mi habitación.

Iñaki Estévez, del blog Here comes the sun.

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