sábado, 23 de marzo de 2013

LA VENGANZA DEL INCA



En esta estupenda antología ilustrada se reúnen decenas de poemas que de alguna manera versan sobre el consumo de drogas, con la excusa, o no, de obtener mejores resultados en la escritura, o simplemente para conseguir la inspiración que dé pie a rellenar una hoja en blanco.

La pregunta que se plantea en el prólogo, y a la que los poemas responden a su manera, es en qué medida la cocaína está presente en la poesía contemporánea, no sólo en España, sino también más allá de las fronteras. Basándose en la experiencia o poniéndose en la piel de un drogadicto o consumidor ocasional, los poetas hablan sobre ello. Una nube de polvo blanco, de forma figurada, recorre las páginas de este libro.

Con drogas o sin ellas

Esta compilación no es una defensa del consumo de droga, ni de la drogadicción como medio para inspirarse en la escritura. La droga no es más que lo que ya sabemos de ella, y en ese sentido este libro no viene a descubrir nada: conocemos su forma de actuar y es cada uno quien elige si le compensa dar ese paso.

Pero sí es un libro que parece combatir contra todos aquellos que escriben sobre la droga sin consumirla, o que hablan de ello sin conocimiento de causa sólo para “estar en la onda”. Ni siquiera sobre esto está permitido mentir si se quiere hacer literatura: uno debe escribir anteponiendo siempre su verdad (más aún, como dijo hace poco el mismo David González, si uno es poeta): porque lo que uno escribe, siempre, siempre, de una u otra forma, llega e influye a alguien. Como también dijo González de una forma tosca pero muy gráfica, es como esa movida de una mariposa y un terremoto. Ya saben.

En su prólogo el autor se expone, como siempre, tan sincero. Explica sin ambages su relación exacta con las drogas. Es un texto que sirve para exponer la pregunta que da lugar a la antología: en qué medida la cocaína está presente en la poesía contemporánea.

También reflexiona sobre la escasa mención a las drogas que hasta entonces (esta antología data del año 2007) había hecho en los poemas que aparecían en sus libros publicados, a pesar de la brutal presencia que, sin embargo, sí tenían en su vida cotidiana.

David González dirige

La selección de los poetas es acertadísima. Son más de cincuenta, y entre ellos hay poetas consagrados, otros bastante renombrados y también poetas cuya obra no es demasiado conocida. Pero la calidad, en conjunto, es altísima.

David González, gracias a ser un lector con muy buen criterio e insaciable desde hace años, es experto en literatura norteamericana, y defiende a ultranza la poesía narrativa, realista y de carácter autobiográfico. El primer libro que compró con su dinero fue la “Balada de la cárcel de Reading”, de Oscar Wilde, que es un magnífico comienzo para formar a alguien como lector y como persona.

Para una editorial pequeña como el Cangrejo Pistolero, es una proeza haber conseguido textos como los que este libro recoge: Leopoldo María Panero, Charles Bukowski, Vicente Muñoz Álvarez, Luis Alberto de Cuenca, Nacho Vegas, Leonard Cohen, Allen Ginsberg, Patti Smith y el ya legendario David González, por citar sólo algunos.

En cuanto al resto, hay poetas a los que no conocíamos y nos han sorprendido. Y, como siempre sucede con las antologías (y es una de sus funciones principales), de entre esos poetas siempre destaca alguno de quien el lector buscará sus libros para seguir leyendo su obra.

Por ejemplo, Isla Correyero, que atrapa con poemas que son pequeñas declaraciones de principios. O los poemas de El Ángel (Q.E.P.D.), conocido por su relación artística con Ana Curra, a la altura en calidad y fuerza a David González, y de quien sólo pueden leerse poemas en libros casi ilocalizables o en otras antologías como “Disociados” de la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker, además de la que hoy nos ocupa. Más sorpresas: José Eugenio Sánchez; pero hay muchos autores a los que descubrir, y este libro es un comienzo perfecto para ello.

No las prueben en casa

No es imprescindible echar la vida por la borda consumiendo drogas para lograr mejores resultados literarios, pero siempre es un placer tener entre manos libros hechos con tanta dedicación. Sin tener muchos recursos, el buen trabajo de escritores, ilustradores y editores al final consigue un texto espectacular como éste.

La excusa en este caso era la cocaína, y el editor añade una nota al final del libro pidiendo la colaboración de los lectores para que le envíen poemas bajo ese mismo criterio con el fin de realizar una segunda entrega de esta antología. Pero la excusa puede ser cualquiera con tal de reunir talento y calidad poética, como es el caso.

Damos la bienvenida a esta estupenda editorial a las páginas de El Mar de Tinta.


Mar López, en El Mar de Tinta.

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