De la vida recuerdo sobre todo los momentos que se detuvieron
tibios, navegando en el mar de los hielos donde
las chimeneas de aquellos barcos de papel
respiraban en los extremos de la ternura.
Miles de millas recorridas entre lo confuso y lo feliz
en los distintos puertos, muy cerca del tiempo
de los sabores, de las presencias que siempre invaden
los abrazos del deseo, de las llaves que unen mi vida
a los puntos y aparte.
Cómo olvidar los cielos abiertos, los alaridos del corazón,
las estaciones, los ojos de la noche
el amor alado que nos acompaña y nos tapona todas las heridas.
Mi memoria trabaja en silencio, sin palabras crispadas
como los buenos compañeros de armas que siempre cubren los sueños.
Así atravesé la edad de los metales, algún que otro agujero negro,
la alergia a los huesos sin destino y con miedo
los misterios que desconocen hasta cuándo las llamas y la ceniza.
No descubras tus fuentes. Envejece a través del viento
con esa sed que siempre poseen los espacios abiertos.
Foto: Ibbur
tibios, navegando en el mar de los hielos donde
las chimeneas de aquellos barcos de papel
respiraban en los extremos de la ternura.
Miles de millas recorridas entre lo confuso y lo feliz
en los distintos puertos, muy cerca del tiempo
de los sabores, de las presencias que siempre invaden
los abrazos del deseo, de las llaves que unen mi vida
a los puntos y aparte.
Cómo olvidar los cielos abiertos, los alaridos del corazón,
las estaciones, los ojos de la noche
el amor alado que nos acompaña y nos tapona todas las heridas.
Mi memoria trabaja en silencio, sin palabras crispadas
como los buenos compañeros de armas que siempre cubren los sueños.
Así atravesé la edad de los metales, algún que otro agujero negro,
la alergia a los huesos sin destino y con miedo
los misterios que desconocen hasta cuándo las llamas y la ceniza.
No descubras tus fuentes. Envejece a través del viento
con esa sed que siempre poseen los espacios abiertos.
Ramón Guerrero
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