miércoles, 23 de febrero de 2022

LOS CUADERNOS NEGROS: Carlos Salcedo Odklas.



Alex se puso en pie y agarró fuertemente su cabeza. Se le estaba yendo de las manos, podía notarlo. Se acercó a la ventana y miró al exterior sopesando el estado de la jungla. Vio una pareja a lo lejos paseando cogidos de la mano en mitad de la calle desierta. Se encendió un cigarro y continuó mirándolos hasta que desaparecieron tras una esquina.

Ah, el amor... Qué rápido llega, qué fuertemente golpea, cómo se agarra y te destroza... Y cómo se larga... Siempre era la misma historia, le había pasado a él y le había pasado a otros: conocías a alguien con la guardia un poco baja. Te soltabas todo ese rollo de que vas a ir despacio, con calma, que no quieres agobios ni dramas. Y te lo crees. Pero sin darte cuenta vas dejando las cosas de lado embelesado por el cariño que recibes. Se forma la complicidad, los mensajes son cada vez más habituales. Empiezas a hablar de que has conocido a alguien. Esa persona cada vez está más presente en tus conversaciones, en tus planes, en tu mente. El sexo cada vez es mejor, los momentos son mágicos, la otra persona cada día es más interesante, más fascinante. Ya es una prioridad absoluta. Vas dejando todo lo demás de lado. Salir con los amigos ya no es tan divertido. Para no acabar totalmente alejado de la gente intentas meter a esa persona en tu círculo. La presentas en sociedad. Ahora resulta que sois una pareja. Míralos, por ahí van... Es el comienzo del fin.

Por supuesto eso no se piensa al principio, el principio siempre es lo mejor. No te lo terminas de creer. Estás cegado y contento. No hace falta hacer gran cosa, basta con estar. La pasión está en su punto álgido. Esa primera fase suele durar un año, año y medio a lo sumo, dos en casos extremos. Luego la rutina va haciendo todo menos colorido. Las locuras y manías de cada uno, que tímidamente se han hecho visibles en ese tiempo, pasan a ser mucho más presentes y molestas. Esta fase ha de alimentarse con nuevas vías de exploración, con proyectos en común. De no ser así la siguiente fase llega mucho antes y no obstante, aun con esas, no tarda demasiado en llegar: es el tedio. Época de discusiones constantes e irreconciliables, muchas de ellas por auténticas nimiedades. Época de mentiras, de infidelidades, de frustración. Todo eso termina desembocando en la ruptura o en la agonía. Por supuesto dependiendo del tipo de personalidad de los implicados cambian los matices, pero este bien podría ser un esquema básico de la historia. El tipo de sociedad individualista y libre de cargas morales y religiosas hacia la que se encamina el primer mundo ha acelerado y hecho más patentes todas estas premisas. Si bien en épocas pretéritas la gestación de una familia y la mayor sumisión de la mujer podían hacer que se alargase el estado de pareja hasta el infinito eso cada vez va siendo menos habitual. La gente ya no está por la labor, los vaivenes económicos e inestabilidad tampoco lo hacen sencillo, pero principalmente es un cambio de mentalidad. La institución del matrimonio ya está completamente rota, e incluso quienes se apoyan y creen en ella saben que es algo que se puede anular en cualquier momento. Hace unos siglos romper el matrimonio podría ser visto como un billete de ida ni más ni menos que al infierno, ahora la preocupación y consecuencia de ello es un peregrinaje burocrático, una lucha por custodias y bienes, que no deja de ser también un tipo de infierno, pero menos aterrador que ser arponeado por demonios durante toda la eternidad. Como vimos en la teoría de los erizos la gente no está programada para aguantarse durante mucho tiempo. Habrá algún extraño caso en que todo esto no se cumpla pero eso, al igual que la gente poseedora de tres pezones, es la excepción, no la regla. Por tanto el concepto de pareja, y especialmente el espejismo de pareja eterna, es algo que debe revisarse para evitar el sufrimiento innecesario.

Por supuesto la gente, en su congoja y tribulación, no está dispuesta a dejar de soñar. Acaban tropezando en las mismas piedras una y otra vez, incluso sabiendo el desenlace de antemano. Pero claro, hay que admitir que el grado de cariño y complicidad que se genera en una pareja, sobre todo en las primeras fases de la relación, es una droga demasiado potente como para pasarla por alto. Resumiendo: el amor es una mierda. Pero tiene sus cosillas...

Carlos Salcedo Odklas,
de Los Cuadernos Negros
(Metaphor Records, 2021)


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