estaba envenenada,
como lo estaban el aire,
la luz y el pan, cuando aún era trigo.
Pudimos ver crecer las adelfas,
oler a miles de kilómetros la avaricia y su guadaña,
sentir la burla entre los dientes
o la daga acercándose antes, mucho antes.
Pudimos...
Pero preferimos el mirto y el espliego,
la esperanza y la misericordia,
la butaca frente al olvido,
el cálido susurro,
la leve queja.
Sara Zapata, del blog Se canta lo que se pierde.
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