Tengo ese recuerdo metálico
incrustado en cada poro de la vida.
Podrías dejar de sangrar.
No encuentro una puta camisa limpia.
Y los niños parecen manchas escarlatas fugitivas.
Y la casa se tambalea
flotan salados los cimientos débiles.
Podrías dejar de sangrar.
La ciudad se ha transformado en una Venecia sórdida.
La realidad ocurre tras un velo líquido pegajoso.
Se me atiborran los dedos de encarnada escarcha.
Podrías dejar de sangrar.
Tan impoluta tan limpia tan impecable tan pálida.
Me observas indolente desde un afuera aséptico,
garabato roto rojo,
repitiéndome a mí mismo mantra de hemorragia
podrías dejar de sangrar.
Javier Vayá Albert, del blog Actos Invisibles.
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