miércoles, 23 de noviembre de 2022

LAS VOCES POÉTICAS DE LA ESPAÑA DESPOBLADA



El profesor Escuín apuesta en la antología
«La tierra y la nada» por la voz lírica
de la España despoblada.

La tierra y la nada. Una antología poética de la España despoblada (Bala perdida) no es solo una antología: es el sentir, el cantar y el contar de un antólogo como Nacho Escuín (Teruel, 1981), y de una veintena de poetas, mujeres y hombres, que a decir de Escuín: “lanzan un mensaje claro y cristalino, positivo y convencido acerca de los lugares desde los que escriben, ya sean estos físicos o educacionales, que puede entenderse como estímulo para aquellos que busquen un espacio para leer o escribir idílico”. Y añade: “En esta ocasión, los poetas seleccionados parten de los lugares más despoblados de nuestra geografía, ya sean nacidos en esas zonas o residentes. Visibilizar las voces de aquellos que escriben y viven en las mismas se presenta como una oportunidad para conocer las preocupaciones y los temas centrales de sus poéticas con el reto demográfico de fondo”. ¡Ahí es nada!

Así pues, Pedro Bermejo, José Blanco, Carmen Ruth Boíllos, Pablo Casares, Sofía Castañón, Jaime Cedillo, José María Cumbreño, Amelia Díaz Benlliure, Almudena Eslava, Óscar Esquivias, Be Gómez, Iosune de Goñi, Maribel Hernández del Rincón; Martín López-Vega, Vicente Muñoz Álvarez, Celia Prieto Mazariegos, Ape Rotoma, Regina Salcedo Irurzun y Juan Antonio Tello son los y las poetas que desentrañan para las personas lectoras su sentir y vivir, con versos que emocionan y conmueven. Son poemas que como el frío cierzo de Aragón te deja la cara helada con una sonrisa. En toda esta poesía aquí recogida y antologada hay silencios, sabiduría, belleza, calidad, vivencias, conocimiento, y sobre todo belleza. Son poetas de fértil fuente que se reflejan y enaltecen lo contemplado, con una dinámica poética que se imbrica y comulga con el paisaje y el paisanaje, cual fulgor de todos ellos y ellas.

Son poetas de verdad, con versos iluminados, que alcanzan esa plenitud del lenguaje en sus versos, desde un planteamiento poético de esa otra realidad, que conocen y habitan, de los lugares y pueblos de la España despoblada. Así, Pedro Bermejo (León, 1996) nos dice “Qué rara la ciudad donde he llegado/ donde montan en las nubes por la noche”; José Blanco (Barakaldo-Bizkaia, 1965) señala que: “Anoto en mis cuadernos mi colección de pérdidas,/ junto con las comunes, las más extraordinarias”; Carmen Ruth Boíllos (Soria, 1981) grita: “Y el padre, con los ojos enredados/ en ese cielo encapotado de Madrid,/ alzó su voz sobre el heredado hastío”; Pablo Casares Gurmendi (San Sebastián, 1972) asegura: “Qué delicia este presente/ dejando que los cuerpos den forma a lo impredecible”; Sofía Castañón (Xixón, 1983) explica que “Rivendel, Albanta, Macondo/ nun esisten.// Rodanillo. Villalpando. Valdefarrucos/ sí”. (La poeta escribe en asturiano y castellano); Jaime Cedillo (Toledo, 1990) quiere gritar y grita también: “Al borde del abismo/ también suena mi voz a precipicio”; José María Cumbreño (Cáceres, 1972), albañil de y con la palabra señala que: “Todas las casas se construyen con presencias y ausencias”; Amelia Díaz Benlliure (Castellón, 1959) se pregunta: “donde descansar las iras/ mientras se observan las huellas/ que otras olas borrarán”; Almudena Eslava (Palencia) explica que: “Moriste por la sombra que deja la mano después del tacto./ La sombra que deja la vida en la memoria”; Óscar Esquivias (Burgos, 1972) afirma: “Qué poca cosa es la muerte,/ que ni siquiera vence a la memoria”; Be Gómez (Palencia, 1978) sabe que “Para que la selva se abra paso/ basta un poco de lluvia en el desierto”; Iousune de Goñi (Burlada, Navarra, 1993) asegura “que nuestras manos son orquídeas/ unidas bajo tierra”; Maribel Hernández del Rincón (Soria) apuesta por “Reivindicando un latido/ que hoy, sólo nos devuelve el eco”; Martín López-Vega dice: “Nada más en la imagen;/ ni una casa; ni un almiar; ni vacas;/ ni guadaña; nada”; Vicente Muñoz Álvarez (León, 1966) es quien recorre pueblos y ciudades “con las maletas llenas de melancólicas/ muestras de zapatos de un solo pie”; Celia Prieto Mazariegos (Zamora, 1980) da cuenta “Porque puede que todo:/ el cuerpo, sus misterios, una casa,/ solo sean eso”; Ape Rotoma (Aranda de Duero, 1967) apuesta por “Y si vuelvo por aquí, a ver si ando/ algo más listo y no lo paso tan mal/ por tanta gilipollez. Y si no, casi mejor”; Regina Salcedo Irurzun (Pamplona, 1972) constata que: “No, leve no;/ la lluvia en realidad tiene manos inmensas”; Y Juan Antonio Tello (La Almunia de Dª Godina, 1965) nos habla de que “Este río ahora es permanente, dispuesto a ser escrito en un cristal/ que se parte en su reflejo, que se derrumba en el tiempo”.

No dejen de leer tamaña antología, descubrirán esa otra realidad tan justa y necesaria, donde todo se recrea. Así pues, las personas lectoras que abran este libro se encontrarán “con un espacio plurilingüe y muy heterogéneo estilísticamente. Esta selección plantea una visión libre y muy abierta del panorama poético de la España más despoblada. Cada una de estas voces representa una mirada a su tierra, a la naturaleza que les rodea y a los problemas propios de día a día”. Escuín dixit.

Enrique Villagrasa, en Librújula


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