Para empezar, no busques historias, no fuerces a los personajes a hacer algo que tú no harías o deseaste, etcétera. Si realmente vale la pena, fluirá hasta que ya no pienses más que en el tema; es como dar una vuelta a las cuestiones que de verdad te inquietan o interesan.
"La inspiración existe, pero tiene que hallarte trabajando" dijo Picasso, y no puedo estar más de acuerdo. En un novelista esta inspiración de la que habla el pintor sería el argumento que enriquece la trama, el tratamiento que le des a la historia; suele aparecer, precisamente, cuando estás currando en otro borrador, con los descartes, por ejemplo, con todo lo que queda en el tintero. Coge apuntes donde sea: una servilleta, el móvil, una hoja perdida por ahí. Dale la relevancia que tienen, el valor de semilla de lo que vendrá.
Procura no contarlo todo, como en la vida misma, pero tampoco pongas a prueba al lector, o sea, a ti mismo.
No existe ese síndrome de la hoja en blanco; eso son cuentos. Cuando tienes algo que decir, siempre hallarás el vehículo, no importa en este caso el tiempo. Sabrás, tarde o temprano, que vas a dialogar con tus personajes durante mucho tiempo, y que sus aflicciones son las tuyas, no las de un ente creador.
Durante ese proceso surgirán dudas, te sentirás solo, no podrás evitar la galería de espejos de otros autores: pasa de ellos olímpicamente. Y si aún te sientes extraviado, vuelve a las fuentes, recuerda por qué un buen día te pusiste a escribir; o, para ser más claro: regresa a las viejas lecturas, a la necesidad primera. Es una buena forma de recuperar la brújula, el sentido de lo que haces. No olvides que escribes porque lees, y no a la inversa. De lo contrario mejor dedícate a un hobby más provechoso como coleccionar llaveros o ver series en Netflix, es más ameno.
Vas a pasar solo mucho tiempo; física y espiritualmente. Vas a darte de bruces con la realidad, con los intereses ajenos, pero también con su indolencia. No hagas caso a nada de esto, no escribes para recibir aplausos o ser el centro de algún corrillo. La prueba de eso es que sabías lo que iba a suceder y aún así sigues en pie, con el íntimo orgullo de no permitir que las vicisitudes te lastren, te cambien, te derriben.
Sí, también hablaba del Chopo.
Max Benítez
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