Llueve en Zurich, la mujer suiza le toma el pulso a la intuición, y descifra los mensajes encriptados que le envía a modo de ondas eléctricas que recorren su piel. Hay un páramo que ha olvidado las ramas frecuentes de los bosques de hayas, y plagado de arbustos que se esconden tras sus propios matorrales, avanzan en colectivo hacia lo tramontano. La galaxia sucumbe ante los retos de dos primaveras seguidas, llueve en Abril, el mes robado, y acrecientan las distancias todas las constelaciones, Orión le lleva años luz a la Osa Mayor, todo es competición en Dendera, los faraones del alto y bajo Egipto se bañan en el Tigris mientras los del Eufrates viajan en sus barcos egipcios, un río como nexo continuo en el ocaso del sol con la partida del ejército a hacer historia, texto y jeroglíficos, yo me enamoré de un esclavo egipcio, del Mar Rojo, de las pirámides y sus templos, de los papiros y la flor de Loto, de los barcos con arcos, de todas las maderas y montones de incienso, del ébano y el marfil, del oro verde de Amu, del dios Ra, inmenso sol, y del camino de los Reyes y canal de Faraones, de una época entera, de un antiguo Egipto, y de la mujer Suiza de ondas eléctricas y páramos olvidados en lo tramontano, que sucumbe a los retos de dos primaveras seguidas, que es lluvia en Abril, el mes robado a la competición en Dendera.
Laura Martínez García
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