miércoles, 8 de enero de 2014

EL HORROR (Semilla negra) por Vicente Muñoz Álvarez


siempre me ha acompañado y siempre ha estado ahí, el horror, siempre presente... porque seguramente, pienso, esta fascinación mía por lo macabro y lo truculento venga, como casi todo, de mi más temprana infancia, aquellos cómics y libros y aquellas películas setenteras que tanto me impresionaban y dejaban indelebles huellas en mí... los cómics: Vampus, Rufus, SOS, Creepy, Dossier Negro, Monsters, Espectro... sólamente por las portadas merecían ya la pena, hipnóticas y tenebrosas, sádicas y perversas, sangrientas y horripilantes... y en su interior aquellas tremendas historias de monstruos y aparecidos, de monjes descarnados y maleficios, de crímenes y venganzas, de conjuras y de exorcismos... los cambiaba (junto a los de superhéroes, otra pasión de la que algún día hablaré), después de leerlos y releerlos y analizar en profundidad sus viñetas, por otros semejantes en el quiosco Campo, cerca de mi casa (por un duro, creo recordar), haciendo así interminables aquellas lecturas... los libros: poco tiempo después, como derivación natural de mi curiosidad e instinto, al ver en qué relatos y autores se basaban las historietas, Allan Poe, H.P.Lovecraft, August Derleth, Robert Blooch, Guy de Maupassant, E.T.A. Hoffmann, Bram Stocker, Mary Shelley, etc... la pasión febril por los Mitos de Cthulhu y los clásicos de terror, por la novela gótica y romántica, y después por el Decadentismo y el Simbolismo, todo iba llegando unido... y las películas: thrillers, giallos, slasher, mad doctors, caníbales, psicópatas, espiritismo, fantaterror, rape movies, ciencia ficción, gore, todo lo que caía en mis manos, extravagancias para todos los gustos, con títulos tan irresistibles y sugerentes como Manchas de sangre en un coche nuevo, La orgía de los muertos, Los monstruos del terror, El ataque de los muertos sin ojos, El poder de la sangre de Drácula, A media noche me llevaré tu alma, La muerte camina con tacón alto, El diablo se lleva a los muertos, ¿Quién puede matar a un niño? etc, etc... y también, por supuesto (al hilo de esta película), las Historias para no dormir, de Chicho Ibáñez Serrador, quizás las que más me aterraban, austeras y sombrías como el propio Régimen que agonizaba, terroríficas y espeluznantes... todo lo cual hizo de mí un mitómano empedernido, quimérico y soñador, que se pasaba horas y horas pegado a los libros y a la pantalla del televisor alimentando sus fantasías... y finalmente, como colofón a todo ello, los gritos: los que durante años, según mis padres y mi hermana, daba por las noches en sueños, gritos estremecedores, angustiosas pesadillas de las que nada recordaba al despertar y que ponían a todos en casa los pelos de punta... así que, evidentemente sí, siempre me ha acompañado y siempre ha estado ahí, el horror, siempre presente... y por supuesto que lo sigue estando, que me sigue fascinando, que sigo releyendo a mis viejos maestros del pánico y videando películas de terror olvidadas, setenteras a ser posible (porque son las que mejor retratan mi infancia: el miedo y la caspa de la Dictadura y las sombras y excesos de la Transición: hijos sietemesinos de la democracia), y buscando ese punto de fuga, de éxtasis y de arrebato (que diría Iván Zulueta) que necesito como una droga a diario para evadirme del otro horror, el auténtico y verdadero: esta sociedad podrida y depravada que el hombre ha creado, la traición y la guerra, la hipocresía, la política y el capitalismo...

me quedo

sin duda

con los maestros antiguos


Vicente Muñoz Álvarez


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