La vida es una puta bipolar. Tras volver de Bilbao, de la presentación de Hank Over (cara B de la beodisea, yo solo bebí agua, y me retiré pronto, a mi pesar, la muchachada en plena arrancada de la farra daba mucha envidia, pero por delante había dos horas de carretera, al día siguiente había que madrugar para llevar al niño al cole, currar... igual no suena muy bukowskiano, pero esa es la cruda realidad). El caso es que al llegar a la oficina, con la resaca de buen rollo, amistad, vida en definitiva que nos inyecta este proyecto a cada uno de sus pasos, el jarro de agua fría: "Iñaki ha muerto", ha comentado alguien. Iñaki Ochoa de Olza, montañero, himalayista, buen tipo, a la contra de lo establecido, sin nómina ni domicilio fijo, con muchas noches dormidas al raso, las estrellas por cielo...
Iñaki estuvo hará un año, allá en el curro (invitado por un compañero, amigo íntimo del alpinista, que es por el que realmente más me duele todo esto) hablándonos de sus proyectos, de lo que significaba para él la montaña, de los compañeros que había visto caer desde el techo del mundo, de las veces que él había estado a punto de hacerlo y cómo se había levantado. Yo le escuché con cierto desconfianza, nunca me ha atraído el frío, la nieve, el sufrimiento como superación, desafiar a la muerte por placer, cuando hay tanta gente que tiene que pelear por no perderla cada día. "¿Qué significan esos aros que llevas en las orejas, cada uno es un ochomil?" fue lo único que se me ocurrió preguntarle. Iñaki dijo: "no, en realidad no significan nada, simplemente me gusta llevarlos, sirven para definirme, para que determinadas personas vean que no tengo nada que ver con ellas", contestó. Para definirse, posicionarse, enfrentarse, ponerse en guardia frente a los enemigos... Como los anillos y los poemas de David González, o los de Vicente y su energía incombustible, como los guiones de Pepe Pereza. Como Aicha hablando conmigo en euskera con su hilito de voz extraído de las vetas de su corazón nacido entre las montañas del Atlas. Como Hugo y Juanje y sus fanzines. Como Beñat vendiendo libros de día y escribiéndolos de noche. Como David Mardaras leyendo su cuento con chicas de pezones anillados, delante de su orgullosa (con razón) madre...Como todos vosotros hijos e hijas de satanás empuñando las plumas como si fueran tridentes que clavar en los montones de estiercol que nos deja el sistema en mitad del camino que queremos seguir.
Iñaki era un rebelde, eligió no solo su propia vida, también su propia muerte. Uno puede morirse, en realidad, de muchas maneras, muerto de asco a causa de un trabajo seguro pero que odia, muerto de soledad en mitad de una ciudad repleta de muertos, muerto de puta casualidad (un accidente, cualquier hijoperra que se cruza en tu vida...) un día cuando menos te lo esperas. Iñaki se ha muerto muy cerca del cielo, o al menos muy lejos de la tierra, a 7400 metros, en el Annapurna, y allá se va a quedar para siempre. Como quería. ¿Cuántos de nosotros podremos decir lo mismo?
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