viernes, 9 de septiembre de 2022

ESCUCHO A UN HOMBRE HABLAR POR EL MÓVIL EN LA CAFETERÍA DE UN HOSPITAL CUALQUIERA (YO TENGO FIEBRE) por PEDRO ANDREU



-A T.O. y a la memoria de A. H.-

diles que salté desde lo alto del último caracol con vida
que tenía una cama vacía entre los dedos
un mundo roto en sustantivos de cristal
diles que la lluvia era y que el amanecer era
y que el exterminio de las arañas me pilló por sorpresa
diles que no me esperen a cenar
diles que no me esperen
diles que no
que no sabría cómo avanzar a la velocidad del mundo
diles que la ciudad era igual que la fiebre
y que nadie podía tocarse y que guardaba
uñas de voz de las personas que amé en el nervio auditivo
adentro más adentro
diles que fui un niño llorando abrazado a un perro
y el corazón mineral de una computadora enferma
y el mar sacudido por la atracción gravitatoria de la luna
y la inquieta persistencia de la tinta en un poema de Panero
tras la muerte de Panero hablo del hijo
diles que salté a la comba con mis hermanos desnudos
diles que jugué al escondite y nunca me encontraron
diles que llueve
que salté desde el lomo mojado del último caracol vivo
sobre mí
sobre este hombre de casi cincuenta años que pasaron así
sobre esta cama rota sin ti
sobre este mundo
diles que no
que no me esperen
que no me esperen despiertos
diles que le he robado a un caracol su hogar de cáscara
diles que todavía soy capaz de llorar con los ojos secos
alegre de llorar alegre alegre de doler más alegre que el vino
diles que todavía puedo
escribir un verso para ahorcarme en sus letras
llenar jaulas de peces diseccionar el centro impreciso del pasado
diles que no sé cómo abrazar a un conejo desnucado
diles que mi padre lo atropelló cuando apenas tenía siete años
yo apenas siete años
diles que el amor es solo una gallina ciega que no sabe volar
pequeña cobarde cosa fea que me besa la boca y desfallece
diles que a pesar de la sangre quiero jugar
a que estuvimos vivos y nos llamábamos por nuestros nombres
mirándonos a los ojos
fijamente
como se observa el fuego
no les digas que cambié mi corazón por una cáscara
no les digas que robé a un caracol su vida nómada
no les digas que no podré ya nunca descolgar un teléfono
no les digas que esta mañana el doctor me ha diagnosticado
cáncer
definitivo
irreversible
como mi amor por ti
tan sin remedio
háblales de la intemperie
y de cómo saltábamos juntos sobre los charcos

Pedro Andreu


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