Contar una historia es fácil.
Las cuentan a los conductores de autobuses
las mujeres que se pintan de más
quizá por aburrimiento.
Las cuentan los camareros
arrancadas a los segundos
que tarda el café en salir a borbotones.
Los niños a la puerta del colegio.
Los periodistas mediocres
para rellenar las hojas y las tardes.
En las consultas se cuentan historias
de puntos abiertos y esguinces mal curados.
Los curas las cuentan los domingos
y las peluqueras a diario
y los vendedores de enciclopedias
si se les abre la puerta.
Pero a mí tanta historia me cansa.
Tanto fue, y vino, y se casó, y ha muerto.
Todos hemos ido y hemos vuelto
nos hemos casado y moriremos.
A mí de las historias sólo me interesa
ver sus espaldas cargadas
cuando se dan la vuelta.
Si tienen el pantalón caído
y les asoma el culo.
Si cuando nadie las mira
ellas miran a los ojos de los perros.
Sólo me interesa la historia
que se agacha y recoge del suelo
una colilla de cigarro y se la guarda.
La historia que encuentra un banco
y se sienta y sin que nadie la mire
llora la muerte de las moralejas.
Las cuentan a los conductores de autobuses
las mujeres que se pintan de más
quizá por aburrimiento.
Las cuentan los camareros
arrancadas a los segundos
que tarda el café en salir a borbotones.
Los niños a la puerta del colegio.
Los periodistas mediocres
para rellenar las hojas y las tardes.
En las consultas se cuentan historias
de puntos abiertos y esguinces mal curados.
Los curas las cuentan los domingos
y las peluqueras a diario
y los vendedores de enciclopedias
si se les abre la puerta.
Pero a mí tanta historia me cansa.
Tanto fue, y vino, y se casó, y ha muerto.
Todos hemos ido y hemos vuelto
nos hemos casado y moriremos.
A mí de las historias sólo me interesa
ver sus espaldas cargadas
cuando se dan la vuelta.
Si tienen el pantalón caído
y les asoma el culo.
Si cuando nadie las mira
ellas miran a los ojos de los perros.
Sólo me interesa la historia
que se agacha y recoge del suelo
una colilla de cigarro y se la guarda.
La historia que encuentra un banco
y se sienta y sin que nadie la mire
llora la muerte de las moralejas.
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Del poemario La alambrada de mi boca. Ed. Baile del sol, 2007.
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