Sólo nieva de narices para adentro.
Mas las navidades llegan a la ciudad
( Ho Ho Ho )
al volante de un Cadillac El Dorado.
Son ahogados tumefactos
que nos trae la corriente.
Supuran un algo enfermo
que estropea
más tarde pudrirá definitivamente
la tapicería.
Navidades obesas como puercos:
Los bajos del Cadillac
arrancando chispas del alsfalto.
( Kjjjj Kjjjj Kjjjj )
Navidades que saludan con una mano
a través de la ventanilla
( Ho Ho Ho )
la otra anclada para siempre en el regazo,
en lucha inútil y de antemano perdida
para salvar a la tapicería de la catástrofe.
Devuelvo el saludo con la mano
porque así me parieron:
Nada mejor sé hacer
ante tan anómala situación.
Esta sonrisa imbécil que luzco
me la regaló un camello
que afirma que, a veces
las nochebuenas que nieva de narices arriba
sueña con Lee Oswald.
Con francotiradores de chocolate
que entrenan disparando contra
siluetas de Santa Claus recortadas
en cartones de LSD.
Mas nunca aciertan a martillar sus armas:
Sus dedos se funden emporcando
las culatas
los percutores
los gatillos
y un Cadillac El Dorado
tuerce victorioso una vez más la esquina
y se pierde de vista
y no se le ve más.
Sólo resta un reguero de pus
metal achicharrado
y los ecos de unas risas aterradoras
retumbando entre los muros de la ciudad
hasta el año siguiente.
Sergi Puertas, extraído de La venganza del inca. Antología de Poemas con cocaína. Selección y prólogo de David González ( Cangrejo Pistolero Ediciones, 2007 )
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