Él determinaba
a qué hora se podía salir
y a qué hora había que entrar.
Él te indicaba
a quién podías abrir la puerta
y a quién le podías dar con ella en las narices.
Él enseñaba
cuál era tu sitio en la mesa,
en qué momento te sentabas a ella
y en qué momento te podías levantar.
Él decidía
cuándo se apagaban las risas
y se callaban las luces.
La casa de mi padre
era la casa de mi padre:
No la mía.
David González, extraído de Poesía Astur de hoy. Selección y traduccilón de András Keri ( Ateneo Obrero de Gijón, 2006 )
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