Cada cierto tiempo asciende del infierno al purgatorio algún profeta, un visionario que embriaga con palabras, que escupe fuego y se desnuda y abrasa al mundo en sus pasiones, un ángel caído que recorre las calles con su pluma y hace de la tragedia humana una canción, un himno de vida y sentimiento que sublima en poesía nuestro absurdo.
Este ensayo es un rendido homenaje a estos pioneros, alquimistas del lenguaje que hicieron arte de sus vidas, rompiendo tabúes y abriendo nuevas vías de expresión, para demostrar que la literatura no es sólo un ejercicio de estilo y de retórica, un juego de señoritas, sino también, y básicamente, un arma de lucha y subversión.
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