Nada tangible, al menos.
Pero aquí estamos.
Hace unos minutos
ascendíamos
como granjas arrasadas
de Carolina del Sur,
como vacas perplejas
en un tornado.
Pero no es ahí,
no es entonces.
no es entonces.
Es al final de la caída,
en la exhausta derrota de los sentidos,
ahora que intento en vano despegarme
de estas sábanas agotadas,
cuando, al mirarte,
lo percibo, claro, limpio,
sin dramatismos,
sin distorsiones románticas.
Lo que nos une
no es un hilo invisible,
no es un designio cósmico
ni mucho menos el destino.
Es cuestión de voluntad.
La voluntad de desbrozar los días juntos,
de ser el uno para el otro
la roca o el regazo;
de ver, no sin cierta nostalgia,
cómo se desdibujan
las siluetas de quienes nunca seremos;
de consolarnos y reírnos
en los funerales periódicos
(pero mira qué pintas)
de aquellos que fuimos.
De compartir, mientras podamos,
la resurrección diaria en el verbo del otro
o el descanso, a oscuras y segura,
como ahora,
de mi cabeza en tu pecho.
Ballerina Vargas Tinajero
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