miércoles, 15 de enero de 2014

LARGA DISTANCIA por Cristian Bertolo.


En la esquina del colegio había un teléfono público y uno había descubierto como bloquear el código de seguridad del contador y hacer llamadas al extranjero sin coste. Solo al extranjero, para hacer llamadas locales o de larga distancia nacionales no funcionaba, había que poner monedas. Así que un montón de pibes se juntaban en la esquina a la entrada y a la salida del colegio, aprovechándose del truco para hacer llamadas al extranjero, para reírse un rato haciéndoles bromas estúpidas a personas que no entendían lo que decían esos guachos de mierda a los gritos y en castellano sudaca. Los prefijos de los países se conseguían de las guías telefónicas, y después marcabas cualquier número de nueve dígitos y alguien levantaba del otro lado: Jellou, Allóo, Pronto... La broma duraría hasta que se enterasen los de Telefónica y viniera un técnico y cambiase el código de seguridad por uno más difícil de violar. Por eso no disponía de mucho tiempo, el único momento del día en el que no había nadie en la esquina del colegio era de noche, y quizás al otro día le cambiarían el código al teléfono y hubiese perdido mi oportunidad de hacerlo sin que me costase una fortuna la llamada. No me lo perdonaría jamás. Tenía su número de teléfono, un número largo con muchos 6 y 9s, que pensé sería de Groenlandia o del Congo Belga, y tenía muchas preguntas que hacerle, porque él, me dijo el que me dio su teléfono, hablaba todos los idiomas y tenía respuesta a todas las preguntas. Miré a ambos lados buscando testigos, descolgué y bloqueé el contador y marqué el número, zumbó tres veces y alguien levantó.
-¿DIOS?
-No, no está. ¿De parte?

Cristian Bertolo


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