Hay otoños que nacen indecisos.
Alboradas abrazadas a los ausentes, detrás de ocres que se ignoran.
Remolinos de hojas heridos por el leve susurro del paso del viento.
Entre la vida de la tierra, apenas quedan días que se echen a volar;
solo pájaros desteñidos en armoniosas fugas.
Lleno de tibieza, el corazón duele entre árboles desnudos rodeado
de noviembre…y tú no estás;
nunca estás habitando los grises del alma.
La soledad no duele; es el silencio de tus labios el que deja lágrimas sobre el paso del tiempo.
Entonces ocurre que dejamos de existir…
nos mimetizamos en el sueño de la melancolía, entre galernas sin mar,
y nos convertimos en náufragos sin otoño al que aferrarse.
Llenos de vacío…somos forma del frío de las cosas.
Llega la hora pagana, la hora rojiza de las palabras tristes.
Llueve sobre el corazón gotas de ingenuidad, plomo para hombros desnudos,
humanidad que solo reparte egoísmo y hastío.
Y así transcurre un tiempo no habitado sentados en la amistad de la hierba.
El duende de los bosques libados, vive en los sueños de las calles vacías,
entre las venas de la conciencia.
A la hora de la poesía, cualquier otoño indeciso… es bueno para la revolución.
Pero…tú no estás, nunca estás habitando los grises del alma.
Aprendimos a no decir nada con la más bonita de las frases, el silencio de la mirada.
Los nogales se han quedado desnudos, brillando entre las palabras;
mientras el breve, pálido otoño, muere sin una sola queja, abrazado a sí mismo.
PD.Diciembre se lleva el otoño, pero no su melancolía.
Toño Morala
Remolinos de hojas heridos por el leve susurro del paso del viento.
Entre la vida de la tierra, apenas quedan días que se echen a volar;
solo pájaros desteñidos en armoniosas fugas.
Lleno de tibieza, el corazón duele entre árboles desnudos rodeado
de noviembre…y tú no estás;
nunca estás habitando los grises del alma.
La soledad no duele; es el silencio de tus labios el que deja lágrimas sobre el paso del tiempo.
Entonces ocurre que dejamos de existir…
nos mimetizamos en el sueño de la melancolía, entre galernas sin mar,
y nos convertimos en náufragos sin otoño al que aferrarse.
Llenos de vacío…somos forma del frío de las cosas.
Llega la hora pagana, la hora rojiza de las palabras tristes.
Llueve sobre el corazón gotas de ingenuidad, plomo para hombros desnudos,
humanidad que solo reparte egoísmo y hastío.
Y así transcurre un tiempo no habitado sentados en la amistad de la hierba.
El duende de los bosques libados, vive en los sueños de las calles vacías,
entre las venas de la conciencia.
A la hora de la poesía, cualquier otoño indeciso… es bueno para la revolución.
Pero…tú no estás, nunca estás habitando los grises del alma.
Aprendimos a no decir nada con la más bonita de las frases, el silencio de la mirada.
Los nogales se han quedado desnudos, brillando entre las palabras;
mientras el breve, pálido otoño, muere sin una sola queja, abrazado a sí mismo.
PD.Diciembre se lleva el otoño, pero no su melancolía.
Toño Morala
1 comentario:
Impecable.........
saludos desde el fin del mundo
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