LUIS RAMOS DE LA TORRE: DE LA POESÍA COMO OFRECIMIENTO
Tras la lectura del poemario Urgencia de lo minucioso, de Luis Ramos de la Torre, se nos impone un sentir: estamos ante una poesía verdadera que el autor entrega como ofrecimiento a todos los posibles destinatarios.
En toda ofrenda, en todo ofrecimiento, hay un mecanismo ritual. Y es que, en esta escritura, asistimos, como lectores, a una suerte de rito del decir cuya finalidad es el revelar, el iluminar el mundo.
Urgencia de lo minucioso, reza el título. Algo que el autor refuerza, en distintos momentos de su decir, con expresiones como “Urge lo minucioso”, al tiempo que nos llama “aventureros de lo minucioso”. Podemos interpretar, sí, esta poesía como aventura. Hay en ella lo que Susan Sontag, al hablar de Walter Benjamin, llamaba una “mirada microscópica”, una mirada hacia las cosas pequeñas.
Es el procedimiento que aquí utiliza Luis Ramos de la Torre. Parte de lo común, de lo sencillo (términos que él mismo utiliza), esto es, de lo que tenemos ahí al lado. Y, a partir de ello, a partir de la naturaleza, de los fenómenos atmosféricos, del cosmos, de las estaciones, de los distintos momentos del día…, esto es, a partir de lo que está ahí, el poeta canta y trasciende su decir, da un salto, para llevarnos a los territorios del espíritu, de aquello que nos constituye, de los diversos estados de ánimo.
Y es que, a lo largo y ancho de todo el poemario, hay un continuo mecanismo de simbolización, que es el mecanismo iluminador y revelador que utiliza, para que nos conozcamos y conozcamos el mundo.
Para hacer posible esta aventura que es el revelar e iluminar a través de la palabra, el poeta nos realiza diversas invitaciones: “Hacerse al lugar”, “Atreverse a mirar”, o “aprender la lección de la materia”… Pues no hay aventura sin ponerse en juego, sin asumir riesgos.
Simbolizar, a partir de lo próximo, de lo pequeño, de lo que tenemos ahí a mano, para trascender lo que vivimos, y extraer de ello el sentido que tiene nuestro existir, nuestro estar en el mundo. Y, en ello, hay un vuelo, un mecanismo de elevación. De ahí que el poeta otorgue tanta importancia a los pájaros y a los árboles. Y nos hable del “vuelo de la planta” o también “el vuelo de los árboles”. Y abunde tanto en todo el poemario todo lo que tiene que ver con la elevación.
También podemos interpretar el poemario como un verdadero canto del caminar –la raíz claudiana de nuestro autor es innegable; pero no está en él como servidumbre o lastre, sino como impulso para manifestar su propio decir y, a través de él, su mundo propio–. Hay de continuo un ‘iter’ que se recorre para manifestar la contemplación y, a través de ella –lo reiteramos– la revelación e iluminación del ser y del mundo.
El poeta portugués Al Berto hablaba de “la secreta vida de las imágenes”. Luis Ramos procede en su decir iluminativo por imágenes, para revelarnos los sentidos ocultos de la realidad. Como sembrador, se hallan esparcidas como semillas por todo el libro, como a voleo. Así, nos habla de “las mimbreras del alma”; de las hebras de la lluvia “para tejer lo húmedo en lo nuevo”; de “la escarcha rancia de los odios”; o, en fin, por citar un último ejemplo, de “la pulpa cárdena de la costumbre”.
El poeta sitúa su decir en la perspectiva del amor (“Mientras amemos … / al mundo y a la luz aún le haremos falta”) y en esa fraternidad del compartirlo todo (“Sin dueño todo lo que se respira, / el lenguaje, de todos, / de todos el sol”). De ahí que esta poesía funcione también como talismán frente al dolor y la herida (“¿Cuándo se cerrará por fin la herida?”), que busca ser curada, de ahí el empleo de términos como sutura o cicatrices.
Y es un talismán contra cualquier manifestación del mal. De ahí que el poeta advierta que “buscamos persistentes lo seguro, / el mejor asidero contra los problemas” y que nos indique que “Todo sin honradez es huero y es gusano”.
Urgencia de lo minucioso puede ser situado en esa constelación de poesía contemporánea marcada por la iluminación y la revelación. No es casual, en ese sentido, la cita de Hölderlin que encabeza el poemario. De Hölderlin, llega esta vía a Rilke y continúa hasta Paul Celan, donde aparece esa levedad en el decir, cultivada por esta último poeta. Entre nosotros, la asume José Ángel Valente, cuyos versos también encabezan este libro. Y, en esta tradición, claro, también encontramos la poesía de Claudio Rodríguez, ese gran maestro de Luis Ramos.
Pero esto es decir poco y con ello, acaso, extraviemos al lector. Porque Urgencia de lo minucioso, de Luis Ramos, es un poemario verdadero, ya que expresa su mundo propio o, si queremos, su modo propio de captar el mundo, a través de un mecanismo de trascender lo próximo sirviéndose de procesos simbolizadores. En este sentido, los símbolos relacionados con los árboles, las aves, el aire y el viento, la luz o todo lo que tiene que ver con la elevación, son claves.
Levedad en el decir, contemplación minuciosa y atenta de lo próximo, para trascenderlo y llevarlo a otro plano de significaciones iluminadoras y trascendentes… En la vía de la mejor poesía contemporánea.
José Luis Puerto:
Prólogo a Urgencia de lo minucioso,
de Luis Ramos de la Torre
(Lastura, 2021)
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