jueves, 24 de enero de 2008

UNA TARDE, por Raymond Carver.


Mientras escribe, sin mirar el mar,

siente que la punta de la pluma se estremece.

La marea está subiendo hasta el guijarral.

Pero no es eso. No,

se debe a que en ese momento ella ha decidido

entrar en la habitación sin nada de ropa.

Adormecida, sin saber muy bien

dónde está. Se aparta el pelo de la frente.

Se sienta en el tocador con los ojos cerrados,

la cabeza hacia abajo. Repantigada. La ve

a través del vano de la puerta. Puede

que ella se esté acordando de lo que ocurrió por la mañana.

Después, abre un ojo y le mira.

Y sonríe dulcemente.

Raymond Carver, del poemario Todos nosotros. Traducción de Jaime Priede ( Bartleby Editores, 2006 ).

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