Mis pies planearon cómo matarte justo en el momento de tu despedida. Las uñas perfectamente cortadas y después limadas, vírgenes de color, se encargarían de todo.
- Yo no me quejo. Hemos tenido otros vicios.
- Gordo, esto es diferente.
Nunca he deseado tanto ser la protagonista de un asesinato. Y el tuyo. Mis ojos han reservado los asientos cinco y siete a mis pupilas. Lloran de emoción. Los de abajo, bailan.
Queda menos y el rojo se palpa. El frío no los dejará helados.
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