I
Tienes que ser tú el que consienta en la dulzura y también en el dolor, algo o alguien te conmueve pero no es en Montecorral sino en la desaparición que ahora mismo no te alude.
Frente al espejo se cumplen momentos que vaticinó el ausente, voces para el que regresa.
Por doquier palabras.
II
Soy quien no ha llegado aún.
Soy el que nadie esperaba que llegase, el que confía en el idiota misterio, siquiera el de saberse desahuciado como cualquier huido en el interminable fondo del bosque.
Sé quién es el asesino, te conviene ser mi amor, mi espasticidad y mi íntimo desastre.
Exacta culpa de la infancia
III
Mi carne no es la carne que aguardabas.
Tantos libros abiertos y la música haciéndose, poemas sin terminar y muchachas heridas, todo por confeccionarse un sitio en la historia de este día y de aquel jueves nublado.
Mi lengua no es la lengua que hacía de las suyas al bajar la neblina, entregándose a ti como un travieso y diciéndome a mí mismo las funestas palabras de costumbre:
ten piedad de mí, ten mucha piedad de mí, ten mis brazos y cose mi garganta
Luis Miguel Rabanal, de Matar el tiempo (Ediciones Trea, 2018).
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