lunes, 12 de mayo de 2008

David Refoyo: SEXO, DROGAS Y...


Entonces nos juntábamos por las tardes. Tocábamos unas cuantas canciones. En realidad se trataba de hacernos los interesantes. De mostrar esa pose clásica. Ya sabes a lo que me refiero, las gafas de sol, los porros de hachís, la litrona de Mahou. El césped. El parque público. Llegamos a componer un puñado de canciones. Antes de subir al escenario nos dimos cuenta de una cosa: no sabíamos tocar. Sí, parecíamos los más rockers de la ciudad pero ninguno de nosotros sabía tocar un instrumento. Tres o cuatro acordes de guitarra. Un par de ritmos de batería. Teníamos actitud y teníamos ganas de comernos el mundo. Pero no teníamos ganas de aprender a tocar. Habíamos tenido suficientes conciertos de parque como para lanzarnos a la aventura musical. Las canciones, en cambio, siguen en mi cuaderno rojo esperando a que alguien que sí sepa tocar les ponga música. Esperando para hacer ese ronk&roll que antaño no nos atrevimos. Esperando. Como toda la puta vida.
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