Como si fuesen bandadas de pájaros cayendo en picado con su pico clavado en el suelo, así me levanto vertiginosa en las mañanas en que un insomnio, que lleva tu nombre,me parte el pecho y me lo recompone de nuevo al alba.Obligada a poner la cara de los alegres Viernes, cuando sobre mí se cierne la sombra de los domingos culminantes en caminatas sin horizontes, sin destino, sin más emoción que el pisar de las hojas o el crujir de una rama, el picotazo intempestivo de la maléfica tarántula que no es nada más que otro modo de llamarte,como si fuesen avatares sepultados en el puro rencor cincelado en el mármol, así me asemejo a Camille Claudel, incrustada en las esculturas hieráticas y en las hidráulicas turbinas de molinos de agua que arrastran el agua, o los hermosos epítetos que acompañan a un sustantivo viejo y desvencijado con las arrugas propias no ya de la edad, sino de la propia consumición ensimismada y ojerosa de uno mismo. Como los andamiosy los muros de contención que protegen las estructuras, las columnas macizas, así me aferro hermética, a la ardua tarea de protegerme a mí misma, contra Vándalos y Suevos, con fiereza y sin compasión, como si fuese vikinga que busca honrar a su pueblo, que es en definitiva honrarse a sí misma del indolente fracaso.
Laura Martínez García
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