Escribo "Hombre" y ya lo estáis poniendo a trabajar, quizá en la tierra o en el ladrillo. De la corbata mejor olvidarse, no es de los que corren porque el metro en hora punta y bla, bla, bla. Escribo "Ella" y ya la estáis desnudando, danza sobre sus puntas, da vueltas mientras nace su cabello que no se enreda porque no queréis imperfección. Tal vez la sentéis en el borde de esa ventana que aún no nombro pero que ya veis, y el sol la incendia porque los atardeceres son así; crujen, configuran sombras y todo es música. Escribo "Amor" y buscáis al que no tenía corbata, lo sacáis del campo, le ponéis crema en las manos. Rompéis el tiempo, las estaciones, cualquier pliegue que le pudiera hacer tropezar hasta aquella ventana, donde el incendio sigue siendo escandaloso porque ella, sin vestir, debe encontrar la mirada. Escribo "Fin" y protestáis porque no hay escaleras ni ascensor, la ventana es muy alta, y el sol que vosotros habéis inventado está cegando cualquier posibilidad a la penúltima palabra.
Natacha G. Mendoza
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