Desde su tendido, tras la mirilla con ángulo de ojo de pez, el vecino de la puerta de enfrente de Buendía observaba con deleite lo que ocurría en el coso.
Como un ciclón vio salir del toril al morlaco Buendía que, a pesar de ser toro de media altura y, según su criterio y a priori, de faena poco limpia, mostró en la primera acometida una bravura que contrarrestaba la poca confianza que inspiraban sus 59 kilos cuajados y el aspecto famélico. Silbó en el aire el cortante pitón de Buendía; pero sólo en el aire. Los diestros números de placa 5.754, 2.980,1.856,2.590,1.764 y 4.448 sabían lo que es torear, dejando a vistas al que es torero del que es un facilón pegapases con bureles de repetición.
El tercio de varas sobró para medirle brío y embestida, fue una hábil muestra de chicuelinas y gaoneras sembradas con sabiduría por los números de placa 2.980 y 1.764. Entre capotazo y capotazo, Buendía fue recibiendo una serie de puyazos en el morrillo por parte de los números de placa 4.448 y 2.590, tal fue el empeñó de los picadores que, más allá de dosificarle las fuerzas para facilitar la posterior labor de reducción, se las quitaron de golpe: lo machacaron en el caballo.
Aprovechando el aturdimiento del animal, los números de placa 5.754 y 2.980 lo fueron ahogando, citándolo muy de cerca. El astifino no rehuía los engaños pero estaba debilitado y rápidamente se vino abajo. Fue entonces cuando le adornaron el lomo de rehiletes, uno tras otro hasta perder la cuenta, cerrando un tercio de banderillas que dejó a Buendía clavado.
Cambió de ojo el vecino de la empañada emoción que lo desbordaba. Buendía no le caía bien y se alegraba. “Que se joda el drogadicto” pensó.
Ya sin rastro de porte y trapío, Buendía lanzó aún un desperado ataque, pero el número de placa 1.856 lo burló con facilidad y de seguido le citó de lejos cruzándose lo indecible, porfiando para consumar suertes. Con impresionante sangre fría llevó la muleta hasta el máximo que le daba el brazo, cargó la suerte y enjaretó hasta la vertical sin enmendar en el sitio: perfecto.
Todavía le tocó ver al ojo del vecino cómo desde la nada hacía Buendía un último, incierto y angustioso conato de embestida. No podía ni con su alma. Corneó al aire lenta y desordenadamente. Viendo así al animal, más que reducido, pensó el vecino que el número de placa 4.448 se empeñó en exceso con la ringlera de descabellos, supuso que por lucir lo que no había. Se pasó.
Buendía hizo vanos esfuerzos por tenerse de pie, buscando apoyo en la pared del rellano, pero nada facilitó su equilibrio y se desplomó.
El vecino cerró la mirilla. Las niñas de sus ojos cerraron una agridulce ovación.
En el juicio posterior a Buendía lo pintaron mucho más bravo.
Como un ciclón vio salir del toril al morlaco Buendía que, a pesar de ser toro de media altura y, según su criterio y a priori, de faena poco limpia, mostró en la primera acometida una bravura que contrarrestaba la poca confianza que inspiraban sus 59 kilos cuajados y el aspecto famélico. Silbó en el aire el cortante pitón de Buendía; pero sólo en el aire. Los diestros números de placa 5.754, 2.980,1.856,2.590,1.764 y 4.448 sabían lo que es torear, dejando a vistas al que es torero del que es un facilón pegapases con bureles de repetición.
El tercio de varas sobró para medirle brío y embestida, fue una hábil muestra de chicuelinas y gaoneras sembradas con sabiduría por los números de placa 2.980 y 1.764. Entre capotazo y capotazo, Buendía fue recibiendo una serie de puyazos en el morrillo por parte de los números de placa 4.448 y 2.590, tal fue el empeñó de los picadores que, más allá de dosificarle las fuerzas para facilitar la posterior labor de reducción, se las quitaron de golpe: lo machacaron en el caballo.
Aprovechando el aturdimiento del animal, los números de placa 5.754 y 2.980 lo fueron ahogando, citándolo muy de cerca. El astifino no rehuía los engaños pero estaba debilitado y rápidamente se vino abajo. Fue entonces cuando le adornaron el lomo de rehiletes, uno tras otro hasta perder la cuenta, cerrando un tercio de banderillas que dejó a Buendía clavado.
Cambió de ojo el vecino de la empañada emoción que lo desbordaba. Buendía no le caía bien y se alegraba. “Que se joda el drogadicto” pensó.
Ya sin rastro de porte y trapío, Buendía lanzó aún un desperado ataque, pero el número de placa 1.856 lo burló con facilidad y de seguido le citó de lejos cruzándose lo indecible, porfiando para consumar suertes. Con impresionante sangre fría llevó la muleta hasta el máximo que le daba el brazo, cargó la suerte y enjaretó hasta la vertical sin enmendar en el sitio: perfecto.
Todavía le tocó ver al ojo del vecino cómo desde la nada hacía Buendía un último, incierto y angustioso conato de embestida. No podía ni con su alma. Corneó al aire lenta y desordenadamente. Viendo así al animal, más que reducido, pensó el vecino que el número de placa 4.448 se empeñó en exceso con la ringlera de descabellos, supuso que por lucir lo que no había. Se pasó.
Buendía hizo vanos esfuerzos por tenerse de pie, buscando apoyo en la pared del rellano, pero nada facilitó su equilibrio y se desplomó.
El vecino cerró la mirilla. Las niñas de sus ojos cerraron una agridulce ovación.
En el juicio posterior a Buendía lo pintaron mucho más bravo.
Kike Babas, de Días de speed a falta de rosas (Ediciones Bohodón, 2009).
El próximo viernes 27 de Marzo en la sala Gruta 77 (Madrid)
Se presenta el nuevo libro de Kike Babas
Se presenta el nuevo libro de Kike Babas
–en colaboración con el prestigioso dibujante Ramone-
“Días de Speed a Falta de Rosas” (Ed. Bohodón)
Que contará con la actuación del grupo del autor, Kike Suárez & La Desbandada,
Y de Superlumpen, el grupo de performance musical de Ramone.
Las entradas a 5 euros o 10 euros entrada + libro.
www.loskikes.com
“Días de Speed a Falta de Rosas” (Ed. Bohodón)
Que contará con la actuación del grupo del autor, Kike Suárez & La Desbandada,
Y de Superlumpen, el grupo de performance musical de Ramone.
Las entradas a 5 euros o 10 euros entrada + libro.
www.loskikes.com
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